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miércoles, 9 de mayo de 2018
In memoriam... Marx y su concepto de hombre
Resumen: El presente trabajo intenta ofrecer
una exposición general de la idea marxiana de hombre. Para tal cometido será
menester explicitar cómo se aproxima el marxismo ante el problema del hombre;
prestando atención a la noción de «alienación» o enajenación como fundamento
del concepto marxiano de «hombre». Igual de importante será atender al problema
de la vindicación humanista de Marx, lo cual permitirá desembocar al circuito
argumental de los derechos del hombre.
Palabras
clave: Antropología filosófica, historia, condición humana, marxismo.
Por: Ramsés Oviedo Pérez
Introducción
Actualmente se agudizan las
«crisis humanas» y de ahí surge la necesidad de un referente teórico capaz de brindarnos una explicación de la
«naturaleza humana». Para estos efectos, el problema en cuestión tiene una
pluralidad de tratamientos que logran perfilarse de modo dialéctico. Para
precisar qué referente sea más abarcador que otro habría que suponer no solamente que son teorías
rivales, sino que responden a diferentes coordinadas teóricas para posicionar
su respuesta ante la pregunta milenaria: ¿qué es el hombre?
No por azar Platón,
Aristóteles, Darwin, Marx, Freud, Sartre, Skinner, Lorenz, entre otros, han
respondido a lo que sea la «naturaleza humana». Habrá que considerar que
diferentes perspectivas acerca de conducen a distintas conclusiones sobre lo
que debemos hacer y cómo debemos hacerlo (Stevenson, 1995: 16). Aun cuando
parte de sus concepciones coincidan en algo (como cristianismo y marxismo en su
referencia a la historia), no obstante hay diagnósticos teóricos difícilmente
compatibles (como las justificaciones del mal humano). Aun así, no siempre es
fácil determinar qué autor consolidó «mejores» investigaciones teniendo en cuenta,
desde luego, que una adecuada interpretación de cada uno permita arrojar luz
(en el mejor de los casos) sobre un tipo de crisis humana contemporánea (cf.
Ferrater Mora, 1983: 178-207). El carácter de este supuesto hace posible
recurrir a uno tan eminente como Karl Marx.
En este ensayo se
presupone determinada «crisis humana» en nuestra época, pero aplicando el
análisis especialmente, pero no exclusivamente, de lo que concibió Marx como
«hombre», ya que en él concurre una crítica del concepto aludido. Por
consiguiente, intentaremos ofrecer una exposición general de la idea marxiana
de hombre. Para tal cometido será necesario explicitar cómo se aproxima el
marxismo ante el problema del hombre (§ 1); para después atender a la noción de
«alienación» (o enajenación) como fundamento del concepto marxiano de «hombre»
(§ 2). Pero también será muy importante considerar la vindicación humanista de
Marx (§ 3), lo cual permitirá desembocar a la crítica de los derechos del
hombre (§ 4) de Marx.
Frente
a un gran problema
Pues bien, el concepto de
«hombre», en la medida que posee una legitimidad filosófica, ocupa un papel
importantísimo en la problematización de cualquier «filosofía sistemática». Por
ello no es indiferente saber que la pretensión sistemática de Marx incidió en
el desarrollo crítico de una idea de
hombre. Es de notar que la fundamentación de su idea de hombre se articula
teóricamente en una «antropología filosófica». Y es cuestión de la «filosofía
del hombre» ofrecer una explicación multilateral
del hombre (Gouliane, 1970: 12). En ese sentido, la categorización del hombre
tendría que hacerse consistir no ya en un reduccionismo de cualquier tipo (v.g.:
biologicista, antropologista, sociologista, economicista, &c.), sino en
reconocer la complejidad subyacente en el objeto mismo del hombre.
Ahora bien: ya insinuada
la relevancia filosófica del «hombre» en Marx, queda basarnos en una totalización dialéctica (en vez de
sistematizar defectuosamente sus ideas antropológicas) que, en tanto aviene un
«proceso de ajuste de las partes llevado a efecto por la aplicación de un
esquema del todo» (Bueno, 1970: 100), sea capaz de instruirnos la parte
totalizante que problematiza la filosofía del hombre marxiana. En el caso
marxiano, resalta que su contribución al conocimiento psicológico tuvo sus
irreconocibles descuidos, como la dispersión, tergiversación y anticipación
(Fromm; Burlá, 1968: 3). Pero el concepto de «naturaleza humana» (o de «esencia
del hombre») atraviesa de cabo a rabo la obra de Marx. Así, por ejemplo, en sus
Tesis sobre Feuerbach (1845)
pertrecha una definición de la «naturaleza del hombre en general», y dice: «la
naturaleza real del hombre es la totalidad de las relaciones sociales». El
vigor de esta tesis, no obstante, podría notar un esquema formalista en cuanto
envuelve una totalización dialéctica correspondiente a la sustantivación del
hombre como ser económico. Será un
hecho que en su concepción del hombre se subsume, puesta en guardia, una
concepción determinista de la Historia. Desde luego, la «filosofía de la
historia» marxiana supone –casi hegelianamente– que la Historia, a través de
sus múltiples etapas económicas, conlleva inmanentemente al progreso del «comunismo». No faltará
decir que la función del hombre implica desencadenar las condiciones de
posibilidad para una revolución social.
