lunes, 1 de septiembre de 2014

La arrogancia y el talento.


De múltiples maneras, el lenguaje nos constituye. Lo que decimos de nosotros y la intención que lo sustenta no son meras explicitaciones de una idea, sino que vuelven a nuestro espíritu con una fuerza modeladora del mismo.

Todos hemos conocido a gente arrogante en mayor o menor medida. Algunos lo serán descaradamente, otros harán el uso de la falsa modestia en el hablar de sí mismos, otros más mencionarán de pasada lo que son, han hecho y las alabanzas que les han dado. La mayoría de nosotros se encuentra en alguno de esos rangos ya que necesitamos constituirnos de la mejor manera posible y nos ayudamos del lenguaje, como ya he dicho.
La arrogancia en el hablar de nosotros mismos está unida al talento, la habilidad para hacer o ser algo- que puede ser real o una mera imaginación que nos ayuda a sentirnos valiosos. Sea cual sea el caso, la relación es estrecha.
Y es que el hecho de saber hacer algo siempre se establece de forma comparativa pues, por supuesto, nos constituimos frente al otro. Si yo sé bailar, escribir, aprender o socializar mejor que tú, necesariamente he de formarme un lenguaje con respecto de ello aunque sea que sólo lo piense. Es entonces cuando la arrogancia aflora, y su intensidad variará acorde a nuestra personalidad.
Quizá la arrogancia no sea siempre negativa, el sentimiento que le da sustento ayuda a conformar nuestra autoestima. Pero cuando sirve para humillar al otro o constituirnos por encima de él, toma un cariz negativo por ser instrumento de daño.
El ser arrogantes es símbolo de inconsciencia, aunque dure solamente un momento. Puede ser que alguien tenga un profundo sentido de la humildad y de cuando en cuando tenga ínfulas de superioridad, debido a nuestra condición variable.
La arrogancia es también manifestación de la poca claridad que tenemos respecto de nosotros en relación con el talento o habilidades de los demás: siempre podemos ser superados, suponiendo que exista la objetividad y podamos comparar sin dudas los comportamientos humanos que nos hacen sentir orgullosos como especie.
Es por ello que creo que la mejor manera de ser es hacer, mas siempre ubicar correctamente cómo pensamos nuestra actividad yuxtaponiéndola a todos aquellos que no son yo; a la vez que manifestemos un lenguaje que no sea excluyente ni establezca relaciones de superioridad. Quizá esto es muy complicado porque se manifiesta día con día, pero me parece que es parte fundamental del saber vivir.

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