domingo, 29 de mayo de 2016

Dormido

El deseo se estaba añejando en barricas de roble. Esta vez sabía que era nuestra noche: sólo tú y yo, nadie más lo iba a impedir.
  Los tragos iban en aumento y ni tú ni yo nos negábamos: disfrutamos y no hay más, de eso se trata. Llegó la madrugada y tus padres se hicieron presentes: las 4.30am parece una mala hora.
- Deja subo a mi habitación, me hago la dormida y en diez minutos estoy contigo, ¿sí? - dijiste, tan sensual, decidida y tan tú.
- Sí, aquí que te espero - respondí.
 No supe soportar todas las copas que habían pasado en mis manos, el alcohol se apoderó de todo mi ser, estaba derrotado: este soldado había perdido la batalla: caí.
 Al amanecer, supuse que mi caída había sido compartida: tú también caíste.
- Oye, ¿por qué no bajaste? Te estuve esperando... - mentí, esperando alguna salvación de la suerte.
- ¡Sí bajé! ¡Incluso te estuve zarandeando y estabas profundamente dormido!

Ya no hubo más: ya no habrá más.

M. Téllez. 

sábado, 28 de mayo de 2016

Seguirte

Te seguí al menos un par de veces: en la última persecución, al perderte de vista, decidí darme por vencido. Caminé diciéndole a un Dios que me quedaba claro su rechazo, y que si acaso aún podría tener una oportunidad -aunque a lo mejor la oportunidad es para Él-, tendría que encontrarte. Te vi.
Noté sorpresa en tu rostro cuando te hablé: no quiero ni imaginar cómo fue mi reacción al escuchar tu voz y comprender que te iba a conocer. Alguna cosa se me ocurrió para poder hilar una plática más o menos interesante: por fortuna, no me dejaste a mi suerte, también pusiste de tu parte para seguir construyendo más palabras.
Mi discurso siempre fue -y es- lineal, racional, lógico. En ese entramado, mientras te revelaba algunas creencias básicas de mí, también tú mostraste algunos cimientos tuyos: noté que eres más perceptiva que yo, que a pesar de que esos asuntos me parecen contingentes, tú podías hilarlos de manera que no tuviera huecos lo que decías: me persuadías. No pretendo hacer una apología de tu visión, seguramente si sopeso más las cosas y me pongo el saco de la imparcialidad, te pondré en problemas, aunque sea para molestar. 
Regularmente cuando una persona me dice algo durante más de 3 minutos, me desespero y aunque aparentemente escucho, comienzo a recordar las últimas páginas que leí: es un ejercicio. Me parece que tú rosaste ese tiempo en varias ocasiones, pero te escuchaba: tenía bastante sentido lo que me contabas, e incluso me dejaste en claro que también siento. Para cualquier humano promedio lo anterior es una tontada: obviamente sentimos. Sin embargo, para aquellos iniciados, es sabido que eso del sentir no se toma en cuenta a lo largo del día: es más un ornamento inútil con el que -contra nuestra voluntad- ya venimos. Entendí que ese ornamento no es tan inútil como creo. Tú construiste ideas, atacando algunas cosas que te conté, a partir de ese supuesto del sentir: y fueron críticas interesantes. No había sostenido una plática así con supuestos de ese tipo. Claro, ya antes me solían decir que 'sentir' es importante, pero no decían más: seguro que hay diarreas más sólidas que ese tipo de argumentación.
Me siento incapaz de agregar algo más sustancial al tema. Sólo puedo contar que fue bonito perseguirte y lograr hablar. No pretendo implicar nada, porque es evidente que sé muy poco y que tus supuestos me son extraños: no puedo inducir algo más o menos concreto. Hoy tengo impresas las imágenes de tu mirada y de tu sonrisa, ambas me hacen pensar en la idea de la inocencia, en el sentido abstracto que seguramente muchos compartimos. Quién sabe si yerro, como fuere, esas dos imágenes siguen rondando mi mente. 

M. Téllez. 

De alcohol

Mis acciones, palabras, pensamientos, mi mirada, mis movimientos, mi aliento, mis gestos y mi presencia, están impregnados de alcohol. 
Me pides que no llame cuando mi condición esté influida por el alcohol. Acepto ese término, aunque me pregunto varias cosas, sólo por molestar. ¿Cómo? ¿No ves que el resto no es ni lo que yo estando ebrio? ¿Cuál es la molestia genuina? ¿Crees que no estoy en óptimas condiciones para contigo? Primero, no creo que haya duda genuina; segundo, estando sobrio pone en desnivel el suelo de nuestra convivencia, con el alcohol sigue igual, tú por debajo y yo en otro sitio. 
No tengo que decir más respecto al particular, en todo caso, agregar que no implico -ni quiero decir- que debes -o cualquiera- aguantar mis estados. Lo que sí quiero implicar es que estás lejos de comprender este estado de cosas y de pensamientos, lo cual no es 'malo' ni asuntos que puedan entenderse como negativos: sólo te lleva a ignorar y a concluir -y a pedir- cosas que no tienen suficiente fuerza persuasiva. 
Tal vez con un trago pudieses entender. 

M. Téllez. 

viernes, 20 de mayo de 2016

Como todos

Me gustaría dejar de escribir con tecnicismos: ser bruto a la hora de redactar, equivocarme creyendo que estoy bien: ser como todos.
En algunas ocasiones tomo algunos escritos más o menos viejos y otros recientes: noto cambios. Es normal. Pero cada vez mi voz se hace mía y algo que creo que es claro, tiene un tinte oscuro. Son los tecnicismos.
Ya no pensemos en temas como el amor, que es un clásico y asunto recurrente para todos. Hace mucho que no repito las palabras que cualquiera puede decir: te quiero, te extraño, eres mi razón de ser, mi corazón se acelera cuando tú estás, eres única, sin ti no soy nadie, te amo, estaré siempre para ti, contigo conozco lo que es el amor, me encantas, me fascinas, me enloqueces, te echo de menos, ojalá estuvieras conmigo, contigo lo quiero todo, sin ti ya no hay más, eres especial, significas mucho para mí, eres la persona más valiosa e importante en mi vida, desde que apareciste mis días y noches son diferentes, no puedo esperar para estar contigo, por ti lo daría todo, no me imagino sin ti, eres mi todo, yo te quiero/amo más, no puedo explicar lo que siento por ti, no te imaginas lo tanto que te quiero/amo, etc. 
Así en forma de lista, sin valor, es como veo esas palabras. Y quizá es por ello que prefiero invocar todo un escenario -así lo narre de la peor manera- y luego rematar con alguna frase de cereal propia de mi voz: con algún tecnicismo.
¿Es que no puedo liberarme de lo que parece que soy? ¿Esto soy? ¿Y cómo podría saber que sólo porque así he sido en un par de meses seguiré siendo esto? Claro que no pienso en un cambio de un día para otro, eso es ser ingenuo. Mi duda es más profunda y seria: ¿De verdad esto debería ser? ¿Cómo podría saber que estos rasgos son los que debo tener? Más allá de un juicio de valor: señalar que es bueno o malo ser esto o aquello, la intriga está en la misma pregunta: ¿Cómo saber que estos rasgos son míos y que son los que debo tener? 
Me gustaría encontrar respuestas a lo que supuestamente 'soy'. No es una duda que me detenga, sólo es más o menos recurrente. Y como suele ocurrir con todo lo que les escribo: a muy pocos les interesa -y quizá otros pocos lo entiendan-, así que la duda queda en el aire, para quien guste respirarla un momento. Queda flotando para que la hagan suya, no para que me den respuestas. A veces parece que la manera más profunda de acercarnos a los demás es con cuestiones y no con nuestras intuiciones básicas. 

