Hay cosas que se parecen mucho a tener novia. Sí, tener novia, así llanamente. Digo que se parecen porque tienes que modificar horarios, dejar de hacer algunas cosas -aunque digan que no-, prestar atención a cosas porque si no la pareja lloriquea, en una sola palabra, hay más preocupaciones y responsabilidades. Diré que son preocupaciones y responsabilidades sin sentido: es una prueba más de que queremos hacer nuestro algo que no depende de nosotros y por ello es que sufrimos. Pero lo hacemos y lo seguiremos haciendo; al menos es bueno darse cuenta.
Parece que tú no te percatas. Andas como aquel que prefiere tener a quién abrazar porque tiene miedo de no abrazar nada. Qué fortaleza la tuya para seguir escuchando los mismos cacareos de hace tres años. Si es que a eso se le puede llamar fortaleza. No quiero implicar nada con esto, sólo pretendo señalar mi intriga causada por la primer pregunta de estas líneas y mi angustia de que no te percates y sigas haciendo ahí en donde yo digo que no deberías. Esto suena muy a autoridad, aunque ya no tiene caso hacernos tontos: nadie es como yo. Y esto no es una verdad genérica, con nadie más se contempla un cielo teñido de inmensidad y de rencor a la vez, un suelo de confort y dolor al mismo tiempo, un aire fresco y pesado al respirar, líquidos que son sabor, placer y belleza acompañados de palabras. La angustia reside en que teniendo este escenario, vayas con los básicos. Tal vez deba escuchar, aunque no dirás ni yo tengo necesidad de saber; los hechos ahí están.
M. Téllez.
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