viernes, 25 de marzo de 2016

Caminar

Te invito a caminar conmigo.
Lo primero que pensé al invitarte fue si aceptarías, luego me dio igual. Me dijiste que sí. Enseguida pensé en algunas calles dignas de ser pisadas por mí y adecuadas para verlas juntos, también me dio igual después. La inseguridad me pasó por más segundos en la mente, pero no inseguridad mía, sino en las calles. ¿Cómo es que ya no podemos caminar sin temor en ciertos lugares? Claro, yo podría contarte de la inseguridad para que sintieras temor y entonces yo me haría el fuerte, así te sentirías segura conmigo. Pero, ¿eso qué? No se trata de un juego, la implicación es terriblemente cierta: no podemos estar tranquilos.
Caminaría contigo porque me siento solo, y te lo diría. Hace un tiempo no me pasaba la idea de la soledad, hoy aparece algunas veces pero sigue sin aterrarme tanto. Sólo brota la duda de cuántas personas no están con alguien sólo para evitar la soledad. Por eso te diría el motivo de mi andar contigo, para que no formes parte de esas filas. Sí, soy generoso.
Notarás, cuando estemos caminando, que nadie más te hizo -ni te hará- preguntas precisas como las mías. Sabrás lo que es realmente que alguien pregunte por ti, y preguntar por ti no es ¿cómo estás? Eso será un problema, pues creerás que me interesas, y no es así. También te lo diré. De nuevo soy generoso. Sólo quedará claro que lo de los demás es sentimentalismo barato, ese que consigues en cualquier lado si le sonríes a quien sea.
Te preguntaré si quieres que nos detengamos y tomemos asiento. Quizás cuente algo de mí, si es que no tengo pereza, o quizás te diga que mirar al cielo, hoy día, es absurdo. Te lo explicaré y, de nuevo, escucharás motivos que antes no habías oído. No es que te esté revelando la verdad, pero bromearé diciéndote que lo hago. A lo mejor me crees.
Como muchas cosas, vendrá la despedida. Estaremos satisfechos. Yo no me querré ir, y la razón no es que desee quedarme contigo, sino que por unos momentos me sentí más o menos humano. También te lo diré y es probable que no lo entiendas, es normal. Todos están acostumbrados a ver cuerpos que lloriquean y que en lugar de ir al psicólogo o de callarse hasta que hagan algo medianamente interesante, cuentan sus creencias con una seguridad e intensidad digna de una mentira infantil. Eso es propio de lo humano y es algo que en instantes -porque quise- te compartí caminando. 

M. Téllez. 

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