domingo, 17 de mayo de 2015

Batalla

Batalla

Dice un filósofo mexicano: "Hay sentimientos como vértebras: nos mantienen de pie y son endebles." Ciertamente, son palabras de una de sus novelas -también es escritor-. Sin embargo, sean líneas de novela, sea retórica o cualquier otro adjetivo que se les ocurra, es cierto. Si seguimos vivos es porque 1) valoramos la vida y 2) valoramos otra cosa. Y seguramente ese valor va acompañado de algún sentimiento. Hay de sentimientos a sentimientos, unos pueden ser morales y otros más privados, como la excitación o el amor. Valerse de la cita mencionada tiene un objetivo. Tal vez deberíamos pensarnos así, endebles, es algo obvio para algunos, pero en ocasiones lo olvidamos. Lo olvidan las personas que tienen pareja: no se les ocurre que su pareja se puede ir con alguien más, se puede morir o irse sin más. Y puede ser el caso que esa persona es la que los mantiene de pie. 
Tal vez lo olvidé en algún momento, cuando decidí reprimir los deseos que sentía por Frida. Ella no me mantenía de pie, pero era parte de mi vida. Esto me hace pensar que eliminar sentimientos -o transformarlos, porque es posible- es diferente del atrincheramiento que ocurre cuando alguien se cuela en tus planes, en tu vida. Es como una casa. Tú construyes la casa, acomodas los cimientos, llenas espacios para que no haya accidentes futuros, y si alguien te ayuda, ese alguien pondrá algo donde a ti no se te había ocurrido. Luego se va. 
Soy endeble, tan endeble que un sueño me orilló a escribir: qué endeble. Qué lloriqueo. Me dieron ganas de beber aunque ayer ya lo hice. Sé que sigue ahí, pero no sé qué hace. Ella también es endeble, la diferencia es que poco le importa y prefiere ignorarlo, callarlo y seguir -aunque seguir no implica avanzar, seguir puede ser estar parado, pero respirar aún-. Entender que algo tan trivial me orilla a escribir me causa rabia. No puede ser- me digo. Pero es. Maldita sea- finalizo. Y me dan ganas de beber. 
Al modificar los sentimientos te subestimé. Pero qué más da, mi risa te fastidia y a mí me fastidia tu silencio. Tu maldito silencio. Tu maldita tranquilidad que sólo oculta tus miedos, tus tristezas, tu rabia y tu dolor. Esa misma tranquilidad que llamó mi atención. Entonces no decía que era maldita, hoy lo digo por la rabia. 
Me hiciste más endeble. Te mentí y luego tú mentiste. Caíste y yo detestaba levantar a la gente. Ya había extendido mis manos varias veces, pero igual me inquietaba seguir, no soy una casa de caridad: doy razones que son pilares y uno deberá entender si las acepta o se sigue cayendo. Decidiste seguir cayendo. Eso te lastimó. Enredos y más enredos. Como dice una canción: I see you standing there like a rabid dog and you got those crying eyes. Makes me wanna surrender and wrap you in my arms. Sí me dan ganas, pero qué tontería. Y esa tontería me hace escribir. Aún soy endeble. 
Seguro que soy necio. No hay más. No tengo ya objetos de Frida -o tal vez están demasiado bien guardados-, pero cuando pienso en objetos o tan sólo en memorias, viene a mi mente otra sentencia de Oliveira -el escritor a quien ya cité-: "Pero al final siempre termino argumentando que darle significado a los objetos es sólo una forma de aferrarnos a la vida, a la memoria, a lo que somos. Y nunca ganaremos esa batalla, la historia humana de siempre."
Parece que nunca ganaré mientras siga dando significados. 

M. Téllez. 

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