El deseo se estaba añejando en barricas de roble. Esta vez sabía que era nuestra noche: sólo tú y yo, nadie más lo iba a impedir.
Los tragos iban en aumento y ni tú ni yo nos negábamos: disfrutamos y no hay más, de eso se trata. Llegó la madrugada y tus padres se hicieron presentes: las 4.30am parece una mala hora.
- Deja subo a mi habitación, me hago la dormida y en diez minutos estoy contigo, ¿sí? - dijiste, tan sensual, decidida y tan tú.
- Sí, aquí que te espero - respondí.
No supe soportar todas las copas que habían pasado en mis manos, el alcohol se apoderó de todo mi ser, estaba derrotado: este soldado había perdido la batalla: caí.
Al amanecer, supuse que mi caída había sido compartida: tú también caíste.
- Oye, ¿por qué no bajaste? Te estuve esperando... - mentí, esperando alguna salvación de la suerte.
- ¡Sí bajé! ¡Incluso te estuve zarandeando y estabas profundamente dormido!
Ya no hubo más: ya no habrá más.
M. Téllez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario