jueves, 29 de octubre de 2015

Comiendo rosas

Dos rosas que si bien eran entregadas en una maceta, nadie notaría diferencia con lo que vimos. Una pareja de jóvenes: esos que aún se besan en todos lados como si los besos se acabaran o su sabor después se agriara -tal vez así sea-.
Nos reímos de las rosas. Recordé cuando hace tres años fui un 31 de diciembre a su casa a desearle feliz año y le entregué un ramo de rosas. Las rosas que entregué ese año eran flores tocadas por la mano de Dios en comparación de aquellas cosas que vimos. 
Unos tragos más, diciendo algo de las damas e invitándole un trago a una mujer que estaba a nuestro lado, seguíamos sonriendo. Insistí en que esa mujer -a quien le invitabas el trago- se veía de edad más avanzada que la nuestra, a pesar de que señalabas que no, que tenía cerca de 19. Un misterio es la edad.
Volvimos la vista a la pareja con rosas, la chica mordió un pétalo y lo masticaba. ¡¿Qué carajo?! Exclamamos. No importa, algunas ganas de masticar o de probar algo natural. Luego, observamos cómo el chico -la pareja de la chica- descendió del camión y llevaba una rosa. ¿Por qué alguien se iría con las flores que tal vez dio? No, tal vez se quedaron ambos con una rosa: cada quien con una rosa. Eso tenía sentido.
Siguió el viaje. La chica se levantó de su asiento, volteó a mirarnos, primero lo hizo porque seguro notó que preparábamos el último elixir que acompaña nuestras palabras, después sólo nos miró. Qué importa. Al bajar, no llevaba ninguna rosa. Extraño. A lo mejor la guardó. Continuamos con las risas.
Parada final. Me levanto del asiento, acomodo mi mochila y sé que ya pronto llegaré a casa. ¡Mira! - me gritaste y entonces regresé para saber qué veías. Una rosa tirada en un asiento. 

