A veces se ha dicho que uno de los efectos del clima de sospecha
y desconfianza que imperaba en la antigua Unión Soviética
fue la progresiva disolución de la distinción entre la verdad
y otras motivaciones para creer.
Cuando se oía una información, la reacción
no era: <¿Es verdad?>, sino: <¿Por qué Fulano dice eso?>
S. Blackburn, La verdad, guía para perplejos.
A continuación presentaré algunas
críticas al escrito “México y su
necesidad de verdad” de Ramsés Oviedo (publicado aquí en el Hybris). Mi intención no es generar críticas
en sentido peyorativo, creo que la gente que más o menos esté involucrada en
discusiones entiende que ‘críticas’ no necesariamente implican una especie de
pelea intelectual. Claro, hay discusiones acaloradas donde la tesis cobra su
fuerza ya no sólo con argumentos, sino cuando quien la sostiene suelta un golpe
en la mesa e insiste en que sus argumentos son los que describen o dan un mejor
análisis de cómo es que son las cosas. Ese no es mi caso.
Lo
primero que debo señalar, es que estoy de acuerdo con Oviedo en que la
percepción social en México “va alcanzando cotas inesperadas” a causa
de un conjunto de creencias que indican que algo anda mal en México;
especialmente en asuntos políticos. Aquí me gustaría dividir el terreno de la discusión que pueden generar
las palabras de Oviedo: son asuntos políticos, tanto a nivel 1) local como 2)
internacional. Creo que esta división puede encajar sin dificultades, dado que
Oviedo, en el cuarto párrafo de su escrito, menciona asuntos económicos y
menciona de pasada el show de Trump. Sea como ejemplo o mera analogía la
alusión a Trump, la razón por la que hago la división de ‘local’ e
‘internacional’ es porque los problemas que hay en México, si es el caso que
tienen el mismo mal –el gobierno federal, estatal, municipal, etc.-, sí que
tienen distintas variables. Mi idea es simple: aceptemos que los problemas
tienen el mal del gobierno local, pero en otros problemas de hecho hay
variables externas, tales como asuntos económicos exteriores, políticas
exteriores, etc.
Me
centraré sólo en el ámbito local, en esto sigo plenamente a Oviedo, ya que el
mismo título de su escrito nos acota el universo del discurso –a pesar de ello,
no considero vano el haber realizado la distinción ya antes mencionada-.
Citaré
en largo a Oviedo para iniciar esto:
Entretanto, a la fecha hay quienes esperan la maduración
de un «momento propicio» para revolucionar nuestro contexto, dando dos
perspectivas: 1) la de que la revolución debe estallar ahora; y 2) la de que la
revolución estallará «a su debido tiempo». Otros insisten, benévolamente, en
que el “neonacionalismo” está brotando del cascarón de naciones como Francia,
EUA o Gran Bretaña en aras de un pretendido proteccionismo. Pero ¿acaso no ven
que en el Estado mexicano y su aparato institucional está inmerso en una grave
esclerosis institucional?
Lo que me interesa resaltar de este
fragmento es el asunto de la esclerosis institucional. Interpretaré tal
esclerosis en el sentido llano de la corrupción política. Las líneas que siguen
pueden darnos pistas de qué entendemos por esclerosis institucional, aún así
interpretaré de la manera dicha tal expresión. Estoy de acuerdo con Oviedo –si es
que encaja la manera en que entiendo la esclerosis institucional- en que el
Estado padece dicho mal, ya que es evidente. Sin embargo, ¿cuándo nos hemos
tomado en serio la idea de pedir instituciones justas? Mi pregunta no critica
lo que expresa Oviedo, sino lo que se hace en protestas sociales. Alguien
podría responderme: eso es lo que siempre se pide, quizá tú no has ido a
ninguna protesta y por ello tu ignorancia. Mi respuesta sería que sólo se
muestran inconformidades, lo cual no implica necesariamente pedir instituciones
justas, ya que para ello nos debimos haber puesto de acuerdo en qué entendemos
cómo ‘institución justa’ y qué principios van a regularlas. Es muy fácil pedir
justicia en el sentido de que nuestros funcionarios no sean corruptos, pero, ¿qué medios hemos pensado para filtrar esos indeseados desechos que ensucian
los ideales? Imaginemos que en la sociedad M hay una institución P que contiene
a los funcionarios X y Z, y ambos son corruptos. Imaginemos que logramos quitar
a X y Z de P porque nuestra marcha al Zócalo causó impacto, ¿qué haremos,
ahora, para que no se repita la historia de X y Z? La respuesta no es fácil, y
creo que Oviedo estaría de acuerdo conmigo, ya que menciona que “el
mexicano tiene problemas para organizarse
con los demás porque no se reconoce a sí mismo. Lamentablemente sigue
ocurriendo”. Alguien podría decirme que estoy diciendo casi lo mismo que
Oviedo, pero no ocurre eso: si bien él menciona que las élites no prestan atención a las protestas, lo que hice fue dar un simple paso de imaginar que se haga caso y
ver qué pasa. Mi conclusión es que no es nada claro qué podría pasar. Para no
extenderme, más, quiero terminar con esta última cita de Oviedo:
(…) el pulso nacionalista
que ha devenido con los preparativos del Centenario de la Constitución de 1917
da la ilusión de que el orden celebratorio va de la mano del orden fáctico de
la aplicación normativa. En tales circunstancias, se ha apoyado la confusión de
que los planes y programas constitucionales implican.
Cuando leí este fragmento, en las
distintas ocasiones que leí el escrito completo, no evité preguntarme: ¿Cuáles
preparativos en la CDMX?
Si bien hay anuncios y surgieron algunos concursos respecto al asunto de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, aquí en la Ciudad de México no suena
ese tema. Con esto no quiero sugerir la falsedad de lo que llegara a decir
Oviedo con ese asunto, sino que mi pregunta sería: ¿Es distinto el background en México –entendido como
país, no como la Ciudad
de México- respecto a las problemáticas sociales, políticas, económicas,
culturales, e incluso respecto a “cortinas de humo” que llegáramos a considerar
como serias? De ser el caso que sí, ¿tiene algún sentido interesante el lanzar
alguna crítica “totalizadora” del ambiente nacional? Si es negativa la
respuesta a esta pregunta, estaría afectando, entonces, a las palabras de
Oviedo. Sin embargo, hacer un pronóstico aventurado –tanto para responder que
no o sí- no es la cuestión, y considero que no son preguntas fáciles.
Sin
duda me gustaría decir un poco más respecto al escrito de Oviedo, pero no
quiero extenderme más. Mis críticas a sus palabras intentan reflejar algunas
dudas genuinas, así como resaltar problemas que –según como lo veo- tienen la
misma relevancia en la ecuación: que el mexicano no se sepa organizar tiene la
misma importancia que alguien sea corrupto. Importancia entendida si seguimos la metáfora de la ecuación: las variables importan, no es que
detestemos a ‘x’ y sólo nos enfoquemos en ella.
M. Téllez.