M. Téllez. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Preguntas

Hoy prefiero una pregunta que un beso.
 Últimamente, una pregunta que invite a sopesar las creencias arraigadas o intuitivas es lo que más me gusta recibir de ti. No voy a negar el gusto de un beso tuyo. 
Con una pregunta, sé que vas a querer una respuesta. También sé que si es de las que invitan a pensar de verdad, no sabré qué responderte: podrías esperar por la solución y entonces tendré tu atención y tu interés. Sabemos que con un beso, ambos vamos a disfrutar del roce de labios, de los procesos químicos que se lleven a cabo en nuestros cuerpos y seguramente ese deseo y placer en acto sean irreemplazables. Sin embargo, no voy a tener tu atención ni tu interés: el beso no es suficiente. 
Con una pregunta sé que alguna idea ronda en tus pensamientos, y que si es para mí, sólo para mí, entonces yo puedo ser salvador y guía para conducir tu idea a buen camino. No hay duda que ser salvador y guía son poderes que a lo mejor deban estar en posesión de una buena voluntad: pero seguro sabes que no hay algo que temer conmigo: te quiero y me sería más fácil confesarte mis malas intenciones; si te seducen, entonces qué valiosa es la sinceridad. El beso podría ser prolongado y aún así desconocería tus razones conmigo: sea placer o algún sueño, se trata de un asunto contingente. 
Si me besas, seguro me vas a confundir, me va a gustar y querré más. También sabré qué se siente darle un beso a la mujer que me gusta: esto pensando en ti, el beso con otra joven quién sabe cómo sea: y no estoy pensado en ese tipo de besos, sino uno tuyo. Estas líneas aparecen mientras pienso en el beso reciente: cerca de una columna de la Catedral -la que sí es la Catedral, recuerda que yo confundo todas las que había en esos rumbos-, a las 9:15pm, cuando a pesar de los sonidos de la multitud reunida, el silencio se hizo por segundos. Miré cómo cerrabas los ojos y cómo esos labios rojos se acercaron lentamente a mí, enseguida supe lo que es un beso de la mujer que quieres: con los ojos cerrados, guiado por ti y por esta maquinaria, ocurrió lo que deseaba. No voy a negar el gusto de un beso tuyo.
Cuando me haces preguntas, sé que los asuntos y sus implicaciones te importan. Queda claro que desconoces una respuesta, y aún si fuese el caso que conocieras o tuvieras más o menos alguna, si me preguntas, entonces deseas otro punto de vista: quizá hasta estés en disposición de ser persuadida: y yo no podría negarme a intentarlo. Con tus dudas, estoy seguro que una parte de tu memoria tendrá influencia mía. Cuando escuches "Miguel", recordarás sucesos, escenarios, preguntas, y más cosas que sólo podrían ser resueltas o de las cuales sólo tengan sentido si acudes a mí.
Hoy prefiero que lances tus preguntas: quizá de respuesta te pueda dar un beso.

M. Téllez. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Cómo...?

Estuve tres días en misión: debía predicar noticias y pensamientos que quizás podrían ser útiles para algunos. Sin duda que también el hacer aquel viaje implicaba puntos en mi matrícula. Ahora bien, en aquellos sitios tú habitas, y también mi instinto se guió por eso.
Tres días fueron suficientes para que hoy entienda que el entrenamiento en el campo no me basta: quizá jamás ningún entrenamiento baste.  Fueron –y son- obstáculos que me confundieron –me confunden-, que me lastimaron –lastiman- y que me obligan a hacer: siempre supe que debía hacer, y por eso es que siento el ardor de la inquietud por recorrer alguna opción.  
¿Y ahora cómo te olvido? ¿Por qué no te atreves a darme una respuesta? Quizá no sea el soldado más capaz ni más fuerte, pero entiendo las circunstancias y entonces acciono toda esta maquinaria para cumplir con todo lo que sea posible, siempre buscando la perfección. Pero no me respondes. Sólo hay silencio. ¿Cómo crees que es este escenario con tanto silencio y sin ningún mapa que más o menos pueda orientarme? ¡Es una tortura! De nada sirve andar sigiloso o utilizar la discrecionalidad si no hay indicios más o menos claros que proporcionen opciones. De nada sirve querer matar o morir si no tienes armas y tu asesino no está. O quizá no te quiere matar.
En dado caso de que todo esto sea mi error –que es lo que he estado pensando en los últimos días-, pido una disculpa. Sólo quiero que entiendas que esta puede ser mi última batalla, y si puedo hacer todo lo que mi pensamiento sea capaz de producir y mi cuerpo rebase sus límites para lograrlo, entonces quiero comenzar. No me importa terminar más herido y temer no recuperarme: prefiero darlo todo en esta ocasión. 
Si tú me desarmas, está muy bien; si tú me guías, está muy bien. Sólo quiero tener algo tuyo en este camino. 

M. Téllez.