M. Téllez. 

sábado, 24 de octubre de 2015

Nula dignidad

El debate acerca de la dignidad humana es uno -de entre tantos- de lo más interesantes en la filosofía moral. Hemos dado por hecho -explícitamente o no- que poseemos algo que llamamos 'dignidad'. Sin embargo, ¿qué queremos decir con 'dignidad'?
Las discusiones respecto a la DH toman como punto de partida la noción kantiana de dignidad. De manera muy breve, lo que nos dice Kant es que al ser autónomos -y lo que implica esta idea en Kant- es lo que nos hace dignos. Dignidad es un valor intercambiable y que no tiene precio. Desde este punto, ya hay discusiones. Para darle mayor apertura a esta postura kantiana, digamos que también los seres heterónomos son dignos. Es decir, aquellos que tengan humanidad -capacidad de darse fines a sí mismos (sin importar qué clase de fines). 
He dejado muchos matices de lado, aunque realmente la discusión gira en torno a la idea de autonomía y razón práctica. Esta definición de DH es excluyente: porque no da cuenta de los bebés, enfermos mentales parcial y permanentemente e incluso, de personas en estado vegetativo. Los kantianos han hecho esfuerzos para incluir a esas personas en la definición de dignidad humana. En el caso de los bebés, dicen que están en proceso de adquirir autonomía o tener razón práctica. En los otros casos, no dan una respuesta convincente -si a caso el argumento respecto a los bebés es convincente-.
Hoy día, Waldron entró a la discusión y fundó la dignidad humana como un principio fundacional: somos dignos. Es decir, este principio funciona como axioma para luego erigir otros principios o postular normas -o deberes-. Somos dignos y se acabó, podríamos decir. Esto tal vez no les guste a los filósofos -especialmente a los que creen en la dignidad como si tuviera realidad o existencia en los hechos morales (si a caso creen que existen los hechos morales {que sabemos -o discuten- que son distintos de los hechos físicos}). 
La respuesta de Waldron es interesante porque no es excluyente: todos somos dignos y es todo. Claro, él hace una defensa y explica más su postura; aunque la idea es básicamente esa. 
Escribo estas líneas porque lo que quiero exponer es que no necesitamos apelar a la dignidad para defender los derechos humanos o daños tales como la humillación. 
Se dice que tenemos dignidad porque se cree que la vida tiene algo de especial o de valiosa que la hace digna. Al atacar eso especial, es cuando hablamos de alguien indigno o de humillación. Así que el argumento -hay que llamarlo beta- lo podemos escribir así: a) Si es el caso que tenemos dignidad, entonces b) hay alguna razón -al menos una- para decirlo. Esa razón, insisto, es que nuestra vida o es especial -que posee algo especial y por ello es especial- o tiene algo que la hace valiosa. 
Tomando en cuenta el argumento beta, b es un supuesto que a la luz de una reflexión seria, no tiene cabida. No hay algo de la vida humana que la haga especial ni valiosa. Y si es el caso que decimos que hay algo que es valioso o especial, ese parámetro excluye y, por lo tanto, no tiene caso que lo usemos para defender el argumento beta -quien que sea razonable no acepta un parámetro excluyente-. 
Ahora bien, al negar b del argumento beta, negamos a. Así que no tenemos dignidad. La sentencia que acabo de decir -no tenemos dignidad-, no implica una carga negativa, sólo expresa que esa idea que llamamos 'dignidad', ha estado fundada en un supuesto ilusorio. En mucho tiempo ha quedado claro que el ser humano se ha dado un lugar especial en el mundo por creer que es valioso o especial. Esto es creer demasiado. Si hacemos una reflexión seria, debemos entender que ni somos valiosos ni especiales en alguna manera objetiva o universal -entendiendo universal a lo Kant o a lo Sto. Tomás-. En todo caso somos valiosos o especiales para otras personas o para que nuestra especie siga sobreviviendo. Esa razón no dice mucho, pues incluso los animales valoran a los de su especie -experimentos para corroborar esto hay de sobra-. 
Mencioné que la dignidad humana se utiliza para defender los derechos humanos. Una objeción que podría hacerse a la tesis de la nula dignidad -lo que he defendido- es que si negamos la dignidad, entonces los DH se ven en peligro. Esto es conjeturar de manera apresurada. Podemos fundar derechos humanos sin acudir a la dignidad. Usualmente los derechos humanos son pensados como una esfera mínima que tenemos que poseer para vivir una vida que merezca la pena ser vivida. Partiendo de esta definición, no hay razones para hablar de dignidad humana. Sólo hay una esfera mínima de necesidades que deben respetarse, y nuestros derechos humanos siguen intactos. 
Hemos estado hablando de una especie de valor que creemos tener y que, como ya vimos, ha sido sólo una ilusión causada por ignorar nuestra condición natural. Todos somos débiles y en ese caso, debemos tener una esfera mínima que debe ser protegida -que son los derechos humanos-; esto no implica que debamos apelar a la dignidad humana. Por lo tanto, incluso cuando la gente de manera vaga habla de dignidad, sólo apela a una especie de condición, aunque esta condición está fundada en la vanidad o en daños que creemos que no nos deben hacer. En todo caso los daños que no nos deben hacer son aquellos que dañen nuestra esfera mínima. 

M. Téllez. 

viernes, 23 de octubre de 2015

Encuentro

Hace tiempo que no la veía. No, este texto no es para ti ni para ti, es para ella. Últimamente todos se ponen el traje de mis palabras. Y aunque alguna vez explique, jamás creen. Más pereza. No importa.
Llegué tarde, cinco minutos después. No es tanto tiempo, aunque mi puntualidad siempre está ahí, pasa desapercibida: como esas virtudes grandes que luego no se ven. Todo fue con una cadencia que hace tiempo no apreciaba. Tuve tiempo de respirar, de aceptar mis errores, de mirar mis pretensiones, en una sola palabra, de ver que ya no soy el mismo. Tú tampoco eres la misma. Dice una canción española: hace tiempo que ya no te veo, ¿habremos cambiado? Quizás a peor. Exactamente no sé si hayamos cambiado a peor. De ser el caso que sí, seguro soy quien tuvo esos cambios.
Noté que mirabas mis labios y no sé porqué. Pensé que me habían quedado residuos de la comida que acompañó la plática, pero no fue así. También pasó por mi mente que a lo mejor temblaba alguno de mis labios, por una especie de nervios, de esos que están ocultos y  los sentimos hasta que una parte de nuestro cuerpo nos delata. Pero tampoco fue así. 
También te miré. Hace tiempo que no veía unos ojos tan claros, unos labios tan finos y una boca que se puede dar el lujo de hacer las muecas que desee. Sólo he mirado ojos perdidos, cansados, irritados; labios olvidados, resecos, y bocas que sólo son bocas. 
Hubo silencios. Desde hace meses que no experimentaba el silencio agradable, sin inquietud de querer decir algo para que desaparezca esa ausencia de voces. 
Hay personas que arrastran los dolores de las palabras que interpretaron a su antojo, eso y más cosas. Nosotros no arrastramos nada. Fuimos nosotros, hambrientos o fingiendo tener hambre, lanzando palabras de millones de instantes que han pasado. No agregamos juicios de valor a nada, al menos no exponiendo arduas justificaciones de nuestras concepciones del bien. No había pereza. 
Como en cualquier circunstancia, un buen trago tenía que estar presente. El líquido aguardó, porque no me permití combinar ese placer con otro placer -el compartir palabras y espacios contigo-. Fue una buena decisión. Seguro que lo haría de nuevo. 
Después, el adiós. Sin esperanza de nada, un adiós. Tal vez tuve un impulso -los primeros movimientos-, aunque mi condición de ignorante y mi anhelo de condición estoica me hizo tener a la mano una pasión adecuada. Aunque no hay razón de engañarme, hubiera dado vuelta, regresar unos pasos y verte, aunque no supiera para qué -o tal vez sí lo sabía-. 
No sólo mi pluma descansa cuando te cuento cómo las personas se molestan por mis líneas, por mis creencias y por mi manera de hacer. El hálito que en ocasiones puedo percibir dentro de mí, se tranquiliza. Es preferible para mí seguir así, dándole descanso a mi pluma y que mi hálito encuentre calma. Sólo no debo cruzar la línea para sentir apego en hechos que no dependen de mí. 

M. Téllez. 

martes, 20 de octubre de 2015

Amiga

Hay situaciones donde las palabras no tienen cabida. He pensado qué decir, aunque todo esfuerzo me resulta poco. 
No dobles tu alma, amiga. Permite que las lágrimas salgan hasta donde creas que es debido, sé que tú sabrás hasta dónde es esa línea. No sé si haya buenas razones para creerse fuerte, en todo caso, hay que serlo. Sé que tú puedes serlo. Deja que los pensamientos lleguen según las representaciones, sólo ten presente que lo estás permitiendo. 
Según los estoicos, sólo podemos perturbarnos por el presente y el futuro, no por el pasado. ¿Por qué no por el pasado? Porque, según ellos, no existe. En cambio, el presente lo estamos experimentando, y aunque de alguna manera el futuro tampoco existe, hay probabilidad de que se dé; en cambio, el pasado ya nunca volverá. Atiende hoy tus latidos, las miradas que puedas ver. Sólo ten cuidado. Otro consejo estoico es que hay actitudes torpes y hábiles. Un ejemplo es la compasión. Hay dos tipos de compasión, según los estoicos. A una hay que llamarla compasión y a la otra "compasión". "Compasión" es afectarse por el sufrimiento del otro, pero quedarse afectado a tal grado que no hacemos nada, sufrimos con esa persona nada más. Compasión, en cambio, es ser afectado por el otro pero saber cómo actuar. "Compasión" es una disposición torpe y compasión es una disposición hábil. 
Aunque escriba, pienso que lo mío es una "compasión", pues sinceramente no sé si soy hábil y si estoy sabiendo cómo actuar. Que mi pluma dibuje palabras es lo que últimamente sé que puedo hacer bien -o eso creo-, por eso te dedico estas líneas. 
Tal vez alguien pueda calificar de frases de cereal lo que diré o lo que estoy diciendo pero no importa. Lo hago de corazón: tienes mi apoyo, el apoyo de más, nuestras sonrisas y nuestra presencia; aunque no siempre podamos estar. Admiro tu dedicación, pues aunque pueda pasar desapercibida, eres mejor que todos nosotros. De esto infiero que podrás calmar de alguna manera lo que acontece -o pueda acontecer-, especialmente contigo misma. 
Dice una canción: Me crezco ante el peligro, sé que cambiarán las cosas. Sería buena idea que de alguna manera puedas crecerte. 
Recibe un abrazo mío. Ánimo. 

