miércoles, 22 de febrero de 2017

Asiento con límite afilado

No me gusta viajar en el transporte público a lado de gordos o gordas. Aunque mi malestar no se agota en esos casos, también aplica para aquellos -y aquellas- que ocupan más espacio del que delimita un asiento en el transporte. Perder hora y media o dos horas -sólo de ida- al día sólo en el transporte ya es de por sí causa de alguna molestia: que se estén encimando en tu asiento es la gota que convierte el malestar más o menos común en estrés.
 He imaginado: los asientos deberían tener un botón tipo 'de alerta', y cuando lo aprietas, salen de los bordes del asiento -donde estás- unas láminas de acero diseñadas para cortar carne humana, y huesos humanos. Creo que ya hubiera descuartizado diario, al menos, a una persona. Supongo que imaginar mi invento es lo que me arranca alguna especie de sonrisa en mis viajes cuando me toca a lado de personas que ya caractericé líneas arriba. 
 ¿Se imaginan? Ya no tendríamos que perder tiempo con personas que no comprenden algo simple como 'respetar' el espacio del otro en el transporte público. Todos estarían advertidos de que si te pasas de la raya -literalmente, o bien, de los bordes de tu lugar- podrías quedar mutilado, sea de un pedazo mínimo de carne o bien perder el brazo o hasta una oreja -por aquellos que nos usan como almohadas-. 
 Mi invento se agota en el universo de los sentados: cuando te toca estar parado, no hay reglas. No tiene tanto sentido pedir espacio cuando estás de pie en el metro, hora pico, hora de salida del trabajo y hora escolar. Creo que estamos más o menos educados estando de pie, excepto aquellos que tienen que leer a todas horas: es evidencia clara de que leer no te hace razonable; si fueras razonables, guardarías el libro para no ponérselo en la cara a quien está parado junto a ti. 
 Quizá también debas contar y averiguar a cuántas personas dejarías mutiladas. Imagínalo.

M. Téllez.

domingo, 19 de febrero de 2017



-Y si te vas 
dime que todo queda igual
que no dejas na'tras
te asustaste 
cuando me abrazaste 
y te dije 
-Te quiero-
se que el tuyo vendra luego
y si es tu primera vez
dímelo bajito y repítemelo mil y una vez 
que no te digo na'a 
que no voy a cambiar,
pero para que 
si tú te vas.
[...]

miércoles, 15 de febrero de 2017

Reacción a "México y su necesidad de verdad"



 A veces se ha dicho que uno de los efectos del clima de sospecha
y desconfianza que imperaba en la antigua Unión Soviética
fue la progresiva disolución de la distinción entre la verdad 
y otras motivaciones para creer.
Cuando se oía una información, la reacción
no era: <¿Es verdad?>, sino: <¿Por qué Fulano dice eso?>
S. Blackburn, La verdad, guía para perplejos.

