Supongamos que ya no despiertas. ¿Qué sentiré? Tú ya no vas a existir, eso es claro. Pero, yo que seguiré vivo, ¿me debilitaré? Realmente no lo sé. ¿Quérran decir algo tus presentimientos? Tampoco lo sé.
No sugiero que tu ausencia total sea un buen experimento para saber ahora qué tanto puedo sentir por alguien, especialmente por alguien que me influyó en lo que hago y en lo que soy hoy día. Aunque si lo pienso, no hay duda de que será un examen para mí. Y no sé qué pasará. Apenas leí que cuando se nos presenta alguna situación externa que nos afecta, reaccionamos de tal manera que se refleja en lenguaje corporal -sin que queramos, a veces-, y también a nivel de juicio. Lo cierto es que, según esa tradición, deberíamos controlar lo corporal, una vez esto, los juicios estarán disipados y no nos perturbaremos. Lo que quiero decir es que si no despiertas y me entero, creo que seguiré en ese plano de sólo convertir estados corporales y juicios, jamás en controlar; creo que eso es algo imposible.
Si no abres más los ojos, sentiré envidia. Tendrás algo que yo no: la no existencia. Creo que ni siquiera tiene sentido decir que tendrás algo a causa de que ya no vivirías. O no lo sé. No quiero pensar(lo).
Si tu cuerpo perece, ya no tendré a quién escribirle. Lo que hago aquí es narrar, pensar en anécdotas o casos hipotéticos y plasmarlos como pueda o como quiera. Cuando te escribo descansa mi pluma, dejo de sentir ese peso que experimenta el autor a causa de sus palabras; vacilo, me puedo equivocar y bromeo. Intento ser gentil aunque la tristeza y lo detestable de vivir en ciudad me recuerda que no tiene caso fingir. Hace un rato, mientras creía meditar debajo del agua, creí entender que aunque se hagan cosas, el dolor -para ser general- sigue y seguirá ahí. Algunos compran libros y se sienten contentos, pero qué triste debe ser tenerlos y saber que jamás podrás leerlos todos ni mucho menos comprender todo lo que hay en ellos. Otros compran otros objetos, y lo mismo pasa: qué cruel saber que un día perecerán esas cosas, o ellos antes que las cosas. Y así con todo lo que hacemos. Alguien en contra de esto, dirá que al menos sentimos algo o hacemos algo y que ahí radica lo importante. Estoy de acuerdo con eso, mi pregunta -a causa de mi inquietud- es: ¿con qué poco nos conformamos, no? Y no es cuestión de querer o hacer, es que no podemos más. La finitud nos mira diario a la cara y muchos no lo ven.
Doy este rodeo, porque como dije, reposo de alguna manera cuando te escribo. Si ya no respiras, mi pluma tampoco va a respirar a gusto. No quiero decir que deseo que despiertes, eso te lo deseé. Disfruta tu sueño.
Si sigues al amanecer, halla algo. Si falleces, no sé si halle siquiera algo.
M. Téllez.