M. Téllez.

jueves, 15 de octubre de 2015

Siempre se irán

Sé de alguien que aún no ha perdonado -llamaré a este alguien 'S' y se entenderá que pretendo abarcar a personas que participen de tales características-. También sé que aún se ofende. En aquella noche fui honesto y sólo entendí que ella no está para entender la sinceridad. Yo no estoy para esperar que entiendan; especialmente si se trata de una amistad. Qué pereza.
Ya no había pensado en esto, por lo mismo de mi pereza. Hoy me dije "siempre se irán". Es interesante ver como los cuerpos y mentes débiles se consuelan con sus semejantes -o sea, con otros débiles-. Sí, sí quiero implicar que mi cuerpo y mi mente no es débil. Aunque, merece la pena hacer una distinción -que cualquiera puede decir me saqué de la manga-. Hay dos tipos de debilidades en las que estoy pensando: 1) debilidad ignorada y 2) debilidad aceptada. En el caso de 1, el agente en cuestión no sabe que es débil y pregona cosas que hará, y enseguida se le verá lloriqueando. Podrá sugerir que se emociona por algo, después dirá que está cansado. En cambio, 2 sabe que es débil, lo ha aceptado, además, conoce que está entre el lloriquear o el hacer, 2 prefiere lo último. En efecto, dado que 2 es débil en cierto sentido, claro que hay lloriqueos repentinos, aunque recuerda aquella línea entre lloriquear/hacer y regresa a la senda que lo distingue de 1. 
Dada la explicación y los matices adecuados, S es de mente débil; por lo tanto, se consuela con sus semejantes. Aquellos de mente débil, cierto espectro de los de mente débil, son del caso 1. Y lo que debo señalar ahora, es que S nunca se consolará con alguien del caso 2. O tal vez sí, aunque los hechos que describo, nos dicen que no. Puede ser que en este particular caso -por el que estoy nombrando al alguien como S- se deba a que no perdona y aún se ofende. El caso de 1, no se ofende ni perdona puesto que sólo se la pasa lloriqueando: se siente la víctima del universo, el novato, el troleado y el que aún puede aprender. Hay cosas que si no se aprenden en determinado momento, sólo nos harán seguir lloriqueando, una de esas cosas es entender la diferencia entre el caso 1 y 2, así como la división que es capaz de comprender 2 -y que quién sabe si vea 1, pero dado que es 1, entonces es que no la ve-. 
Estoy seguro que se seguirá yendo. La ventaja de S de estar con el caso 1, es que hallará consuelo con sus semejantes, no habrá reproches ni se sentirá herido por alguna palabra, ¿qué puede decir 1 que no sea un lloriqueo? A lo mejor una palabra de ánimo o de alegría, en el fondo es lloriqueo. Siempre se irán las S. A menos que quieran enfrentar su ignorancia y su debilidad compartida, las cosas para ellos seguirán en su tono. Tonos que objetivamente sólo tienen una función: notar en donde no caer. 

M. Téllez. 

Tres años

¿Cómo es que en tres años una persona no cambie? Me pregunté hoy. Ya es tarde y aunque la cuestión estuvo un buen lapso en mi mente, no sé cómo es eso posible. Ahora bien, ¿cómo es que alguien sensato esté con alguien que no cambia? ¿No se supone que nos gusta el crecimiento? ¿Y dónde queda esa coherencia? Iba a escribir que no la hay pero no estoy seguro de eso.
Hay cosas que se parecen mucho a tener novia. Sí, tener novia, así llanamente. Digo que se parecen porque tienes que modificar horarios, dejar de hacer algunas cosas -aunque digan que no-, prestar atención a cosas porque si no la pareja lloriquea, en una sola palabra, hay más preocupaciones y responsabilidades. Diré que son preocupaciones y responsabilidades sin sentido: es una prueba más de que queremos hacer nuestro algo que no depende de nosotros y por ello es que sufrimos. Pero lo hacemos y lo seguiremos haciendo; al menos es bueno darse cuenta. 
Parece que tú no te percatas. Andas como aquel que prefiere tener a quién abrazar porque tiene miedo de no abrazar nada. Qué fortaleza la tuya para seguir escuchando los mismos cacareos de hace tres años. Si es que a eso se le puede llamar fortaleza. No quiero implicar nada con esto, sólo pretendo señalar mi intriga causada por la primer pregunta de estas líneas y mi angustia de que no te percates y sigas haciendo ahí en donde yo digo que no deberías. Esto suena muy a autoridad, aunque ya no tiene caso hacernos tontos: nadie es como yo. Y esto no es una verdad genérica, con nadie más se contempla un cielo teñido de inmensidad y de rencor a la vez, un suelo de confort y dolor al mismo tiempo, un aire fresco y pesado al respirar, líquidos que son sabor, placer y belleza acompañados de palabras. La angustia reside en que teniendo este escenario, vayas con los básicos. Tal vez deba escuchar, aunque no dirás ni yo tengo necesidad de saber; los hechos ahí están. 

