miércoles, 30 de septiembre de 2015

Recuperarse

Supongamos que ya no despiertas. ¿Qué sentiré? Tú ya no vas a existir, eso es claro. Pero, yo que seguiré vivo, ¿me debilitaré? Realmente no lo sé. ¿Quérran decir algo tus presentimientos? Tampoco lo sé. 
No sugiero que tu ausencia total sea un buen experimento para saber ahora qué tanto puedo sentir por alguien, especialmente por alguien que me influyó en lo que hago y en lo que soy hoy día. Aunque si lo pienso, no hay duda de que será un examen para mí. Y no sé qué pasará. Apenas leí que cuando se nos presenta alguna situación externa que nos afecta, reaccionamos de tal manera que se refleja en lenguaje corporal -sin que queramos, a veces-, y también a nivel de juicio. Lo cierto es que, según esa tradición, deberíamos controlar lo corporal, una vez esto, los juicios estarán disipados y no nos perturbaremos. Lo que quiero decir es que si no despiertas y me entero, creo que seguiré en ese plano de sólo convertir estados corporales y juicios, jamás en controlar; creo que eso es algo imposible. 
Si no abres más los ojos, sentiré envidia. Tendrás algo que yo no: la no existencia. Creo que ni siquiera tiene sentido decir que tendrás algo a causa de que ya no vivirías. O no lo sé. No quiero pensar(lo). 
Si tu cuerpo perece, ya no tendré a quién escribirle. Lo que hago aquí es narrar, pensar en anécdotas o casos hipotéticos y plasmarlos como pueda o como quiera. Cuando te escribo descansa mi pluma, dejo de sentir ese peso que experimenta el autor a causa de sus palabras; vacilo, me puedo equivocar y bromeo. Intento ser gentil aunque la tristeza y lo detestable de vivir en ciudad me recuerda que no tiene caso fingir. Hace un rato, mientras creía meditar debajo del agua, creí entender que aunque se hagan cosas, el dolor -para ser general- sigue y seguirá ahí. Algunos compran libros y se sienten contentos, pero qué triste debe ser tenerlos y saber que jamás podrás leerlos todos ni mucho menos comprender todo lo que hay en ellos. Otros compran otros objetos, y lo mismo pasa: qué cruel saber que un día perecerán esas cosas, o ellos antes que las cosas. Y así con todo lo que hacemos. Alguien en contra de esto, dirá que al menos sentimos algo o hacemos algo y que ahí radica lo importante. Estoy de acuerdo con eso, mi pregunta -a causa de mi inquietud- es: ¿con qué poco nos conformamos, no? Y no es cuestión de querer o hacer, es que no podemos más. La finitud nos mira diario a la cara y muchos no lo ven. 
Doy este rodeo, porque como dije, reposo de alguna manera cuando te escribo. Si ya no respiras, mi pluma tampoco va a respirar a gusto. No quiero decir que deseo que despiertes, eso te lo deseé. Disfruta tu sueño. 
Si sigues al amanecer, halla algo. Si falleces, no sé si halle siquiera algo. 

M. Téllez. 

martes, 29 de septiembre de 2015

Caras

Conozco muy bien el asco que producen las personas que no saben hablar y sólo demuestran su molestia con el rostro. Claro que es asco, también repudio. ¿Cómo es posible que siendo animales humanos, recurramos a hacer muecas para representar nuestros disgustos? Todos entendemos que los movimientos corporales son inevitables, y eso no es algo contra lo que vayan mis palabras. Estoy en contra -porque conozco muy bien el asco- de que no sean capaces de hablar. Incluso aunque no mencionara esa sensación, si entendemos que contamos con la palabra para expresarnos, es irracional no hablar para comunicarnos. 
Desde la infancia viví entre caras. Me seguirá sorprendiendo que las personas no se den cuenta que son similares a sus progenitores. Nos parecemos tanto físicamente, como 'mentalmente', para usar el lenguaje coloquial. ¿Y por qué digo esto? Porque hay personas que recurren al carastismo -vamos a llamarlo así- y es el caso que según ellos, detestan esa actitud. No ven que -por poner un escenario específico- si a caso su padre también sufre de carastismo es probable que ellos sean así y, a pesar a de ello, creen que no lo son. No se han mirado lo suficiente. 
El hecho de estar aquí es ya detestable, aunque haya cosas que nos pongan contentos. Toparse y TENER que vivir con personas que sufren de carastismo, es terrible. Estoy seguro que es muy poca la gente la que se toma en serio sus actitudes -me refiero a cómo se comporta-. Son como una máquina que tienen tales características y ya nunca tendrá actualizaciones, salvo las que puedan venir por el cansancio, pero incluso los metales se oxidan y se vuelven moldeables con el tiempo. No difieren en nada de esos metales. En cambio -pocos, seguramente-, son como máquinas que entienden que se pueden modificar a sí mismas, que esta tarea no es fácil dado el material que ya tienen -llámenlo genes, si quieren-, sin embargo, HACEN para conseguir un resultado. Y lo anterior no es por coacción o por algún vínculo con esa idea de 'cambiar para alguien'. Si somos lo suficientemente razonables, entenderemos que hay actitudes nuestras que dañan a otros, y que -insisto- dado el hecho del detestabilismo vivencial -llamémoslo así, ya que estamos inventando cosas-, no hay buenas razones para hacerlo más detestable. Y no sólo para los que nos rodean de manera cercana y lejana, también para nosotros. No tenemos porqué olvidar que en muchas situaciones el problema somos nosotros. 

M. Téllez. 

domingo, 13 de septiembre de 2015

Tanto tú

Los motivos por los que huí son claros: no puedo estar con alguien que nunca cambiará. Entiendo que probablemente no somos autoridad moral para hacer que alguien cambie, aunque el escenario es distinto, en un sueño, proyecto o lo que sea, si ya se es underground de por sí, errar lo hace todavía más inútil: no llena y sólo produce malestar. Creer que no es así sólo por uno o dos razonables, es aceptar migajas.
Debemos ver, escuchar y atender para criticar. Si quieres destruir una teoría, lo mejor es estudiar esa teoría para saber de dónde cojea. Escuché y confirmo que eres tanta voz para poca imaginación de otros. Sé que eres tantas ideas para reducidos cerebros no trabajados. No pretendo decir otra cosa que no sea que eres tanto tú. 
Sabemos que somos distintos, y que la diferencia no es la común: tenemos matices. Esos matices ya hasta son públicos, hay un comercial donde se habla del 1% de personas distintas. Claro que todos se sienten diferentes, y es que sentir cualquiera puede. En cambio, hacer no todos pueden. E insisto, esto no es una exclusión, simplemente hay a quienes no les interesa saberse mortales, ínfimos o distinguir entre abandonarse a una existencia desabrida y procurar darse razones para las horas que nos miran a la cara cada día, semana, mes y años. 
Tanto tú en un ambiente de básicos si bien no me angustia, sí me hace pensar que sería mejor que estuvieras en otro sitio. No quiero decir que ese sitio sea conmigo, aunque desde hace años ese era un plan. Falta una conexión ya no sólo de palabras ni de especulaciones que llevamos a la práctica. Hacer. 

M. Téllez.