Al darme a luz
mi madre trazó un círculo perfecto,
mi padre elevó una bóveda que llenó el espacio de verde
y lo de afuera no importó.
Fue gracia y maldición al mismo tiempo,
fue mi luz y la sombra infame que se alza por fuera.
Quedé impedida de lo externo,
la felicidad condenada a un cuarto de dos por dos.
A algunas palabras, algunas personas.
Por siempre tendría que tomar la luz de soles
de otras galaxias
Y el teléfono sólo devolvería mi propia voz.
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