viernes, 27 de noviembre de 2015

Rito

Iniciación

Soñé que cientos de pequeñas arañas bajaban de lo más alto, pero el titan levantaba la cabeza un poco, abría su enorme boca y las devoraba. Luego regresaba a su posición original. Yo no me movía, no podía. Luego comencé a sentir un dolor agudo en el estómago, quise vomitar pero sólo sentía cómo algo dentro de mis entrañas comenzaba a avanzar desde mi estómago hasta la garganta. Una telaraña salió de mí. El titan se hizo a un lado y sólo podía moverme si tiraba de la telaraña, debía asir de ella. Mi cuerpo no pesaba y era como andar a gatas en forma vertical. Llegué a un sitio en el cual lo que era horizontal estando con el titan, ahora era lo vertical. No sabía si soltarme de aquella telaraña, ya que no distinguía a qué distancia me encontraba de lo que era el suelo. No me importó al final si la caída sería dolorosa, así que solté la telaraña. Empecé a flotar. Por un segundo creí que me elevaría como esos globos de helio, pero no ocurrió así, fui descendiendo muy despacio hasta que al fin toqué el piso. 
Al sentir el suelo, comenzó a pintarse el ambiente de color escarlata. Entonces vi acercarse a unos seres humanos. Los primeros llegaron a gatas, a sus espaldas les seguían unos hombres erguidos. Me dijeron que guardara silencio, que no iban a lastimarme. Ignoro quién me lo dijo, pues ninguno movió los labios y aún estaban lejos para que percibiera con tanta claridad el mensaje. Hice caso. 
Si has llegado aquí es porque eres una opción a elegido - me dijeron varias voces al unísono. No te daremos respuestas, nuestra imperfección no nos permite ser precisos, pero si a caso eres elegido, tus dudas respecto a lo que ocurre habrán sido respondidas - finalizaron las voces. Me escoltaron a una cueva. 
Al entrar, distinguí unos faros que iluminaban el interior de aquel lugar. Los hombres que iban a gatas treparon las paredes y observaban, los hombres erguidos formaron un círculo, dentro de aquella figura me encontraba con dos sujetos. 
Los que nos encontrábamos dentro del círculo recibimos una cuchilla. Si son elegidos sabrán dónde perforarse y todo ocurrirá como debe. Adelante - señalaron las voces. No entendíamos qué ocurría, sólo sabíamos que según las indicaciones, debíamos clavarnos aquella cuchilla. Al principio experimenté náuseas y pensé en correr, después sentí un calor proveniente de mi pierna derecha. Aquel sentimiento febril me causó ansiedad y clavé la cuchilla en mi pierna. Los otros dos hombres hicieron lo propio, aunque cayeron al suelo y su sangre formaba un charco escarlata. Una piedra salió de mi herida, era pequeña, resplandecía. Sentí que me desvanecía. 
Los hombres erguidos se acercaron, ignoraron los cadáveres de los dos hombres y me sujetaron para que me incorporara. Como si supieran qué pasaba por mi mente, me dijeron: has de encontrar tu piedra exterior, el mismo calor que te hizo encontrar la piedra interior, te guiará. Como si fuera parte de esa vivencia, escuché el sonido de ramas agitándose, entonces desperté. 

