martes, 12 de junio de 2018


Presentación del libro "Mi Constitución. Poesía Cívica" de Gamaniel Esparza Verduzco


 

Hace unas semanas navegaba en las aguas de Cioran, del autor de un libro titulado En las cimas de la desesperación, donde queda muy poco espacio para repensar la ética y el civismo. Lo cito ahora porque lo que yo podría decir con mi comentario-presentación es que igualmente nosotros estamos situados en las cimas de la esperación, de la expectativa, de la esperanza educativa.
Para empezar me gustaría preguntar por el sentido que tiene promocionar el civismo y además hacerlo en clave poética. Luego de las crisis geopolíticas y culturales de los estados-nación del siglo XX y lo que llevamos del nuevo milenio, ¿qué sentido tiene hablar hoy de patria y civismo? ¿Hasta qué punto hoy mantenemos el pacto de entrega como el de los llamados “hombres ilustres”?
He de decir que de los festejos del centenario de la Constitución apareció una compleja historiografía cuyo revisionismo cumplió varias metas pero cuya prospectiva tardó en aterrizar el discurso casi mitológico con el que se maneja la historia del constituyente. Frente a los demasiados libros que se publicaron, faltaron aquellos que invitaran a la “revitalización del texto”. No quisiera detenerme en las posibles razones de esta cuestión. Pero creo que nuestro anfitrión que hoy nos acompaña cumple algo digno de agradecer... Gamaniel aportó no un tratado, una fórmula secreta, o una investigación sino un sapientísimo texto donde crece, se enarbola y se va desgranando lo que yo llamaría una base para la educación constitucional de México, donde su quintaesencia primera y última es lo que nuestros espacio antropológicos han denominado históricamente “Constitución política”.
Si me permiten la anécdota, déjenme decirles que yo conocí a Gamaniel no por esas búsquedas exhaustivas de personas con tus mismos intereses, que casi siempre fracasan, sino más bien por un encuentro fortuito. Ya que en el mes de febrero él me contactó por Facebook. Y no me dejarán mentirles, pero en un primer momento desconfié. Total: nos conocimos porque leyó un artículo que escribí críticamente a propósito de tumulto celebratorio de la constitución del año pasado. Coincidíamos en los planteamientos. La propuesta de aquel día de veras se cumplió (hoy).
            Como venía diciendo, que no nos quede duda que el libro que presentamos tiene un valor y éste es su aporte a la construcción de una educación constitucional. No olvidemos el muchas veces citado pero pocas veces solucionado problema de conocimiento general que la gente tiene de la CPEUM. El desconocimiento de la Constitución es tremendo. Recuerden la investigación del IIJ-UNAM donde sacaban, entretanto, esta estadística: ni siquiera el 10% de los mexicanos saben cuántos artículos tiene la CPEUM. Por mínima cultural general esto no debería estar así. Pero pasa…
Estamos acostumbrados a pensar en el legislador del constituyentes de 1917 como una persona que se alimentaba de ideales y pasamos por alto si alguno de aquellos trascendentes personajes, promulgada la constitución, se preguntaron por cómo difundir los derechos y obligaciones que pactaron. Esto es, cómo educar constitucionalmente al mexicano. Podría ser exacto, pero baste decir que muy pocos de los diputados de aquel congreso constituyente escribieron algo sobre la educación cívica nacional. Encontramos algún registro de ello en la obra de Cayetano Andrade, o en Paulino Machorro Narváez, pero sorprende no encontrarlas en Juan de Dios Borjorquez, que escribió mucho; en Ciro Ceballos, que hizo novela y crónica; en Alfonso Cravioto, que hizo poesía; en Marcelino Dávalos, que hizo dramaturgia o en Carlos Grácidas, que escribió sobre el socialismo mexicano. Con esto quiero indicar que la literatura cívica en México es poco ejercitada.
No obstante, a finales de siglo vale la pena saltar a Griselda Álvarez Ponce de León, quien en 1999 publica un libro semejante al de Gamaniel, que tituló Glosa de la Constitución en sonetos, y que publicó su sexta edición en 2014. Ella, a diferencia de Gamaniel, no fue abogada sino mujer dedicada a la república de las letras. Su libro sin duda es un precedente literario, hecho con esmero y dedicación más que con inspiración. Este hecho hace extraordinario el de Gamaniel en el sentido de que es el segundo en su tipo. Es una rara avis en la historia del constitucionalismo mexicano.
Ahora bien, ¿cuál es mi hermenéutica del libro de Gamaniel? Es un texto que traduce la constitución, usa un vocabulario en general accesible, enraizado en el espíritu constitucional, con textos que giran en torno la literalidad, cuya mirada persigue el componente métrico y rítmico subyacente en la constitución. La tentativa del autor es hablar de la constitución desde una postura poetofílica. La “piedra de sol” del libro no es otra que la constitución. El fervor del libro es crear una diferencia en el lenguaje de constitución. Recurre a la poetización. Ahí cala cierto microclima clásico e interesante. El poeta juega con las rimas. No suelta la palabra al verso libre. La ejerce en términos de cuidado silábico y semántico. El autor procura que entremos a la constitución por medio del sonido y el concepto más que con la imagen o la evocación. Cada glosa poética de Gamaniel entraña expresiones documentales. No hay ironías o sentimentalismos, hay seriedad para el destinatario. La única trama de cada poema es que condensa la densidad del artículo en cuestión. Esa es una tensión de la que hablaré más adelante. Hay pocas pausas. Su velocidad es constante. La distribución de los poemas es idéntica en todos: cada poema son cinco cuartetos generalmente octosilábicos, aunque varía en términos métricos. No hay nada encriptado. El autor de hecho nos ayuda a comprender el registro constitucional, es esa su premisa de fondo.