Tal tesis sin duda ha sido radicalizada en muchos puntos.
Esta idea, en efecto, va
detrás del pensamiento marxista. Profundizando en ello encontramos que el
hombre se ha organizado a sí mismo dentro de muchos tipos de sociedad con
distintos modelos socioeconómicos. Lo que implica que el hombre es un ser histórico
que transforma a la naturaleza porque es capaz de conocerla; y, en tanto la
comprende, se transforma a sí mismo
transformando a la naturaleza. El propio John Lewis, que fue un estudioso de
Marx, glosa así esta cuestión:
El
hombre aparece como la criatura que aprende a entender, manipular y alterar su
medio ambiente, en lugar de [...] adaptarse a sus presiones. El hombre es el
que hace y utiliza la herramienta [...] es la primera criatura que produce sus
propios medios de subsistencia, que siembra y cosecha [...] Así como crea su
medio ambiente conforme a sus necesidades, así crea su mundo. Él y su mundo [...] evolucionan juntos. Por
consiguiente no es creado a imagen y semejanza de Dios [...] sino que se crea a
sí mismo como crea su historia (1973: 143).
Lo importante es que la
estructura organizativa en la historia humana no es esencialmente la misma en
su despliegue, sino que la propia historia atestigua la extraordinaria
capacidad del hombre para el cambio. Ahí radica el valor de la praxis humana. La naturaleza social del
hombre sin duda Marx la enfatizó en las labores productivas, en el trabajo: la
«producción» es, tanto en su contenido como en su forma, actividad y consumo
social. Pero el caso de organización que Marx criticó sobremanera fue el
sistema de relaciones sociales que dio la aparición del «capitalismo». Porque las
condiciones de producción del capitalismo imponen una explotación abierta, directa,
descarada, brutal, &c.
La repercusión que tiene
en la concepción del hombre descubre no tanto que el hombre se diferencia del
animal (no humano) por los medios de subsistencia que crea, sino que genera un
modo de conceptuar la naturaleza humana en función de las relaciones sociales
que inherentemente le define por el capitalismo. Y es que en el desarrollo
capitalista los problemas de mercado, comercio, industria, &c. suponen la
reorganización de las relaciones sociales (no tan afables para el socialismo).
Al mismo tiempo deja permear un nuevo marco socioeconómico que velará por
determinada ideología. En realidad, diría Marx, «el capitalismo fue establecido
cuando los grupos conectados con el desarrollo de la industria maquinizada, con
sus nuevas demandas, nuevas ideas y valores, conquistaron el poder político y comenzó la reconstrucción de la
legislación y las instituciones» (ibid.:
151-152; subrayado mío). Ante esto, es imposible no tomar en cuenta una idea
tutelar del marxismo, que es la idea de «alienación», en cuanto es la condición
real y concreta del trabajador visto –en las inmoralidades de una clase
dominante– como mero objeto que se cosifica.
Ahora pasemos de manera esquemática a la teoría de la enajenación marxiana.
El
aspecto de la alienación
El concepto de
enajenación de Marx, sobretodo el de los Manuscritos,
procede de Hegel y de Feuerbach. A partir de ellos Marx desarrolla la idea de
un concepto político-social de enajenación (Entfremdem)
o alienación (Entäussrung). Esta
procedencia, aunque podría refrendar a toda vez una deuda, no obstante mantiene
deslindes teóricos tanto de la filosofía hegeliana como de la feuerbachiana.
Así, si deseásemos manifestar un cuadro comparativo que connotase las distintas
formas de concebir la enajenación entre Hegel, Feuerbach y Marx, acaso nos sirva
el propuesto por el reconocido marxólogo Sánchez Vázquez (2003: 81):
[criterio↓/autor→]
|
HEGEL
|
FEUERBACH
|
MARX
|
1. Sujeto de la enajenación
|
El
Espíritu
|
El
hombre
|
El
obrero
|
2. Actividad en que se enajena
|
Espiritual
|
Actividad
de la conciencia
|
El
trabajo
|
3. Carácter de esta actividad
|
Teórica
(auto-conocimiento)
|
Teórica
(conciencia de sí)
|
Práctica
(acto de producción)
|
4. Objetivación
|
Universal
(en la cultura, historia, &c.)
