miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Cómo...?

Estuve tres días en misión: debía predicar noticias y pensamientos que quizás podrían ser útiles para algunos. Sin duda que también el hacer aquel viaje implicaba puntos en mi matrícula. Ahora bien, en aquellos sitios tú habitas, y también mi instinto se guió por eso.
Tres días fueron suficientes para que hoy entienda que el entrenamiento en el campo no me basta: quizá jamás ningún entrenamiento baste.  Fueron –y son- obstáculos que me confundieron –me confunden-, que me lastimaron –lastiman- y que me obligan a hacer: siempre supe que debía hacer, y por eso es que siento el ardor de la inquietud por recorrer alguna opción.  
¿Y ahora cómo te olvido? ¿Por qué no te atreves a darme una respuesta? Quizá no sea el soldado más capaz ni más fuerte, pero entiendo las circunstancias y entonces acciono toda esta maquinaria para cumplir con todo lo que sea posible, siempre buscando la perfección. Pero no me respondes. Sólo hay silencio. ¿Cómo crees que es este escenario con tanto silencio y sin ningún mapa que más o menos pueda orientarme? ¡Es una tortura! De nada sirve andar sigiloso o utilizar la discrecionalidad si no hay indicios más o menos claros que proporcionen opciones. De nada sirve querer matar o morir si no tienes armas y tu asesino no está. O quizá no te quiere matar.
En dado caso de que todo esto sea mi error –que es lo que he estado pensando en los últimos días-, pido una disculpa. Sólo quiero que entiendas que esta puede ser mi última batalla, y si puedo hacer todo lo que mi pensamiento sea capaz de producir y mi cuerpo rebase sus límites para lograrlo, entonces quiero comenzar. No me importa terminar más herido y temer no recuperarme: prefiero darlo todo en esta ocasión. 
Si tú me desarmas, está muy bien; si tú me guías, está muy bien. Sólo quiero tener algo tuyo en este camino. 

M. Téllez. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario