miércoles, 29 de julio de 2015

Viridiana

Me gustas. ¿Por qué? Hay cosas que no se fundamentan. Como un día dijo un escritor mexicano -L.M. Oliveira-. Lo parafraseo: 'cuando dicen 'te amo' o 'me gustas', dar argumentaciones es absurdo, simplemente lo sienten. Y lo saben.'. Lo sé. 
Me detuve a pensar en ti mientras gotas ligeras y tibias de agua mojaban mis cabellos, luego recorrieron mi cara y el resto de mi cuerpo. Me gustas porque tu piel me engaña- me dije. Sí me engaña. Me gustas porque tu sonrisa no la comprendo y me place no entenderla. Me gustas porque volteas a mirarme de reojo y no me importa qué veas o qué crees ver, tampoco quiero saberlo. Digo que me gustas porque me seduces. Como la maldita bestia que no dejo de ser, te miro pasar y quisiera no dejar de hacerlo mientras finjo que pienso cuando sólo quiero sentir algo. Ni siquiera sé qué quiero sentir. He rechazado los típicos deseos desde hace tiempo. Es un espiral que me engaña, o que creo que me engaña. Deseos en un extremo y rechazo en el otro. 
Te busqué y creo que te encontré. Ahora no dejo de visitarte. Vi algo que es y que pensé que no debería ser. Es para ti, no debería ser para mí. Sin cruzar palabras ya me siento roto, aunque desde hace tiempo esa es mi condición. Y no exagero, sólo logré mirarme. Después uno voltea al resto y no hay ejemplos de esperanza, todo lo devora la injusticia, el cansancio, el silencio, los balbuceos, la ira, la velocidad y las orillas del vacío. 
Hace cuatro días te vi. Mis adentros gritaban deseos. Sólo aprecié poco, no hay necesidad de gastar mis miradas en vano. Hay deseos que son vanos, hay ganas que son vanas. Por eso aprecié poco, porque no había más en mí. Y aunque haya más, aún no sé si un cuerpo valga una atención prolongada. Porque eso es lo único que se ve. Eso es lo único que veremos.
Tendría que quedarme sin palabras para que sea mejor. Incluso sólo para que sea. Tendré que declararme vencido para que tengas una referencia. Perdería no sólo el sueño y el rechazo si es necesario. Para qué fingir, no sería tanto problema perder por ti. 

M. Téllez. 

domingo, 19 de julio de 2015

No fue para ti.

Realizando un saludo por la madrugada me señaló que mis últimas palabras escritas habían sido de su agrado. Enseguida señaló la referencia de aquella frescura. Te mencionó. Pero no las escribí por ti. Aquel fragmento no fue para ti ni será para ti. 
Es cierto que muchas líneas han sido para ti, pero he ido desvaneciendo lo que se supone me provocas. Podrás ser bella, pero causas terror. Podrías ser dulce y cariñosa, pero tu amargura y tus rencores ocultos provocan inseguridad. El futuro de por sí es incierto, contigo en ocasiones no sé si se pueda confiar. Y es porque no haces. 
Sé de tus ruinas, tus preocupaciones, tu soledad, tu intranquilidad, tu fatiga, tus miedos y tu desesperación. Y sigues sin hacer. Me pregunto qué tanto placer te provoca tu vanidad que es inútil: un día tus artificiales atributos -porque es lo que ven de ti y parece que eso observas también- se irán al carajo y quedarás tú; me cuestionó cómo serías así. Prefieres la tinta en la piel. Y me alegro: te complaces. ¿Pero has pensado cuánto durará? ¿Y tu ruina dónde la dejas? ¿La olvidas? Se me ocurren dos cosas: 1) tus ruinas no son como las pintaste o 2) ni siquiera tienes objetivos. 
Por ello es que ido desvaneciendo. Por desgracia o por fortuna, si te quiero es con tus derrotas que deprimen a cualquiera: otros sólo te darán la mano para satisfacerse después, te harán promesas porque es fácil emitir ruidos con la boca, expresarán de manera pobre lo que creen que sienten, tal vez porque sienten, pero todos sienten, hasta los animales. Por desgracia o por fortuna te quiero porque así lo deseo, y aunque también siento y eso confunde, mis acciones no son sencillas. Y qué mejor juez que tú para decir que es cierto. Qué mejor juez que tú para ignorarme. Qué mejor agente que yo para desvanecer. 

M. Téllez.

Tú ahí.

Mírate. Estás de pie, retas a la cámara con una mirada que sólo tú sabes qué quiere decir. El mar luce al fondo. No podrías lucir más que el mar: no tiene caso mentir. Tú perecerás. Tu belleza corporal cambia cada día y tus cansancios se verán reflejados en esas piernas que hoy seducen mis instintos, tu semblante afectará la armonía de tu rostro y tus cabellos: todo apuntando hacia la decadencia. No digo algo grave, así pasa. Así nos ocurre. El mar en cambio, es sublime. Aterra, es inmenso, tal vez desconocido, seduce de manera violenta y tranquila. Y quién sabe si perezca. 
Te diviertes. O eso espero. La vida aquí es distinta, no hay mar y yo no deslumbro. Todo es gris, hasta el viento. Cambian las cosas cuando llueve, pero igual que una canción favorita, nos parece tan agradable que ya no distinguimos si la disfrutamos en serio o sólo queremos escucharla porque sabemos que para nosotros es buena. Incluso para lo agradable somos un problema: maldita nuestra existencia. Y si no es nuestra existencia, será nuestra constitución. A pesar de las desgracias, te observo. Por supuesto, no borras las desgracias, sólo tienes los matices precisos para que mi atención se dirija a tu presencia. Algún día tu voz tendrá que decirme algo y yo voy a querer que nos sumerjamos en tu mar. 

M. Téllez. 

jueves, 16 de julio de 2015

Fresca

Entra a las 10:00 am y llega después de las 10:00 am. Sale a las 3:00 pm y se va antes de las 3:00 pm. Siempre sonriendo. Hay fotos y siempre sonriendo. Esos pómulos me asustaban, hoy les dedicaría más de dos líneas: lo de acariciar, cualquier cosa. No hablemos de su piel, porque entonces mis ganas de buscarla aumentan. Y todo lo que pudiera llevar sobre sí misma sólo aviva mi imaginación. Si fuese una fruta le diría que luce tan fresca: entonces le daría un mordisco, tal vez letal para mí. Ojalá también para ella. 

M. Téllez.

lunes, 13 de julio de 2015

Silencio obligado

Una vez leí unas líneas del Dr. Muñoz Oliveira donde hablaba de la importancia de expresarnos y hacerlo sin temor a recibir represalias o algún daño -si no rememoro mal, el contexto era la práctica periodística-. En esas mismas líneas, señaló que si a él no le ha ocurrido algo es porque no ha hablado del narco en Tampico. 
Quienes me han leído algunas veces, saben que tampoco hablo de temas así -como el narcotráfico-. Suelo hablar y escribir -poco en esos ámbitos- respecto a problemas de política pero de manera no tan concreta. Comparto la idea del filósofo mexicano, debemos poder expresarnos sin temor alguno. Sin embargo, ese deber -como quizás, todos los deberes- no es tan sencillo. 
Recientemente hubo problemas en una colonia de Tláhuac: Tempiluli. Y como cualquier problema -cosa lamentable- varias personas concluyen causas y echan culpa -sin tener conocimiento exacto de lo ocurrido ni de hechos pasados-. 
Dada la cercanía con esa colonia, estoy un tanto informado de lo que ocurre y de los problemas de ahí: como cualquier persona que tiene conocimientos de su colonia. A pesar de ello, el apellido que llevo ya tiene cierto 'peso' ahí. Y no resulta sencillo hablar y en ocasiones tampoco escribir, como en FB, por ejemplo. Lo menciono porque uno ve publicaciones y es tan detestable que la gente ignore demasiado o sea muy ingenua. 
La sosa conclusión que se me viene a la mente es que es lamentable no poder ayudar en una causa como uno quisiera, a tal grado que hasta tu apellido te pesa. 

M. Téllez. 

sábado, 11 de julio de 2015

No dejaré ir

Pienso que los días cada vez pasan más rápido. Y siendo consecuente, concluyo que el único lento soy yo: ojalá fuera escurridizo y con fines como lo que sucede. Se va la mañana preparando una clase, leyendo, cocinando, haciendo ejercicio, durmiendo, comiendo; se va la tarde leyendo más, cocinando de nuevo, comiendo, escuchando y escribiendo; la noche mira cómo camino para poder cansarme y lograr dormir. Reviso la clase, miro algunos videos, platico con quien quiera escribir -o cuando quiero escribir-, se escurre el tiempo mientras pienso que se escurre el tiempo. Luego detesto tener que dormir: debería ser opcional. 
Pero no dejaré ir. No se me escapa dedicarte unos minutos de mis razonamientos. Te busco mientras planeo: si el segmento sólo es de A hacia B, en medio sé que estás tú. Y si no estás en medio, recorro a B y lo hago punto medio: deja de ser B el punto final y tú tomas el puesto. Eso me gusta más. Y no lo dejaré ir. Si he cantado conspiraciones, tomo un respiro, suavizo mi poca y sosa voz para cantarte algo, aunque no me escuches. Y no te dejo de escribir. ¿Un poema, una canción, una breve historia, una analogía o fundamentar lo que no se debe fundamentar? Me pregunto qué podría escribirte. No sé qué termino haciendo. Y no importa. Sólo no dejaré ir. Y así siento que me voy yendo. Hoy no veo arrugas, pero un día estarán. Hoy duelen los músculos por ejercicio, después será por la edad. Hoy es hartazgo juvenil pero lo confundo con cansancio, después será realmente cansancio. Pero no dejaré ir. Te quiero y no lo haré. Te deseo y no lo dejaré. 

M. Téllez. 

viernes, 3 de julio de 2015

Debajo de la escalera

Todos tenemos en el hogar cosas debajo de una escalera, cosas en una bodega, un ático, algún cuarto desocupado donde hay de esas cosas que se guardan quién sabe para qué. Así somos también. Guardamos cosas en nosotros, ideas, sentimientos, varias palabras. Y quién sabe para qué las tenemos adentro. Es cierto que no todo lo podemos decir, si fuera así, los secretos no existirían, por decir algo. Pero piensa en las cosas que te lastiman aún. Llegarás a viejo y es muy probable que tengas referencias de hoy día. Algunas agradables, algunas que te pueden desgarrar el corazón, que al menos te quiebren la voz y llores. 
De vez en cuando limpiamos esos lugares de la casa que ya mencionamos. Pero se vuelven a llenar: se ensucian. Nos ocurre igual. Por supuesto que hay gente muy cuidadosa respecto a la limpieza del hogar y en su corazón sólo hay dolor o cosas así, ahí la analogía que hago pierde sentido. O tal vez no. Esa gente en ocasiones limpia a cada instante porque es una especie de ansiedad, están enfermos -por decirlo de alguna manera-. No saben que sus acciones son un tipo de patología. Pero no nos desviemos. Aunque gente no enferma se revise de vez en cuando el ser y pueda limpiarlo, se vuelve a llenar. Esto debería quedar claro. Las implicaciones de esto son obvias si nos detenemos a pensar. Conflictos básicos como los familiares comienzan, rencor hacia el padre, la madre, los hermanos y demás familiares. Luego puede ocurrir con los amigos. Así también con la pareja. Y el problema somos nosotros. ¿Por qué no hablas? ¿Por qué no te permites un día llorar? ¿Por qué sólo cuando te alteras tienes que gritar y decir cosas que tal vez ya nadie rememora? Es claro que estas preguntas no tienen cabida para aquellos que han sido criados con ideales tales como los de empresarios, esas personas que usan frases de líderes personales. Ellos son felices, según ellos. Pero no todos tenemos ingenuidad -o certeza- para creerle a esos líderes, queremos encontrar certezas en nosotros, queremos ser la medida de nuestros juicios, tal vez porque así nosotros sabemos el valor de lo que decimos en correspondencia con nuestra experiencia. Tampoco caben aquí esas personas que no saben estar consigo mismas. Un caso curioso son aquellos que tienen bienes materiales y los usan, pero no se pierden en ellos. Que no han sufrido de la austeridad de algún gusto por necesidad o por sacrificio de algún objetivo que chocaba con ese gusto.
Estas líneas son para ti que te han roto el corazón tal vez por imbécil o por alguna otra razón. Para ti que te preguntas si tiene sentido ser razonable con las personas. Tú que inicias proyectos con otros pero que esos otros tal vez estén perdidos en la neblina del aburrimiento por tonterías, no del aburrimiento de tristeza; ese sentir que se asemeja a la depresión. Tal vez deberíamos intentar acomodar las cosas del corazón o del interior o como le quieras llamar. Porque sacarlas es una cosa complicada. La gente cree que hablando se solucionan las cosas; claro, las cosas sencillas, pero el problema somos nosotros, y en estos asuntos extraños, no somos tan sencillos. Somos unos necios entre otras cosas. Si no lo crees, mírate: conoces los consejos para ser el mejor y no lo eres porque no las realizas; aún no queda claro que esta vida podría ser la última. 
Alguna vez leí en un prólogo de una compilación de poemas -a cargo de Chumacero- que los mexicanos no tenemos la sensibilidad para observar las cosas. Parece cierto. Pero eso no implica que no podamos detenernos a observar, y en especial -a causa de estas líneas- observarnos a nosotros. Nos hace mucha falta -ya dije a quiénes nos hace falta, los otros no caben aquí-. Tenerle miedo a la muerte ha quedado claro en muchos siglos que no tiene sentido, pero tener miedo de lo que hemos ido ocultando y guardando en nosotros -seguramente tampoco tiene sentido- nos ha detenido en muchas ocasiones, y es probable que más allá de eso, nos arruine una calma que de por sí ya es difícil de alcanzar. 

M. Téllez.