A continuación presentaré algunas críticas al escrito “México y su necesidad de verdad” de Ramsés Oviedo (publicado aquí en el Hybris). Mi intención no es generar críticas en sentido peyorativo, creo que la gente que más o menos esté involucrada en discusiones entiende que ‘críticas’ no necesariamente implican una especie de pelea intelectual. Claro, hay discusiones acaloradas donde la tesis cobra su fuerza ya no sólo con argumentos, sino cuando quien la sostiene suelta un golpe en la mesa e insiste en que sus argumentos son los que describen o dan un mejor análisis de cómo es que son las cosas. Ese no es mi caso.
            Lo primero que debo señalar, es que estoy de acuerdo con Oviedo en que la percepción social en México va alcanzando cotas inesperadas” a causa de un conjunto de creencias que indican que algo anda mal en México; especialmente en asuntos políticos. Aquí me gustaría dividir el terreno de la discusión que pueden generar las palabras de Oviedo: son asuntos políticos, tanto a nivel 1) local como 2) internacional. Creo que esta división puede encajar sin dificultades, dado que Oviedo, en el cuarto párrafo de su escrito, menciona asuntos económicos y menciona de pasada el show de Trump. Sea como ejemplo o mera analogía la alusión a Trump, la razón por la que hago la división de ‘local’ e ‘internacional’ es porque los problemas que hay en México, si es el caso que tienen el mismo mal –el gobierno federal, estatal, municipal, etc.-, sí que tienen distintas variables. Mi idea es simple: aceptemos que los problemas tienen el mal del gobierno local, pero en otros problemas de hecho hay variables externas, tales como asuntos económicos exteriores, políticas exteriores, etc.
            Me centraré sólo en el ámbito local, en esto sigo plenamente a Oviedo, ya que el mismo título de su escrito nos acota el universo del discurso –a pesar de ello, no considero vano el haber realizado la distinción ya antes mencionada-.
            Citaré en largo a Oviedo para iniciar esto:
Entretanto, a la fecha hay quienes esperan la maduración de un «momento propicio» para revolucionar nuestro contexto, dando dos perspectivas: 1) la de que la revolución debe estallar ahora; y 2) la de que la revolución estallará «a su debido tiempo». Otros insisten, benévolamente, en que el “neonacionalismo” está brotando del cascarón de naciones como Francia, EUA o Gran Bretaña en aras de un pretendido proteccionismo. Pero ¿acaso no ven que en el Estado mexicano y su aparato institucional está inmerso en una grave esclerosis institucional?
Lo que me interesa resaltar de este fragmento es el asunto de la esclerosis institucional. Interpretaré tal esclerosis en el sentido llano de la corrupción política. Las líneas que siguen pueden darnos pistas de qué entendemos por esclerosis institucional, aún así interpretaré de la manera dicha tal expresión. Estoy de acuerdo con Oviedo –si es que encaja la manera en que entiendo la esclerosis institucional- en que el Estado padece dicho mal, ya que es evidente. Sin embargo, ¿cuándo nos hemos tomado en serio la idea de pedir instituciones justas? Mi pregunta no critica lo que expresa Oviedo, sino lo que se hace en protestas sociales. Alguien podría responderme: eso es lo que siempre se pide, quizá tú no has ido a ninguna protesta y por ello tu ignorancia. Mi respuesta sería que sólo se muestran inconformidades, lo cual no implica necesariamente pedir instituciones justas, ya que para ello nos debimos haber puesto de acuerdo en qué entendemos cómo ‘institución justa’ y qué principios van a regularlas. Es muy fácil pedir justicia en el sentido de que nuestros funcionarios no sean corruptos, pero, ¿qué medios hemos pensado para filtrar esos indeseados desechos que ensucian los ideales? Imaginemos que en la sociedad M hay una institución P que contiene a los funcionarios X y Z, y ambos son corruptos. Imaginemos que logramos quitar a X y Z de P porque nuestra marcha al Zócalo causó impacto, ¿qué haremos, ahora, para que no se repita la historia de X y Z? La respuesta no es fácil, y creo que Oviedo estaría de acuerdo conmigo, ya que menciona que “el mexicano tiene problemas para organizarse con los demás porque no se reconoce a sí mismo. Lamentablemente sigue ocurriendo”. Alguien podría decirme que estoy diciendo casi lo mismo que Oviedo, pero no ocurre eso: si bien él menciona que las élites no prestan atención a las protestas, lo que hice fue dar un simple paso de imaginar que se haga caso y ver qué pasa. Mi conclusión es que no es nada claro qué podría pasar. Para no extenderme, más, quiero terminar con esta última cita de Oviedo:
(…) el pulso nacionalista que ha devenido con los preparativos del Centenario de la Constitución de 1917 da la ilusión de que el orden celebratorio va de la mano del orden fáctico de la aplicación normativa. En tales circunstancias, se ha apoyado la confusión de que los planes y programas constitucionales implican.
Cuando leí este fragmento, en las distintas ocasiones que leí el escrito completo, no evité preguntarme: ¿Cuáles preparativos en la CDMX? Si bien hay anuncios y surgieron algunos concursos respecto al asunto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, aquí en la Ciudad de México no suena ese tema. Con esto no quiero sugerir la falsedad de lo que llegara a decir Oviedo con ese asunto, sino que mi pregunta sería: ¿Es distinto el background en México –entendido como país, no como la Ciudad de México- respecto a las problemáticas sociales, políticas, económicas, culturales, e incluso respecto a “cortinas de humo” que llegáramos a considerar como serias? De ser el caso que sí, ¿tiene algún sentido interesante el lanzar alguna crítica “totalizadora” del ambiente nacional? Si es negativa la respuesta a esta pregunta, estaría afectando, entonces, a las palabras de Oviedo. Sin embargo, hacer un pronóstico aventurado –tanto para responder que no o sí- no es la cuestión, y considero que no son preguntas fáciles.
            Sin duda me gustaría decir un poco más respecto al escrito de Oviedo, pero no quiero extenderme más. Mis críticas a sus palabras intentan reflejar algunas dudas genuinas, así como resaltar problemas que –según como lo veo- tienen la misma relevancia en la ecuación: que el mexicano no se sepa organizar tiene la misma importancia que alguien sea corrupto. Importancia entendida si seguimos la metáfora de la ecuación: las variables importan, no es que detestemos a ‘x’ y sólo nos enfoquemos en ella.

M. Téllez.

martes, 14 de febrero de 2017

Allí estás, 
Y no quiero pestañear 
Aunque me lloren los ojos 
De mirar 

Allí estás 
Y todo empieza a rimar 
A la una sale la luna 
Atuna que tuna, tuna
Luna
[...]
                                F. 

lunes, 6 de febrero de 2017


                                     -Carreteras infinitas y algún crimen que cometer con mis nuevos super poderes. 

Copiando y pegando

Siempre presente yo.

No es novedad que copien y peguen. No sorprende que los legos se miren como agentes honestos, de buena voluntad, que sólo hacen por amor a la verdad, porque no quieren problemas.
 Primer error: amor a la verdad y no querer problemas no son necesariamente equivalentes ni uno implica otro. De hecho, quien ama a la verdad -lo que eso signifique- puede saber que encontrará problemas, y bien puede quererlos. Y al contrario, hay quien no quiere problemas y puede mentir. Todo esto es un entramado ridículo que, si alguien lo sostiene, debe saberse en qué tipo de cuerda floja camina. Peor aún: hay que saberse si se está muy alto o no.
 Quizá la altura depende de a quiénes se les están vendiendo las frases de cereal, tales como el amor a la verdad y evitar problemas. No resulta muy convincente que alguien que busca refugio en cualquier actividad para la aceptación personal, que predique identidades que sólo son superficiales y que encuentre el copiando y pegando como salvación se atreva a escalar las alturas de quienes entienden todas estas actividades como trivialidades, como superadas por la famosa mayoría de edad. Pero no, para hacerle honor a la sorpresa, se atreven a subir y a caminar en cuerdas flojas. Cuidado con la caída. 
 Deberías entender que tu andar está por los suelos: no se puede caminar a buen ritmo con quienes están lejos. Cuidado con la caída. 

No veo que presuman sus enfermedades así como sus identidades.

M. Téllez.