Caímos
Nuestro avión se desplomó en el mar. Logramos acuatizar, aunque salir de las entrañas de aquella ave de acero era la nueva prueba de supervivencia. La situación se medía en segundos y en sagacidad. Algunos hacían para despertar a los inconscientes, yo viajaba solo y pensé que ya nada me detenía: no había circunstancias para decisiones éticas, era mi vida o mi ingenuidad.
Logré hacerme de un pedazo de asiento, no sabía si el material me mantendría a flote, pero esas dudas sólo estorbaban mis decisiones. Fui el primero en salir del avión y de adentrarme al mar. Alcancé a ver una especie de isla, sólo me interesaba llegar a tierra. Ya había avanzado bastantes metros, ignoro cuántos, siempre he sido pésimo para calcular distancias, pero alcancé a notar que sólo unas siete personas más lograron salir del avión. Al menos cuatro de ellas conscientes, los otros cuerpos eran arrastrados.
Ya había oscurecido cuando llegué a la orilla del mar. Comencé a sentir frío y no sabía cómo diablos iba a conseguir un lugar cálido. Ya no veía a las personas que también salieron del avión, así que esperarlos no parecía una opción, además de que en esas circunstancias y en aquel sitio, no sabía si iban a transformarse en salvajes o si estarían dispuestos a realizar consensos para asegurar nuestra vida. Preferí no averiguar nada y comencé a caminar palmeras adentro de aquella isla.
Me hice de un tronco mediano como bastón y como arma. Sólo pensaba en no encontrarme con animales, pues ignoraba la calidad de aquel lugar, si era hostil y con la clásica guerra entre especies predadoras vs presas, o si a caso reinaba la tranquilidad temerosa de un lugar no explorado. La vida de humanos jamás pasó por mi mente.
Me pareció ver a un titan encorvado, con el pelo largo apenas siendo movido por el viento que lograba entrar entre palmeras y más flora que ante mis ojos sólo eran árboles y arbustos. Mi ilusión del titan fue mi refugio, se trataba de una especie de palmera encorvada, no podría llamarla con forma de cueva porque no se podía ingresar en ella. Las demás hojas que estaban por encima de lo que parecía la cabeza del titan fueron mis cortinas, y la arena que se hallaba en ese sitio era cálida, o al menos así la percibí. Ahí decidí dormir.
M. Téllez.
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