|
En
Dios
|
En
los productos del trabajo
|
5. Relación entre objetivación y
enajenación
|
Toda
objetivación es enajenación
|
Existe
una objetivación no enajenada
|
No
toda objetivación es enajenación
|
6. Superación de la enajenación
|
Al
cancelarse toda objetivación
|
Al
cancelarse la objetivación religiosa
|
Al
abolirse la propiedad privada
|
7. Valor de esta categoría
|
Positivo
|
Negativo
|
Negativo
|
Evidentemente, estos
filósofos reconocen precisamente la Idea de enajenación como puntal en sus
respectivos sistemas. Por caso, Hegel la concibe para explicar el desarrollo
del Espíritu; Feuerbach, para conceptualizar su crítica de la religión; Marx,
para explicar las contradicciones de la economía política. En cualquier caso,
las convergencias y divergencias, en virtud de nuestros fines indagatorios, no
hace falta enfatizarlas. Pero sí resulta necesario remarcar que, para Marx, «la
alienación no es ni metafísica ni religiosa, sino realmente social y económica»
(Stevenson, 1995: 74).
Lo que permite apuntalar
las fuentes críticas de la teoría marxiana de la enajenación es, en rigor, un
«hecho económico» de grandes ecos para la economía política. Se trata, desde
luego, de la triunfante cosificación
del obrero. De modo más explícito: cuanto más riqueza produce el obrero éste
más empobrece; cuanto más mercancía crea el obrero tanto menos es su valor como
mercancía; incluso, cuanto más se valoriza
el mundo de las «cosas» más se desvaloriza
el mundo de los hombres (como lo recuerda Sánchez Vázquez, 2003: 82). El
trabajo enajenado, en tanto hecho socioeconómico, da cuenta de la privación de
lo producido por el trabajador (justificado por un bestial trabajo asalariado). Y pese a que el producto
sea –a juicio de Marx– la objetivación
del trabajo, esto no obsta para resarcir la pérdida
del objeto: la enajenación es –en uno de sus tantos aspectos– una relación de extrañamiento entre el trabajo y su
producto. Esta forma de alienación es un hecho concreto de la existencia
socioeconómica de una sociedad capitalizada a grado tal que afecta la vida
social de un cuerpo institucionalmente político. En una sociedad aburguesada se
acentúa la división de «clases sociales». Lo imprescindible para trascender los
defectos de la vida enajenada ha de hacerse consistir precisamente en la
supresión de la clase dominante y la clase dominada. Por ende, la alienación se
trata de una fase histórica deshumanizadora que debe ser «superada».
Por eso mismo, una
sociedad capitalista que se devanea comercialmente pensando en crear nuevas
inversiones de capital, no podrá subsanar con sermones la deshumanización que
conlleva una vida social sujeta a la avidez de dinero, &c. Precisamente hay
que considerar que en sus Manuscritos de
1844 Marx exhibe un interés por el concepto de alienación. Ahí llega a sostener
muy señaladamente que la causa real de la alienación es el sistema capitalista.
La enajenación se profundiza en la sociedad capitalista. Según Bartra la
alienación se muestra en tres planos:
a)
Como un conjunto de idea, actitudes y
sentimientos enajenados que se presentan como creencias en situaciones
fantasiosas, o como sentimientos de impotencia, &c.
b)
Como un comportamiento social enajenado
que se presenta como una conducta sumisa ante el orden establecido, &c.
c)
Como estados psicológicos (individuales o
colectivos) enajenados que se presentan en forma de psicosis y neurosis,
&c. (1973: 66-67).
Debido a que la
enajenación desborda el campo socioeconómico de una clase explotada, la
alienación tiene un peligroso desarrollo que debe quitarse con la abolición del
monopolio de clase de los medios de producción. Aun si algunos consideran que
la enajenación es un fenómeno de «desadaptación», en realidad el «temperamento
revolucionario» (cf. Plamenatz, 1986: 230-240) siempre implica la insumisión a
esa forma de «adaptación». La situación que se torna peligrosa es el fetichismo de la mercancía, porque lo
que tarda en decodificar dicha enajenación es que las relaciones entre las cosas (o mercancías) en realidad
expresan relaciones entre hombres.[1] Su significación inmoral
es que el hombre se convierte sólo en un «juguete de las fuerzas alienadas» (dixit Marx). Por lo demás, la mercancía
manufacturada se somete al proceder adquisitivo
de producir, distribuir y consumir, donde lo que se busca normalizar y
normativizar es la apropiación individualista del objeto (cosa o «persona»).
En consecuencia, el
fetichismo se interpone; pero es no es todo: porque depaupera física y
espiritualmente al obrero (y no exclusivamente a él). Es importante saber que
Marx reivindica la despersonalización
del hombre que está inmerso en la alienación capitalista, frente a la que
sostiene que si la alienación creciente
es superada por un proceso de alienación decreciente
será factible la realización de las potencialidades humanas. Como dice Lewis:
«Marx consideró el cambio como el único modo de crear condiciones dentro de las
cuales es posible vivir una ética genuina, esto es una existencia genuinamente
humana» (1973: 160). Tal es la base principal que convendrá interpretar –dicho
en sus generalidades– como la punta de lanza de lo que se puede llamar
«humanismo marxista».
Humanismo
y marxismo
Es sabido que Marx no
escribió ninguna obra consagrada sólo a los problemas de la filosofía moral. Con
todo aplomo intelectual, Kamenka advierte que Marx en ninguna parte analiza
críticamente «el significado de los términos morales o el fundamento de las
distinciones éticas» (1972: 23). Pero el hecho de que no hallemos un
tratamiento explícito de filosofemas éticos en la obra marxiana; y aún más,
por la discurso de Althusser sobre un «antihumanismo teórico de Marx», de
ningún modo significa que el propio Marx no los suponga. Por eso, no es
necesario añadir más leña a una disputa persistente sino mostrar el fundamento
«humanista» del pensamiento marxiano. Pues bien, el problema del humanismo en
Marx –con todo y que para Foucault el humanismo haya sido una especie de
prostituta en el pensamiento occidental– tiene una relación con la crítica de
las formas de la vida alienada (capitalismo, religión, &c.) como lo
inquirió en sus Manuscritos:
El
ateísmo –nos dice Marx–, en cuanto transustanciación de Dios, es el
advenimiento del humanismo teórico;
el comunismo, en cuanto transustanciación de la propiedad privada, es la
reivindicación de la vida humana real como propiedad del hombre, o sea: es el
advenimiento del humanismo práctico.
[...] el ateísmo es Humanismo obtenido, cual por intermediario propio, por la
transustanciación de la religión; el comunismo es humanismo alcanzado, cual por
intermediario propio, por transustanciación de la propiedad privada. Solamente
por transustanciación de tales intermediarios [...] vendrá al ser el Humanismo positivo (cit. en García
Bacca, 1985: 73; énfasis nuestros).
Debiésemos destacar que
el término «transustanciación» (Aufhebung)
es, con todo el peso de su connotación teológica, una acción dialéctica: es el
cambio total de una cosa en otra
cosa. De ahí que los humanismos referidos por Marx (teórico, práctico y
positivo) tengan el plan de transustanciar «objetivaciones del hombre» (trabajo,
religión, moral, &c.) por otras centradas –pese a su utopismo– en una emancipación
humana (intrínsecamente relacionada con la superación de la alienación). Puede
suponerse que Marx establece un nexo biunívoco entre humanismo y emancipación
naciente de su teoría comunista, sólo que los poderes que obstaculizan el
despliegue de las fuerzas propias del hombre ponen a prueba toda posible desalienación. Las formas de
emancipación (negadora de Dios y de la propiedad privada) que subraya Marx son
el ateísmo, comunismo y humanismo positivo. Tanto el ateísmo como el comunismo
son necesarios para la emancipación del hombre tanto a nivel teórico (aunque la
filantropía del ateísmo sea abstracta y filosófica) como a nivel práctico (que
busca la filantropía efectiva del comunismo real).
Tal y como sostuvo Marx, ateísmo
y comunismo son el advenimiento real de su esencia –la del hombre– en cuanto
real y realizadora. Porque la propiedad privada tiene efectos antropológicos
negativos que, de ser superada por un comunismo que no sea grosero o meramente
político, puede concretar al hombre rico
y total [sic], a ése que da sentido a todas las potencialidades humanas. El
comunismo que defiende Marx es el que se caracteriza por superar positivamente
la propiedad privada en cuanto enajenación humana, y como apropiación real –sin
desconcertantes extrañamientos– del
ser humano por y para el hombre; un comunismo, en definitiva, que solucione el
problema de la «historia» (en la acepción marxista). Es una ambición que, como
se relaciona con la transustanciación de los fenómenos religiosos, morales,
jurídicos, &c., busca descubrir al hombre teórico. Al criticar la objetivación de este humanismo teórico da
pie a probar los derroteros inhumanos de la economía burguesa. Será necesario
que mientras el hombre asuma sólo teóricamente su humanidad, se transustancien
verdaderamente todas las objetivaciones del hombre (Dios, moral, mercado...) en
una humanidad práctica.
En Marx, adviértanoslo,
el proyecto tendente a ese humanismo práctico define al comunismo así: «el
comunismo, en cuanto transustanciación de la propiedad privada, es la
reivindicación de la vida humana real como propiedad del hombre». Pero sucede
que, pese al perfilamiento del humanismo práctico, hay una cuestión ideológica
que sesga en la práctica precisamente la realización plena del humanismo
positivo. Se trata del empeño que tienen los «derechos del hombre» en el sujeto que es capaz –como se adujo– de
transustanciarse de individuo natural en hombre práctico. Si así lo
interpretamos surge esta cuestión: ¿qué papel tienen los «derechos humanos» en
la crítica de Marx sobre al capitalismo entendido éste como un sistema inhumano
de relaciones sociales?
Marx
y los derechos del hombre
La cuestión de los «derechos
del hombre» –como término del vocabulario jurídico-político– es un tema muy
punzante en Marx (como en cualquier
sistema jurídico que admita su relevancia política y ética). Pues el hecho de condenar,
como lo hizo Marx, a los Derechos del hombre porque idealizan un estado de
cosas inhumano, y porque actualizan una abstracción del hombre, es una idea que
va contra el enfoque común y vulgar de los «derechos humanos». Pero aquí
convendría tener presente que para Marx la afirmación de los Derechos del
hombre es una afirmación eficientemente ideológica
(Bourgeois, 2003: 103). La raíz de esta negación se produce por el sentido que
le da Marx a la «función histórica» de los Derechos humanos. Al hacerse cargo
de una crítica de los Derechos humanos Marx procura pensar «filosóficamente»
los Derechos del hombre.
El discernimiento de las
determinaciones ideológicas de los Derechos del hombre se perfila más por su estatuto político que por su contenido político. De ahí que, el papel
político de los «derechos», supuesto que los forja un Estado, puedan sustantivarse
en un sentido absoluto. Sentido que toma su fundamento político como querer puro del hombre sustantivado
universalmente. Esto implica que los Derechos humanos, debido a su exaltación
universal, aferren al Estado como propiamente político. Pero como obsta la
fundamentación iusfilosófica de esto, hay que tener claro que para Marx el Estado
político es la efectividad del Estado cristiano. Y es que, como explica
Bourgeois, «el Estado político, laico, ateo, democrático, realiza de manera
efectiva el fondo humano que el cristianismo expresa de manera ideal» (ibid.: 104). La teoría marxiana del
Estado sostiene que, pese a que haya una idealidad ipso facto irrealizable sobre el ser humano, sin embargo el Estado
cristiano tiene necesidad de mediatizar su trasfondo humano en creaciones que
sean en verdad humanas (Marx, 1988: 360).
Cabe destacar, a este
respecto, que el libro de La cuestión
judía de Marx define su concepción de los Derechos del hombre. En ella –bajo
el tema de la emancipación política de los judíos– aduce que los Derechos, al
proclamarse en su origen privilegio del Estado cristiano («el privilegio de la
fe es un derecho universal del hombre»), deben ser negados absolutamente. Con
eso Marx pretende develar el fundamento teológico que encubre la función declarada
de los Derechos. O en otras palabras: Marx quiere decir que los Derechos están
empañados de un cuño teológico. Y al considerar a la religión como una forma de
vida alienada, la negación marxiana de los Derechos del hombre insta a rechazar
el contenido de tales derechos. Debemos
profundizar en que la crítica marxiana afirma que los derechos del «burgués» no
son los derechos del hombre. De ahí
que los derechos no expresan la «soberanía del hombre» sino la «soberanía de la
propiedad». Por el hecho mismo de oscurecer la propia libertad que busca, agudiza su carácter contradictorio. En ese
sentido, Marx arguye que los derechos que supone el Estado moderno tienen su
base en la esclavitud antigua:
Se
ha demostrado cómo el reconocimiento de
los derechos humanos por el Estado
moderno tiene el mismo significado que
el reconocimiento de la esclavitud por
el Estado antiguo. En efecto, así
como el Estado antiguo tenía como fundamento natural la esclavitud, el Estado moderno tiene como base natural la sociedad burguesa y el
hombre de la sociedad burguesa (Marx, 1958: 179).
Esta concepción destaca
la premisa de que los Derechos no son
innatos al Estado moderno, sino que derivan de un proceso histórico de
formación socioeconómica que se fija realmente en una sociedad aburguesada. De
ahí la reivindicación de Marx sobre los derechos reales en un estrato social no necesariamente politizado. Su teoría
es que cuando el hombre individual haya reconocido sus fuerzas propias como
«fuerzas sociales», y no siga subyugado a la fuerza política, sólo entonces
podrá realizar su emancipación realmente
humana. Esto todavía requiere saber que, en conjunto, su teoría de la
emancipación remite a su teoría de la alienación. Pero esté presente que la
proclama marxiana no es, en definitiva, el individualismo que detenta la
sociedad moderna, sino la reconstrucción comunista
–aun siendo una «idea fuerza»– del género humano.
En relación a los
derechos del hombre, esa negación de cuño comunista (que supone la negación de
la propiedad privada) se apoya en que la asunción de los derechos del hombre
manifiesta el ser negativo del
proletario. Ahí la cuestión es que los Derechos del hombre guardan una raíz
ideológica dada por la burguesía. En todo caso, la crítica marxiana de los
Derechos del hombre insiste en que los Derechos del hombre aparecen como
justificación ideológica de la determinación política del burgués. Lo cual
obsta su aparición en la praxis proletaria. Tal destino hace imposible la
realización positiva del proletariado. Lo decisivamente importante es que los
Derechos del hombre fundamentan la ideología del Estado. No habría que dudar
eso sabiendo que el Estado objetiva el interés común de una clase dominante a
través del trabajo. Esto implica que
el Estado recurra a algo que afirme el derecho universal de los individuos, aun
cuando sea la propia burguesía quien se encargue de negar dicha universalidad.
Consideremos ahora que,
no obstante el destino histórico-político
de los «Derechos del hombre», Marx presenta a la libertad y la igualdad como
«derechos» propiamente (tanto en sus Esbozos
como en el libro primero de El capital).
Esta resolución se da a sabiendas de las condiciones económicas del intercambio
mercantil en la producción burguesa. Pues el intercambio económico iguala en su forma a los sujetos al
tiempo que se limita por el reconocimiento de la libertad singular de cada quien (Bourgeois, 2003: 116). Sin
embargo, para Marx hay una contradicción en el intercambio mercantil que
consiste en el usufructo laboral del obrero. En tanto el capitalista le despoja
de sus condiciones de producción al obrero, no cabe duda que la supuesta
igualdad y libertad terminando siendo desigualdad y despotismo. Seguramente por
eso Marx (1988: 189) apeló a la imagen del Edén para cavilar que ahí sólo reina
la libertad, la igualdad y la propiedad. Pero Marx no quita la atención en
esto: y es sobre la cuestión teórico-ontológica de que los Derechos del hombre,
en tanto las relaciones sociales de producción, permiten la realización de los
individuos reales. Y lo es porque los derechos presentan la individualización del ser social en su
sentido práctico-político. Los derechos, si acaso priorizan la individualidad
de cada quien, entonces tienen la necesidad de conocer las relaciones sociales de los individuos. A pesar de eso,
el gran problema es que, aun cuando la gran masa de fuerzas productivas dé
cuenta de las relaciones sociales, no obstante, esa propia praxis condiciona
toda su individualidad humana.
Por lo anterior, ¿sería
posible que el proletariado sea el material apropiado del que surja la norma
absoluta del derecho? La respuesta es embarazosa. Empero, Marx considera que la
praxis inmediata es la de individuos
necesitados que, por mor del sufrimiento original que mediatiza su praxis
laboral, pueden medir su «ser» con su derecho
a ser y con la fuerza de un individuo revolucionario. Puesto que el
condicionamiento socioeconómico del individuo no es determinante sino en la medida que sus necesidades se mediatizan por un acto «libre». El
contexto socioeconómico de una sociedad aburguesada crea condiciones que, por
oponerse a toda forma de igualdad, han de trascender en el proletariado (aunque
no sólo en él) como el aspecto justificado para una rebelión contra ese orden
imperante.
El condicionamiento inhumano de las relaciones sociales no
puede transformarse totalmente a no ser que presente una fuerza productiva digamos
revolucionaria. En esa situación no es necesario sólo prescribir un
«temperamento revolucionario», sino que, antes que nada, exige concebir el
sentido del comunismo como una fase
necesaria en la evolución de la emancipación humana. La propia miseria del
proletariado ha de asumir, según Marx, la lucha de vida o muerte con tal de
recuperar su propio ser [...] La desalienación
que supone esta reivindicación pretende dar cuenta de que el trabajador no es
un simple ganapán; y que a través del acto revolucionario se niega la negación
de sí mismo en vista de una vida alienada. Así, desde la negación de su
individualidad vive la negación de sí mismo. La negación de la negación en Marx
se concibe como positividad
(potencia).
Asimismo, podemos decir
que los Derechos del hombre, si abstraen la identidad universal que genera la
negación de sí, no satisfacen las fuerzas productivas de los individuos
revolucionarios. Y es que si la existencia es lo que debe de asegurar el
individuo revolucionario, debe identificarse
vitalmente con la necesidad de su valentía, del sentimiento de su dignidad y
más. En cuanto el acto revolucionario busca negar las relaciones sociales que
lo enajenan posibilita el desarrollo real de la libertad y la necesidad; pero,
sobre todo, en tanto es un acto de la conciencia social del revolucionario,
hace posible que su individualidad humana se objetive como la conciencia de su derecho.
Para redondear todo este argumento Bourgeois acierta de manera muy condensada, diciendo:
Resulta
por lo tanto muy claro que el rechazo definitivo de Marx a la ideología de los
Derechos del hombre, no significa de ninguna manera que su teoría materialista
de la historia social aniquile el principio de una afirmación real del derecho de los hombres en tanto que individuos. La razón que lo lleva a
denunciar los Derechos del hombre es la misma que lo mueve a exaltar [...] la
libertad absoluta en la necesidad absoluta [...] En su misma praxis, en las múltiples caras de su
firme compromiso político, el hombre condenó el formalismo hipócrita por el
cual los Derechos del hombre niegan los valores “morales” en los cuales
pretenden fundamentarse [...] porque una vez liberada del moralismo
falsificador o ilusorio, la moral accede a su verdad en la lucha histórica, la
única que, según Marx, puede realizar su objetivo universal (2003: 130-131).
