jueves, 15 de octubre de 2015

Tres años

¿Cómo es que en tres años una persona no cambie? Me pregunté hoy. Ya es tarde y aunque la cuestión estuvo un buen lapso en mi mente, no sé cómo es eso posible. Ahora bien, ¿cómo es que alguien sensato esté con alguien que no cambia? ¿No se supone que nos gusta el crecimiento? ¿Y dónde queda esa coherencia? Iba a escribir que no la hay pero no estoy seguro de eso.
Hay cosas que se parecen mucho a tener novia. Sí, tener novia, así llanamente. Digo que se parecen porque tienes que modificar horarios, dejar de hacer algunas cosas -aunque digan que no-, prestar atención a cosas porque si no la pareja lloriquea, en una sola palabra, hay más preocupaciones y responsabilidades. Diré que son preocupaciones y responsabilidades sin sentido: es una prueba más de que queremos hacer nuestro algo que no depende de nosotros y por ello es que sufrimos. Pero lo hacemos y lo seguiremos haciendo; al menos es bueno darse cuenta. 
Parece que tú no te percatas. Andas como aquel que prefiere tener a quién abrazar porque tiene miedo de no abrazar nada. Qué fortaleza la tuya para seguir escuchando los mismos cacareos de hace tres años. Si es que a eso se le puede llamar fortaleza. No quiero implicar nada con esto, sólo pretendo señalar mi intriga causada por la primer pregunta de estas líneas y mi angustia de que no te percates y sigas haciendo ahí en donde yo digo que no deberías. Esto suena muy a autoridad, aunque ya no tiene caso hacernos tontos: nadie es como yo. Y esto no es una verdad genérica, con nadie más se contempla un cielo teñido de inmensidad y de rencor a la vez, un suelo de confort y dolor al mismo tiempo, un aire fresco y pesado al respirar, líquidos que son sabor, placer y belleza acompañados de palabras. La angustia reside en que teniendo este escenario, vayas con los básicos. Tal vez deba escuchar, aunque no dirás ni yo tengo necesidad de saber; los hechos ahí están. 

M. Téllez. 

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