viernes, 27 de febrero de 2015

Para I

Me da risa cómo suenan tus zapatos cuando me llamas mientras caminas por la calle. Tac tac tac tac. Ritmo acompasado, parece que deseas que el mundo lleve el mismo ritmo que tus pisadas de charol.

Hace unos días hablábamos de tomar una posición en la vida. Que cualquier cosa humana invariablemente es absurda, que todo conlleva contradicción y lo único que nos salva de ella es la muerte.
Claro que la muerte puede ser accidental procurada. Tenemos ambas veinti pocos. Es poco probable que muramos pronto por causas naturales. Enuestro caso, la muerte salvadora del desgarro de lo viviente tendría que ser del segundo tipo. Eso conlleva un coraje excepcional. Una auténtica toma de decisión. Me da risa (más que el ruido de tus tacones tac tac tac) que las personas dejen escapar un ¡cobarde! enombre del suicida. Quizá es cobarde por el escape pero tiene más agallas que nadie por la decisión. Hay quienes no pueden decidir entre un chocolate y un helado.
Entonces, hablábamos del suicidio. Para una de las dos (tendemos a tomar posiciones arbitrariamente opuestas enuestras conversaciones, no sé si en serio o por la diversión de rebatirnos) era realmente una opción; no importa si esa persona era L o I, podría ser cualquiera. La una le decía a la otra que lo humano es contradicción pero también más que eso. Es una complementariedad, que en cierta (retorcida) forma, el asceta y el hombre de ciencia son una escalera y un paraje hacia la misma cosa.
Que aquello que se presenta como absolutamente azaroso en realidad está puesto en un sentido y que eso no está mal. Que para existir debemos transformar lo carente de dirección en algo dirigido.
Mas la otra poco escuchaba. Estaba vacía de sentimiento a fuerza de embotarse de ello. Está acostumbrada a vagar por las cosas apenas rozándolas. Involucrarse no le parece que tenga sentido, es de niñatos. 

Sea como fuere la conversación, la hemos repetido de muchas formas. Siempre hay una que cree que quedará loca y la otra le recuerda lo exagerada que es y que eso no pasará jamás. Aunque, los más de los casos, ambas nos contagiamos el miedo a perdernos a nosotras mismas.
El punto es que cuando pienso en abandonarme me causa cierta angustia. Aunque más me entristece pensar en el abandono de alguien a quien quiero. Que desearas poner fin a tus incoherencias y, de paso, me dejaras unas cuantas más a mí. Suena egoísta, pero no puedo tener experiencia de ti más que a través de mí misma.
La órbita de la Tierra se mantendría, el nivel de los mares sería igual. El mundo financiero permanecería y los obreros saldrían todas las mañanas a trabajar. Mas dentro de mí algo se quebraría, con seguridad. Una corriente detendría su curso y, aunque el mundo no lo notase, mi experiencia de él se movería radicalmente. En ese sentido, este mundo no sería el mismo. 

Valencia.

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