jueves, 26 de enero de 2017

México y su necesidad de verdad




La percepción social de que México está en un mal momento va alcanzando cotas inesperadas. En los últimos días el despliegue burlón de memes, comentarios de sobremesa y reiteradas marchas sociales, ofrecen un pulso incontestable de la hostilización social mexicana. Los señalamientos que se puedan y tengan que hacer al respecto, deben abrir panoramas. El peligro de la despolitización sería silenciar a los ciudadanos. Esta realidad quiere y quiere no la “izquierda”.

Entretanto, a la fecha hay quienes esperan la maduración de un «momento propicio» para revolucionar nuestro contexto, dando dos perspectivas: 1) la de que la revolución debe estallar ahora; y 2) la de que la revolución estallará «a su debido tiempo». Otros insisten, benévolamente, en que el “neonacionalismo” está brotando del cascarón de naciones como Francia, EUA o Gran Bretaña en aras de un pretendido proteccionismo. Pero ¿acaso no ven que en el Estado mexicano y su aparato institucional está inmerso en una grave esclerosis institucional? Claro, el pulso nacionalista que ha devenido con los preparativos del Centenario de la Constitución de 1917 da la ilusión de que el orden celebratorio va de la mano del orden fáctico de la aplicación normativa. En tales circunstancias, se ha apoyado la confusión de que los planes y programas constitucionales implican. La última moda en paradigmas jurídicos ha encumbrado al «garantismo» de tal manera que lo ha polarizado como ideología de orden nacional. Vivimos de su discurso a diario. Y a la indolente élite de poder le da igual la protesta ciudadana. Lo peculiar del pueblo mexicano es que es dispersa su forma de reivindicación. No habría que pasar por alto los autores que han analizado “el ser del mexicano”. Al “entrarle” al tema, las conclusiones de Zea, Ramos o Uranga (por citar unos), tienen poderosa vigencia: el mexicano tiene problemas para organizarse con los demás porque no se reconoce a sí mismo. Lamentablemente sigue ocurriendo.

En efecto, no hay razones para desvincular semejante apuntalamiento con relación al actuar cotidiano del pueblo mexicano. Si se piensa en la falta de cohesión social surgirá seguramente el diagnóstico sociológico. Lo que muchos referirán es que el problema de fondo es la «falta de conciencia social » (incluso es algo que asume el CNI-EZLN). La expresión no tiene jiribilla. Sino que está envuelta en dificultades: la primera de las cuales –insoslayable– corresponde a los planes y programas impuestos por el neoliberalismo. Lo cual se diafaniza por el modus operandi de un orden socioeconómico global. Más que nunca, hoy es fácil identificar la brújula que orienta a los Estados: el imperialismo monopolista. A decir verdad, es un término significativo: porque explica las decisiones gubernamentales de la Federación. Explica, a lo sumo, la concentración de la producción y el capital, la fusión del capital bancario con el capital industrial, la exportación de capital, la constitución de asociaciones monopolistas y la consumación del reparto territorial del mundo por las potencias capitalistas. Vamos, destapa el inri de México. Está lógica viene cumplimentándose en nuestro país desde hace tiempo. Lo más curioso es que no la veamos ni reconozcamos. Hay menudos obstáculos.

La gobernabilidad, gobermedia y gobernanza del titular del Ejecutivo, está vejando ideales y principios rectores de una nación. Ideales que, hoy más que nunca, debiéramos refrendar todos. En serio. Y principios que, como la democracia, la justicia, la identidad y la independencia, debemos concretar. Que no gane la ingenuidad. Pues ¿qué bien común se puede sostener en medio del capital global? Está claro que el cinismo político es una regla sin excepciones. Sus acciones buscan encajar en la fórmula del «todo va bien pese a lo que haga». El problema fundamental que conviene recordar en la comparecencia de los funcionarios del Ejecutivo Federal que “explicaron” –en un gesto de bondad educativa– el proceso de flexibilización de gasolinas y diésel, del 13 de enero ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, no fue tanto la degradación de la soberanía nacional, cuanto el rescate institucional del propio gobierno en una teatralidad cuya trama es la de un mefistofélico presidencialismo que se somete al internacionalismo económico. Ante este panorama, recobra total validez la necesidad de una política de la verdad. Más sofistas no queremos en municipios, Estados y Federación ni concesión alguna al “Show de Trump”. Lo que cabe poner en boga hoy es la pregunta de ¿esto es cierto? ante cualquier declaración política. Y aún más la pregunta: ¿qué condiciones de poder hacen posible que esto pase como pase? Cambios de criterio pueden depurar la hiperpolítica mexicana. Y aun más: pueden reconsiderar las concepciones de la geopolítica crítica de México en el mundo.

Estamos mal. Pero la paradoja dialéctica que presenciamos hoy estriba en que la propia desesperanza es lo que puede convertirse en nuestra única ventaja. Una convicción que debiera rebrotar entre todos los conciudadanos mexicanos. Es todo un reto.

Ramsés Jabín Oviedo Pérez

jueves, 19 de enero de 2017

Otro día

Apostaré 10,000 pesos mexicanos a que mañana veré fotos de otro día más de su hipocresía. Sé perfectamente que el núcleo de un elemento de ese conjunto es la soledad. El núcleo de los demás elementos es sólo la hipocresía. 
 Debe ser triste -aunque un espectador imparcial diría que es patético- tener que convivir con aquellos que en ningún momento fueron sinceros. Es la pregunta moral que reza: ¿Es mejor vivir engañado y ser feliz, a que te digan la verdad y sufrir por ello? Dado que son hipócritas, parece que compran más la idea de vivir engañados y sentirse 'felices'. Una gran vida. 
 
M. Téllez.

Detrás del glamour

Yo también quiero a alguien que realice todos mis trámites y, al final del día, si alguien me pregunta cómo es que le hago para poder con esos asuntos, responder con un llano: pues, ya ves. 
 ¿Por que no? Una mujer que me crea inalcanzable: sólo porque ella es torpe y el camino donde está se le hace complicado. Así, sólo queda claro que desconoce otros caminos, pero el corazón nos orilla a caminar donde nuestros pies padecen. 
 Quiero a esa mujer que en lugar de representar una admiración y una exclamación que se ahoga en un grito mental de satisfacción total, represente mejor el papel de mi criada. Quiero que me lleve mis fotocopias al trabajo, porque evidentemente yo estoy bastante ocupado siendo glamouroso
 Ella tiene que complacerme y hacer lo posible para que consiga mis sueños: ya que, como ella es torpe, ni sueños tiene. Además, yo no soy de ayudar ni satisfacer, a menos que se trate de sexo. Aunque, también quiero a esa mujer que sin problemas me dejará abrirle las piernas cuando yo tenga ganas de hacerlo: tanto trabajo debe ser recompensado con algún orgasmo para mí. ¿Ella también siente? No es mi asunto.
 Quiero seguir haciendo fraudes y acortar los plazos regulares. ¿Para qué critico las injusticias de la sociedad y la corrupción? Ni siquiera yo obedezco las reglas simples, y me gusta. La mujer, mi mujer, claro que no tiene nada que decir: ella ni siquiera estará donde yo estoy.
No puedo quejarme de la mediocridad en la educación: yo mismo no tengo fundamentos fijos de lo que quiero emprender y conocer, pero no me interesa: quiero su admiración, su sorpresa, presumir mis pseudogrados, mi glamour y cosas por el estilo. Los legos me creen. 

M. Téllez.

martes, 17 de enero de 2017

Vientre

Al darme a luz
mi madre trazó un círculo perfecto,
mi padre elevó una bóveda que llenó el espacio de verde
y lo de afuera no importó.

Fue gracia y maldición al mismo tiempo,
fue mi luz y la sombra infame que se alza por fuera.

Quedé impedida de lo externo,
la felicidad condenada a un cuarto de dos por dos.

A algunas palabras, algunas personas.

Por siempre tendría que tomar la luz de soles
de otras galaxias

Y el teléfono sólo devolvería mi propia voz.

viernes, 13 de enero de 2017

Imperativo categórico sexual

Daré por hecho que todos conocen el imperativo categórico kantiano. Me conformo con la primera formulación: el de ley universal: Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza.
 Estaba jugando con pensamientos picarones. Los deseos están en mí, igual que en ti. No podemos culparnos de ello: el misterio de la vida nos obligó a reproducirnos, ya que si queríamos preservar la vida, la inmortalidad no estaba a nuestro alcance -esa se la reserva algún Ser egoísta, prometiendo que a lo mejor la tenemos si nos portamos bien (como las promesas a los niños)-, y por ello la reproducción fue necesaria. Millones de años de lo mismo: reproducción. Sensibilidad. Luego, el desarrollo de nuestro cerebro y, por ello -supongo-, nuestra imaginación puede distintas cosas, como tener deseos: suma que somos sensibles, el resultado es placer, magia, sentir rico, querer más, como se acostumbra expresarse en este asunto.
 La fórmula kantiana es una receta mágica -esto es retórica, obviamente- para nosotros los humanos, que tenemos inclinaciones y que no poseemos una buena voluntad -esto no es retórica-. Necesitamos una guía para cuando dudamos acerca de la moralidad de nuestras acciones. 
 Pensaba en qué resultaría de aplicar tal fórmula al ámbito sexual. Debo tratar como fin a la persona, no como medio. Además -siguiendo estrictamente la primera formulación-, mi acción pertenecería al conjunto de leyes que gobiernan el mundo, como la ley de los graves. Y esta la realizaría en todo lugar sin importar las circunstancias. 
 No alcanzo la abstracción necesaria. Estoy todavía con aquellos pensamientos del inicio. 

M. Téllez.



sábado, 7 de enero de 2017

Arrugas

Los adultos y adultos mayores regularmente se quejan de las actitudes de los jóvenes: que no son educados, que les falta 'madurar', disciplina, responsabilidad y entender cómo es la vida. Esos adultos y adultos mayores dudo que sean una especie de autoridad cuasi moral para dictar principios perfeccionistas. Las líneas van para ellos y no me detendré a explicar conceptos: doy por hecho que sus años no han sido en vano y conocen a qué me refiero con mis palabras.
 Me sorprende que con esas arrugas un adulto aún 'peleé' o discuta con 'jóvenes'. Es aún más sorprendente que use frases sarcásticas para llamarles la atención a los jóvenes: uno podría creer que la edad implica 'madurez', y parece que la 'madurez' va de la mano con ser serio y directo, retórica como la del sarcasmo es para fanfarrones y fantoches.
 Resulta curioso que un adulto sea mentiroso y predique el discurso de la igualdad cuando en algún asunto tuvo a personas cercanas a las que prestaba sus oídos: sin importar si las circunstancias nublaban el juicio de esas personas cercanas, mientras esos adultos tomaban aquellos juicios nublados como razón práctica. Es igual que criticar al teléfono descompuesto entre varias personas y hacerle caso a alguna que está dentro del juego: es totalmente irracional creer que esa persona tiene el mensaje correcto.
 ¿De qué sirven tantas arrugas y canas si no pueden mantener preceptos tan sencillos como los de la honestidad, igualdad formal, equidad y otros más? ¿De qué sirven los años si todavía creen que este factor es determinante para mirar por encima del hombro a los no adultos? ¿Para qué los adultos se codean con jóvenes si jamás atenderán sus sugerencias? ¿Por qué no se hacen sinceros y de antemano dicen que las recomendaciones de los jóvenes no servirán para su juicio -o incluso para sus intereses de adulto-? 
 Quizás estas dudas sean bastante exigentes para algunos: llama la atención que los adultos siendo perfeccionistas como suelen ser se asusten con preguntas así. A mi juicio, están en el nivel conceptual del perfeccionismo. 
 Considero que no todo adulto pasa el examen del perfeccionismo más o menos descrito con mis preguntas. Siendo así, el asunto es contingente, y todo aquello que parezca provenir de una fuente que se considere como 'autoridad' tiene que ser revisado. En dado caso que el adulto no cumpla los parámetros suficientes para ser visto como una autoridad, no tenemos porqué atender los lloriqueos o pseudo exigencias razonables que hagan: más bien se trata de sugerencias al aire.

M. Téllez.