M. Téllez. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Rito

Caímos

Nuestro avión se desplomó en el mar. Logramos acuatizar, aunque salir de las entrañas de aquella ave de acero era la nueva prueba de supervivencia. La situación se medía en segundos y en sagacidad. Algunos hacían para despertar a los inconscientes, yo viajaba solo y pensé que ya nada me detenía: no había circunstancias para decisiones éticas, era mi vida o mi ingenuidad.
Logré hacerme de un pedazo de asiento, no sabía si el material me mantendría a flote, pero esas dudas sólo estorbaban mis decisiones. Fui el primero en salir del avión y de adentrarme al mar. Alcancé a ver una especie de isla, sólo me interesaba llegar a tierra. Ya había avanzado bastantes metros, ignoro cuántos, siempre he sido pésimo para calcular distancias, pero alcancé a notar que sólo unas siete personas más lograron salir del avión. Al menos cuatro de ellas conscientes, los otros cuerpos eran arrastrados. 
Ya había oscurecido cuando llegué a la orilla del mar. Comencé a sentir frío y no sabía cómo diablos iba a conseguir un lugar cálido. Ya no veía a las personas que también salieron del avión, así que esperarlos no parecía una opción, además de que en esas circunstancias y en aquel sitio, no sabía si iban a transformarse en salvajes o si estarían dispuestos a realizar consensos para asegurar nuestra vida. Preferí no averiguar nada y comencé a caminar palmeras adentro de aquella isla.
Me hice de un tronco mediano como bastón y como arma. Sólo pensaba en no encontrarme con animales, pues ignoraba la calidad de aquel lugar, si era hostil y con la clásica guerra entre especies predadoras vs presas, o si a caso reinaba la tranquilidad temerosa de un lugar no explorado. La vida de humanos jamás pasó por mi mente.
Me pareció ver a un titan encorvado, con el pelo largo apenas siendo movido por el viento que lograba entrar entre palmeras y más flora que ante mis ojos sólo eran árboles y arbustos. Mi ilusión del titan fue mi refugio, se trataba de una especie de palmera encorvada, no podría llamarla con forma de cueva porque no se podía ingresar en ella. Las demás hojas que estaban por encima de lo que parecía la cabeza del titan fueron mis cortinas, y la arena que se hallaba en ese sitio era cálida, o al menos así la percibí. Ahí decidí dormir. 

M. Téllez. 

martes, 24 de noviembre de 2015

Sueño

Escribía en mi escritorio improvisado. El contrato fue que debía entregar 75 cuartillas por semana. Jamás había escrito pensando en que mi nombre estaría en la portada de las publicaciones. Los seudónimos me hacían creer que no era yo quien redactaba documentos, pero esta vez era diferente. 
Maté a tantos seudónimos con ansias de que en realidad fuera mi pluma la que volara sobre las hojas. Tal vez no debí hacer tal cosa, ahora ya no encontraba nada. Antes creía saber qué podía decir yo y no mis seudónimos, lo que decían ellos era hipotético, idealizado. En cambio, yo conocía mis variables. Descubrí que esa magia de pasar de lo idealizado a lo que es, era eso, magia. Como sacar un conejo del sombrero. Sin truco. Estaba perdido. 
Pero quien escribe también es sensible a las situaciones, aunque su actitud refleje que no es así. Nuestro espacio es una hoja en blanco, no el espacio entre dos o más personas. Al menos ese es mi caso. Las situaciones me habían arañado tanto que era difícil hallar una superficie sin daño en mi piel, en mi razón o en mi corazón. Hay que morir.
Alguien se acercó a mi escritorio, ignoro cómo entró al estudio. Arrojó sus mejores insultos contra mí, yo permanecí incólume. Todo cambió cuando sacó una pistola de su saco y la colocó en mi escritorio. Añadió algún adjetivo más a sus insultos y puntualizó que era capaz de matarme. Ya no estaba incólume, la oportunidad estaba frente a mí y una extraña ansiedad y sed estaba empezando a crecer en mis entrañas. Hazlo, le dije. Tomé el arma, giré el tambor, podía saborear las balas y su brillo era tal que comprendí a los ambiciosos de diamantes, perlas, rubíes y otras baratijas. Mátame. Mi visita disfrutó de mi petición, como cuando aquella sensual chica al final de la barra te guiñe el ojo y minutos después te pide que la lleves a otro sitio. Tomó la pistola, fijó el cañón en mi frente, sentí la caricia del arma y sólo me preguntaba si lograría escuchar la sinfonía del balazo que anuncia la muerte. Disparó. Seguía con los ojos abiertos, la visita sólo señaló mientras reía suavemente: ¿para qué quieres morir? Tú no temes morir, qué peor tragedia para alguien. Se marchó.
Un rechazo más. Los labios que quise besar al final se apartaron de mí, igual que experimentar la frialdad de unos muslos que por más que acaricies y logres ver y sentir a plenitud, jamás darán esa magia que esperas. Setenta cuartillas aún aguardan en la mesa y sigo sin saber cómo mis palabras pueden ser mías. 

M. Téllez.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Acusar

Memoriza
no, no lo hagas
Sigue adelante, no mires atrás
lo harás, mirarás... y aunque no, habrá dudas
No tengas miedo, siempre habrá alguien
es falso, hay gente hecha para vivir sola sus penas
No te rindas, el dolor agudo, no dura; si es leve, para qué atormentarse
cómo tener certeza de lo pasajero... ¿qué tal si ya has caído demasiado?
Qué importa la gente, debes cumplir tus metas
no te engañes, te importan los juicios de las personas, hasta su mirada
Fíjate en tu interior y en el alma de los otros
no podrás hacerlo mientras anheles irte lejos porque los símbolos te obligan a querer consumir
Alguien te amará como te lo mereces
no meremos nada, ya deja de lloriquear...
Todos tenemos un fin, los obstáculos son para disfrutar la victoria
las desigualdades profundas no se borran ni dan fuerza las frases de cereal
No te aflijas, nada es para siempre
qué aburrido decir tonterías de un tiempo del cual no tenemos certeza: sólo es aquí y ahora
Da todo lo que puedas
somos ignorantes de nuestra condición y si algún día nos la tomamos en serio
  haremos con ayuda, por circunstancias y oscuridades... nunca sabremos de nosotros. 

M. Téllez.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Adiós

Pocas veces me resulta difícil iniciar un escrito que no sea escolar. Claro, no quiero decir que sea siempre fácil, sólo que tengo en mente el objetivo o la finalidad que quiero exponer y eso lo hace no tan difícil. Esta vez es difícil. 
No sé si iniciar diciendo lo que no quiero que pase o lo que no quiero que se interprete. Ese anhelo de dictar cláusulas ocurre a menudo cuando uno tiene deseos de que todo tenga un buen final. Se trata de un anhelo que nunca se logra. 
Siempre deseé una charla directa, con una rica agua de frutas, té, café, la bebida que te guste -Coca Cola, a lo mejor- y yo -si no te molesta- quizás con un trago de oporto o ginebra. Ya no estoy tan seguro de si bebería, hace unas dos semanas alguien me dio un escenario y decidí no beber cuando el tiempo pende de un hilo que alguno de los partícipes puede cortar, sea porque no tiene importancia en ese tiempo o sólo porque el hilo se desgaste por el tiempo mismo. Tú y yo ya no hablaremos.
Quise saber qué se siente compartir tiempo de verdad con alguien. No importa si no todo fuera lujos, salidas de nuestros horizontes, momentos inagotables de pasión, de emoción, sólo pensaba en que podría respirar y andar tranquilo por un hogar sabiendo que tenía una compañera. Tú y yo no vamos a estar juntos.
La intriga por saber quién eres hoy y cómo cambiarás estaba en mi mente. Estamos constituidos de tal manera que nos interesamos por la gente. Yo tenía un interés por ti -es probable que aún lo tenga, lo que no sé es si siempre lo tendré y porqué debería tenerlo después-. Mi interés por ti y la intriga me rondaban en muchos tiempos del día y de los meses. Parece que ya no podré conocerte como deseaba.
My heart has become a cold and impassive machine, dice una canción. Decidí modificar esa máquina con tal de hacer y sentir cosas que de otra manera no hubiera sido posible. Sostengo que tú por diversos factores no atendiste mi llamado y luego se cruzó frente a ti alguien que al menos podía darte un ramo de rosas y llenarte de besos -como cualquiera puede hacerlo-. Por más que desgastara mi pluma y mi imaginación, tal vez hasta ahorros, por dar una sorpresa, yo nunca estaría a ese nivel -el simple dar-. My heart has become a cold and impassive machine. Again. 
