Despiertas en algún momento. Te dijeron que tienes que cumplir con obligaciones: ir a la escuela, sacar 10 en las materias, no ver la TV de cerca, comer con los cubiertos, no eructar, no hablar mientras dos adultos están platicando, no correr como desquiciado, no comer tantos dulces porque se te picarán los dientes y, en dos palabras, portarte bien.
El tiempo transcurre y la inquietud es inevitable: se te picarán los dientes, usarás lentes, te dará risa algún eructo bastante sonoro y, en definitiva, podrías preguntarte si te has comportado bien.
Luego hay que conseguir lo que en este mundo paga lo que se requiere para vivir: dinero. Los consejos de mamá o papá ya no serán tan útiles: tienes que hacer por un puesto, o conocer a algún conocido para que te brinde un empleo y trabajar en la empresa familiar. Da igual, sin duda algunos padecerán más por no tener lazos familiares en los negocios -así sean fraudulentos o no tan prometedores de riqueza-, pero al final estarás entrando en este nuevo juego: entenderás porqué se añoran los viernes y porqué el lunes ha pasado a ser el día maldito.
Desde que despertaste, has estado en una cuerda floja. Por momentos tuviste nervios, dudas y asuntos por el estilo, pero seguías: equivale a tener alguna piedrita metida en el zapato caminando en la cuerda floja, pero después te acostumbras a ella, o a lo mejor se escondió en algún resquicio del interior del zapato. No es relevante: sigues en la cuerda, andando.
El agotamiento mental, que implica creencias, miedos, dudas profundas y demás, es lo que te hará darte cuenta de la cuerda floja: si intentas salirte es casi seguro que caigas, y no sabes qué hay una vez que vueles por el aire: no sabes si podrás reincorporarte a la cuerda, o si morirás, o si estarás en una especie de "limbo". No hay pasos atrás, el estado mental que antes te hizo andar ya nunca lo podrás recuperar, nunca somos los mismos en este aspecto. Pero si sucumbes ante la duda, la caída es inevitable. No hay tiendas donde vendan razones para seguir, sólo hay teléfonos inteligentes y boletos para el stand up. La salida obvia es dejar esas dudas profundas, tal vez Aristóteles tenía razón: algunos tienen naturaleza de esclavo. Sigue en la cuerda porque así es la naturaleza, así es el mundo.
M. Téllez.
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