M. Téllez. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

No nos interesa

Hoy vi una publicación en mi timeline de fb acerca de cómo educar a un niño. La publicación decía -básicamente- que no tienes que consentir al niño -y hablo también de niñas-, que debe entristecerse porque cuando crezca, verá que el mundo no es perfecto -de esta manera estará preparado para el porvenir-. 
Usé esa terminología porque es la acostumbrada en esas notas. Escribo esto porque quiero decir que a nosotros no nos interesa que no sepan educar a un niño -al menos a mí no me interesa, supongo que otros menos-. 
Me estoy tomando la molestia de gastar palabras para algo así. Los argumentos que tengo en mente para sostener esa indiferencia son varios -no muchos-. Primero, las madres -y quien publicó eso tiene mi edad, o sea 22 años (o tal vez 23)- ya tienen una idea vaga de cómo educar. Creo que todos tenemos una idea vaga y no necesariamente nos interesa crear hijos -aún no entiendo a quién se le ocurre tener más de dos hijos o tener hijos (especialmente hoy día)-. Con esta idea vaga, cuando alguien aconseja algo, la madre -puede ser el caso- que no atienda tal sugerencia por su idea vaga. Si yo le hubiera escrito a esta chica diciéndole: no mimes a tu hijo, los niños son como animales. Lo más probable es que hubiera defendido un rango especial de su hijo en contraposición con los animales. Esto demuestra que 1) mi argumento es correcto y que 2) esa chica no ha leído lo suficiente o no se ha cuestionado lo suficiente para entender que nuestra vida no tiene nada de especial frente a la de otras especies. Lo que digo se discute, aunque estoy seguro que decir lo contrario es sólo engañarse. 
El anterior creo que es el argumento más fuerte que tengo. Digo que es fuerte porque implica varias cosas: si es el caso que defiende su idea vaga frente a sugerencias, entonces su disposición a actuar es igual. Y con esto, quiero decir que incluso aunque acepte la sugerencia, en el ámbito de la acción estará acostumbrada a su idea vaga y luego no hará la sugerencia. Este argumento se extiende a otros ámbitos, no sólo respecto a la educación de hijos. Se requiere de disciplina para cambiar nuestras acciones efecto de nuestras ideas vagas. Y siendo sinceros, pocos se toman en serio esa disciplina: es más fácil ser como somos; ni siquiera es fácil, sólo lo hacemos. 
Mi otro argumento ocupa una discusión más amplia. Creo que hay sitios para aprender o tener sugerencias de cómo educar a hijos y no necesariamente están a la hora de compartir una publicación o de leerla. Estoy seguro que hay talleres de padres, artículos científicos -donde se hable de los niños y de ahí deducir métodos- o platicarlo con alguien -con quién es una buena pregunta, aunque no creo que tan difícil-; haciéndolo en serio. Si es el caso que quieren educar bien a sus hijos, entonces harían lo que señalé. Vemos que no hacen lo que señalé -no compartirían cosas extrañas-, ustedes saben lo que sigue.
Podemos concluir dos cosas de esto que acabo de decir: 1) no se toman en serio la educación de sus hijos y 2) no hacen el mínimo esfuerzo para ACEPTAR las sugerencias que reciben. Finalmente, a nosotros no nos interesa que ignoren estas conclusiones, tampoco nos importa que al ignorarlas, no sepan cómo educar a sus hijos. Claro que es fácil criticar, y es posible que si yo tuviera un hijo, tal vez tendría problemas. Sin embargo, si señalé argumentos y consejos, es porque los conozco, no hacerlos sería irracional de mi parte. Además, creo que al ignorar que los niños son como animales -incluso en la adolescencia y hay quienes en la etapa adulta- están ignorando demasiado. Estoy muy seguro que si entendiéramos que nuestra vida no es especial frente a otras especies y que contamos con ciertos recursos que los animales no, podrían resolver sus dificultades de manera más sencilla. Aunque no olvidemos que tenemos ideas vagas; parece que una de ellas es creer que somos especiales. 

M. Téllez.