Cuando entres a mi hábitat, verás distintas pizarras. Ignora la artillería tirada por doquier, también los casquillos de bala y cartuchos inservibles. A veces olvido tirar la basura donde corresponde. Es mi hábitat.
Las pizarras contienen pensamientos, algunos más finos que otros. Sé que la calidad de mi letra será el primer obstáculo -y tal vez también una excusa- para que te acerques a analizar qué puede haber en esas cosas. Ahora que lo pienso, creo que sólo los seres más cercanos han ignorado ese obstáculo y prefieren interrogarme personalmente.
No tienen algo de genial esos pensamientos, pero son míos. Surgen por las batallas, por victorias y derrotas. También brotan porque algo dentro de mí que desconozco grita algo que más o menos capturo con la intuición: parece que mi pluma y esa zona desconocida que empuja ideas se asocian de una manera misteriosa.
No encontrarás mis planes terroristas, mis ideas para derrocar al jodido gobierno bajo el que estoy, mis culminaciones intelectuales para paliar la ignorancia: mucho menos lo que creo para superar la religión y asuntos donde se asoma el fundamentalismo.
Deshacerme de algo plasmado en las pizarras suele implicar algunas cosas: 1) concluí ese pensamiento en alguna creación, 2) se trataba de un pseudopensamiento o 3) encontré alguna referencia demasiado parecida a lo que consideré genuino. Esta vez acabo de quitar no un pensamiento, sino una ubicación precisa entre la totalidad del mundo.
No se trata de intentar erradicar algo con el fin de olvidar, porque aunque arranque señalizaciones o intente bloquear una parte geográfica de los mapas que pueda utilizar, las imágenes llegarán a mi mente de los recorridos y estancias que viví en tal lugar.
No me gusta enfrentarme a la pizarra y extraer algo que consideré pertinente dejarlo para la posteridad, ya que la razón subyacente fue mirarlo como significativo. No se trata esta vez de un error por creer algo como genuino y que terminó por parecerme no interesante. Creo que ese acto misterioso que involucra la zona misteriosa de la que hablé, me condujo a este camino.
M. Téllez.