Así pues, el libro de Esparza Verduzco propone una introducción al contenido de la CPEUM. El autor es un convencido de que la educación constitucional es un motor de transformación. Ese es el gran desafío que maneja. Me parece rescatable conocer la constitución sin pedanterías abogadescas. Este libro lo intenta. Actúa más como propedéutico que como prolegómeno. Por eso, este mismo libro debería sacarse de las librerías y colocarse en las plazas públicas, en escuelas, en comunidades, etc., para evitar el proceso psicosocial de elitizacion de la lectura y de la interpretación, sin caer, digamos, en el extremo del talmudismo y del luteranismo en términos de lectura. Esto lo menciono sin entrar en detalles de la función de la SCJN. Gamaniel nos debería contar al respecto qué ideas tiene para llevar lejos el libro, más allá incluso de las mil y un presentaciones.
En la última versión que Gamaniel nos entregó varios de sus presentadores coinciden en que la poesía puede ser un medio para alcanzar un objetivo. Salvador Jara Guerrero, Medardo Serna González y José Elías Romero Apís, ponen de manifiesto el valor de esta obra. Lo que también cabría poner de manifiesto es la linealidad del libro: pues sabemos bien dónde inicia y dónde termina cada poema. En mi apreciación, pese a que no haya una contingencia textual que poco a poco encamine a la imaginación patriótica, no obstante ahí reside una posibilidad, porque lo bueno del libro es que no exige conocer la última moda, el último respiro de ciertas tradiciones poéticas. Y hoy sabemos que lo transgénero también ya se plantea en los géneros literarios. Precisamente el cardiograma actual de la literatura responde una hibridación discursiva. En todo caso, quien abra el libro de Gamaniel evite preocupaciones de orden, póngase cómodo y empiece, ya que se puede arrancar desde cualquier parte, así sea desde el pulsante artículo 3, 27 o 123 o donde guste, siempre y cuando lo lea todo.
Lo quiera o no, el libro está bajo la mirada de quienes estudiamos el “documento” constitucional pero también en quienes lo resienten. El texto puede leerse con esa óptica. Es necesario no prescindir del cuestionamiento perpetuo. Porque más allá de las definiciones canónicas de constitución, en términos literarios, la constitución es un libro espejo… pero con expectativa imperativa, esto es, les ahí lo que fuera del plano narrativo quisieras que pasará, y aquí hablo estrictamente de la politización de cierto humanismo mínimo. Y en efecto, al hablar de la poética de Gamaniel hay que plantear los alcances de esta tensión.
Desde luego la glosa de la constitución se hace desde una posición determinada. Al pensar en el sugerente panfleto de Jerry Urbieta intitulado Iuréfrasis (Ediciones y Punto, 2016, 57 p.), donde trata de glosar la Constitución mexicana en base a sus incumplimientos, es justo el contraste al que me refiero pone en tensión la posición de Gamaniel al escribir su obra. Es una discordia más que narrativa. Con todo y eso, la voz de poeta, esa voz que da un registro tonal a la escritura, me resulta a veces problemática en la medida que la encuentro poco. Escasos poemas sacan la voz del poeta. Esto es quizá un artificio del autor. Con esta perspectiva de la escritura queda en tensión, digámoslo así, mi constitución. En paralelo, por razones casi ontológicas, este libro no se constituye de lo onírico pero en cambio de la obra sale una preocupación que nos quita el sueño: que no se cumple la CPEUM como idealmente está proyectada. Esa es, por decirlo con términos futbolísticos, la tensión que cubre la cancha de la constitución.
La ética de la escritura es una labor que el autor no esconde. Para nada. Algo elemental de la obra es que economiza el lenguaje. La prueba documental –y, espero, también, testimonial– es que el autor haya elegido darle sentido a cada artículo sólo con 5 estrofas de solo 4 versos cada uno. Acaso el punto de vista del autor es comprometer el valor de la Constitución desde lo breve. Ser breve para llegar, esa es la divisa. Frente a la catástrofe de la mediatización sociocultural de hoy por hoy, el estilo de esta obra sabe sintonizar con dicho estilo en base a lo breve. Pues ¿por qué el autor no hizo una glosa o un comentario casi escolástico de cada artículo? […] Además de que a una editorial como Plaza y Valdez no creo que le interesara, no creo que a Gamaniel le parezca atractivo el género ensayístico quizá por el impacto.  Si te chutas todo el libro quedas situado ante dos horizontes: deseas más brevedad o de plano mejor buscar el rigor de la técnica jurídica llena de antipoesía.
Ya con esto termino. Al leer esta obra, no hay que olvidarnos del compromiso del poeta. Recuerden las concepciones de Nietzsche o Benjamín donde el poeta es voz de la historia y el porvenir. Por tanto, de compromiso. En mi caso, no me alejo tanto de esa concepción. Por eso como decía al principio, estamos en las cimas de la “esperación”, en busca de la norma perdida, pensando no tanto en quién saldrá ganador del campeonato de Rusia 2018, sino en las vísperas de una histórica elección que ha puesto, pone y pondrá en juego la Constitución. Por eso, Gamaniel, creo que esto que has escrito –y nos permites comentarlo– fomenta el conocimiento de la constitución y, por qué no decirlo, también abre camino para su imprescindible crítica cotidiana para todos los mexicanos.
¡Muchas gracias por su atención!

Por Ramsés Jabín Oviedo Pérez. A 8 de junio de 2018 en la Facultad de Filosofía de la UAQ.