Me siento roto. Que quede asentado que tú no eres la causa de que me rompa cada vez más. Eso sería lanzar un cuchillo contra ti ya lleno de sangre, mi sangre. Me he ido rompiendo desde hace tiempo, a veces olvidaba mis vacíos, en otros momentos me cosía como y con lo que pudiera. Casi siempre con pensamientos. Llegué a pensar que contigo ya no necesitaría de tantos pensamientos, sino que podría mostrar quién soy. El problema es que ni siquiera sé quién soy, y no es una frase cualquiera. Tengo herencia genética que implica que no soy único, el carácter también se hereda, los gustos, la ciudad te moldea, los símbolos hechos para consumir nos hacen querer, la gente nos confunde, los sucesos nos empujan y ante todo esto, tenemos que decidir. Cada que damos un movimiento damos por sentado que somos alguien, como si lo supiéramos, creo que eso es decir demasiado y en el fondo es decir nada. Caminamos sólo porque estamos constituidos de tal manera que podemos hacerlo. Cómo, entonces, podría creer que contigo sería yo, si 1) tú estás en otras circunstancias y si 2) ni siquiera sé qué me hace ser Miguel. Insinuar otra cosa es hacer ignorándome o engañándote. 
Adiós. Decir que nuestro tiempo ha terminado es exagerar, porque el tiempo nunca fue nuestro y no es de nadie, el tiempo siempre seguirá mirando cómo nos hacemos viejos y nos cansamos. Verá cómo nos morimos poco a poco. Pretender tenerlo no tiene sentido. Aprovecharlo y perderlo también es un sin sentido. Hacemos lo que creemos que es conveniente, lo cual no implica aprovechar el tiempo, que miremos el reloj o el calendario con angustia es porque creemos que es angustioso: borra ese sentimiento y verás que ni es aprovechar ni es desperdiciar. 
Ignorancia. Quién sabe qué pasará ahora es una obviedad. Y aunque cada vez que sigo presionando letras para decirte algo me dan ganas de borrarlo todo porque quizás no tienen caso las grafías, pienso que si no hago esto, no podré hacer algo después. 
No tengo qué darte ya ni creo que tú puedas hacer lo que ignoras. A lo mejor pedir palabras es pedir demasiado. Ya conozco la objeción a las palabras, que es el hacer. Pero, piensa, dado que es imposible hacer de la manera que tú buscas -y que implica un interés-, el otro medio eran las palabras, y ciertamente no es tan difícil. En una ocasión me señalaste que no hacer sólo porque el pasado modifica no tenía sentido para ti, pues hay circunstancias del presente que son distintas a ese pasado y por tanto, cabe la opción de hacer. Lo mismo te diría si me señalas que lo tuyo no es escribir. Sin mencionar que jamás pedí un poema o una novela, ni siquiera un ensayo. 
Te quiero. Resuelve las dudas que tengas y sigue con tus acciones que tanta admiración causaron en mí. Ya no guardes silencio, porque si alguien conoce la sed de palabras, estoy seguro que esa condición la conozco muy bien. Ofrece palabras que de hecho sabes articular de manera precisa, no las desgastes como en aquel caso que me narraste discutiendo con alguien vía mensajes de celular. Jamás te causé en estos años disgustos como los que los demás te causarán y mi sed sólo era de grafías. Quiero reclamar que diste ese bien a otros que se irán, mientras que yo que quise esperar y quedarme y pedía ese bien, ahora me voy. Me iré sediento, lo cual no implica que con rencor. 
Si es que algo queda, eso tú lo puedes averiguar con tus acciones. Si no haces, es una obviedad la conclusión.

M. Téllez.