En definitiva, no convendría
reducir la aportación de Marx como una postura ambigua, según veía Atienza
(1982), sino que como una propuesta de gran valor en la crítica de los derechos del hombre.
Conclusiones
Aunque el
desarrollo triunfal del marxismo tuvo un peso ideológico, y un enorme peso
teórico en innumerables investigaciones sociopolíticas (aun para la llamada
«metapolítica»), es bien cierto que sus bases para la elaboración de una
filosofía del hombre no h7abría que
distanciarlas pero sí distinguirlas de un presupuesto fundamental, a saber: que
el hombre se define en función de la totalidad de sus relaciones sociales. La
tesis sigue siendo polémica. Pero ante la pluralidad de ofertas teóricas que se
ofrecen actualmente, consideramos prudente un fuerte consejo de Norberto Bobbio
(2001), de evitar todas las desmesuras propias de marxolatría o marxofobia, en
esa medida podremos dar cuenta de los detalles que le faltaron estudiar a Marx.
Para ello hay que volver a las fuentes (aunque no podamos dejar de lado la
morosidad de las teorías). Es historiar, en el fondo. No está todo dicho.
Par evitar el
revisionismo light, hay que ver en
Marx una alternativa capaz de esclarecer el subsuelo de los problemas
sociopolíticos del presente. Encontrar esa filosofía que buscó el humanismo
teórico, práctico y positivo de Marx, es justamente una pauta para repensar el contexto del hombre moderno,
posmoderno, o transmoderno, sea en nuestra Latinoamérica o en donde sea. Por
eso vale la pena volver a considerarlo hoy a 200 años de su nacimiento. ¿Qué
cosas hubieran pasado sin Marx? En
fin, si se acepta este contrafáctico seguramente las construcciones sociohistóricas
serían muy otras. ¿Ustedes han imaginado algo distinto? Gracias.
Referencias bibliográficas:
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Manuel (1982), “Marx y los derechos humanos”, Cuadernos de la Facultad de
Derecho, vol. 1, pp. 15-33.
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STEVENSON, Leslie (1995),
“Marx: la revolución comunista”, en Siete
teorías de la naturaleza humana, Catedra, 19ª ed., Madrid.
[1]
Precisamente
de tal fetichismo Marx gestó una «teoría del valor» que, no por flojera sino
por espacio, no desarrollaremos aquí.
martes, 8 de mayo de 2018
Propuestas de un candidato futurista
II. El clima
La finalidad del proyecto “El clima” es simple: ustedes votarán por el clima que deseen cada día. Debo aclarar que esto sólo surtirá efectos en nuestro territorio, sin afectar a las alcaldías vecinas.
Somos conscientes de que el clima, aunque acostumbrados ya a sus indeterminaciones, suele causar impacto en el desarrollo de nuestras actividades. Por ejemplo, los vendedores en los diversos tianguis de la demarcación dependen mucho del clima, y también los consumidores: si llueve, será un mal día para surtir y vender lo que se requería. Así mismo, el frío puede ser violento: los infantes, así como los adultos mayores, de nuestra sociedad tienen mayor probabilidad de enfermar. De igual manera, las altas temperaturas también tiene sus inconvenientes, los “golpes de calor” y la insolación no tienen que minimizarse. Es por ello que trabajaremos en la colocación de una cubierta, la cual se expandirá a grandes alturas y, como lo dije, sus efectos sólo atenderán a nuestro territorio.
Esta cubierta contiene la tecnología suficiente para aprovechar la energía solar, eólica y, también, para poder filtrar el agua pluvial. Ahora, ¿cómo es que vamos a elegir el clima? Utilizaremos el mismo sistema de retina, y los votantes principales serán los residentes en este territorio. También podrán votar quienes vengan de otra alcaldía vecina a laborar a nuestra demarcación, pero para ello se requerirá la justificación de su empleo y su horario, ya que si su trabajo sólo es de lunes a viernes, esos son los únicos días que serán votantes. Nadie más podrá votar respecto al clima. Si en alguna ocasión llegásemos a tener la visita de algún político considerado como importante –o alguna figura internacional-, el clima seguirá dependiendo de la elección: nadie, ni ningún título social o de otra índole, le dará peso a la elección, salvo por el asunto de la regla de la mayoría.
Sabemos que tenemos zonas de siembra y cosecha, les decimos a quienes trabajen esas tierras que no tienen que preocuparse por las decisiones del clima: la cubierta estará diseñada para que su zona cuente con el mejor clima posible para que la cosecha esté garantizada. Cualquier hecho que ponga en riesgo su campo y esté vinculado con algún defecto de la cubierta, será atendido de inmediato. Sin embargo, estaremos exentos de responsabilidad si el riesgo fue por manipular o no tomar las medidas necesarias para el cuidado del campo por parte de los agricultores.
En caso de pedir climas poco favorables para todos, tales como los polares o muy cálidos, se pedirá que justifiquen su elección. Si las razones expuestas carecen de argumentos sólidos, se anulará el voto. Se podrá ratificar la anulación de dicho voto, y entonces nuestros especialistas en asuntos relacionados con el clima llamarán para discutir de manera directa si acaso la solicitud de verdad tiene implicaciones interesantes socialmente o algún impacto benéfico en la vida de las personas: lo que se exprese en la videollamada será escrito y pasará a ser del conocimiento de todos. En caso de que los especialistas detecten una especie de broma, se anulará el voto del clima del responsable y recibirá atención ética: no será víctima de ninguna sanción jurídica. En el caso extraordinario de que un clima como el polar –o alguno otro extremo- sea favorable, las consecuencias benéficas de tal situación serán del conocimiento de todos, y se procederá a elegir si aceptar tal opción o desecharla. Si la propuesta fuese descartada, nuestros especialistas trabajarán en saber si las consecuencias benéficas presumidas realmente pudieron cambiar de manera sustancial la vida de las personas. De ser el caso extraordinario que sí, se le gratificará a la persona que haya pensado en tal estado benéfico poco analizado.
Se requerirá un porcentaje, al menos, del 90% de la población para que se proceda a realizar lo elegido. En caso de no cumplir con el porcentaje mínimo, la cubierta sólo ejecutará la tarea de recolectar energía y el clima será aquel que las condiciones naturales determinen.
La elección tendrá dos horarios: de 9:30pm a 12:00am de la noche anterior al día en cuestión. En caso de no poder votar en ese lapso, el otro horario será de 4:30am a 5:30am del día en cuestión. El efecto de la decisión será gradual, pero su auge será a partir de las 12:00pm e irá disminuyendo a las 7:30pm. El clima natural, por tanto, estará sin influencia a partir de las 10:30pm y hasta las 6:00am. En épocas de frío se podrá modificar la duración de nuestro clima, pero ello se discutirá en su momento y el procedimiento será el mismo: voto por medio de retina y con el porcentaje mínimo requerido de la elección.
Si la comunidad se reúne, de acuerdo también con un mínimo del 90%, o realiza algún consenso para que nieve en época de invierno sin necesidad de que ello implique frío, se podrá realizar tal acto. Las demás inquietudes que se tengan, al margen de lo dicho hasta ahora o que sean considerados como casos límite, serán discutidos y del conocimiento de todos.
Como mencioné, el clima es un factor en el desarrollo de nuestras actividades diarias y, por consecuencia, de nuestras vidas. El hecho de tomar una decisión en este ámbito, de manera razonable y de corte democrático, es también una decisión acerca del bienestar en nuestra vida cotidiana.
M. Téllez.
Propuestas de un candidato futurista
I. El inicio
Les anticipo que ustedes para mí no son votos: son personas.
A unas cuadras de aquí crecí. De hecho a unas calles de este lugar me asaltaron por primera vez, a mis trece años. Me quitaron unos lentes-audífonos y unos diez pesos. La dueña de una fonda escuchó las amenazas que me hacían y salió a auxiliarme con sartén en mano, pero… basta de la anécdota. Confío en su juicio y es un gusto dirigirme a caras que me son conocidas, y también a las que no.
Algo que deben saber es que no estarán votando por una sola persona: si ustedes son de los que creen que una sola persona es capaz de cambiar los asuntos sociales-políticos de una determinada demarcación, tengo que decirles que no comparto esa visión y, además, considero que están errados. Mis propuestas, y lo que pretendo hacer, tienen a un equipo detrás: cuento con asistencia jurídica, de ingenieros y técnicos en áreas tales como sistemas, civil, electrónico-eléctrico, etc. Además, en la amplia gama de propuestas que escucharán, tengo el apoyo de historiadores, trabajadores sociales, sociólogos, médicos, químicos, economistas, actuarios, biólogos, profesionales del deporte y expertos de otras áreas que estarán analizando el desarrollo y los resultados de los programas que se implementen. Podrán revisar el CV de cada uno de los miembros accediendo a la nube que les haremos conocer al final de esta presentación. Por tanto, su voto no es sólo para mí, es para este equipo.
Lo que hacen en añadir su voto electrónico por medio de la retina y seleccionar un único nombre es un mero trámite, porque así estamos acostumbrados desde aquella época en la que se usaban identificaciones de plástico. Aún hay candidatos que creen en esta especie de “monismo” y no señalar quiénes son sus compañeros, y menos mostrarnos las licencias que tienen cada uno de ellos: ignoro si alguna manera de proceder sea mejor, o “más” legítima. Nosotros preferimos mostrar la información necesaria y suficiente. Así son las cosas en este equipo. Mis licencias también las encontrarán en la nube, por supuesto.
Disculpen este rodeo, sólo es para zanjar el terreno y ser claros desde el inicio. Pasaré ahora a decirles mi primera propuesta, la cual tiene por nombre “El clima”.
M. Téllez.
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