viernes, 24 de junio de 2016

Unos dolores

¿Cuántas lágrimas nos hacen falta para entender que necesitamos algo?
 Te puedo decir que nunca vas a estar solo -¿debo decir que con 'solo' me refiero también a 'sola' (me parece una mamada)-. Cuando me diriges palabras, y te las respondo, debes saber que, entonces, las tomo muy en serio: realmente no a cualquiera le hago caso: ya que me causan pereza.
 Nosotros somos invencibles, o aunque parezca que estamos cayendo: es normal, al final somos humanos y sentimos el frío en los huesos o la fuerza de hacer 15x5 de lagartijas. A muchos les duele apenas pensar.
 Estoy para ti, juntos podemos hacer sueños que sólo nosotros entendemos en la abstracción: aquellos que tienen cosas materiales y no hacen, son una lástima; a lo mejor les hace falta sufrir de algo.
 Quién sabe si el mundo dependa de nosotros -quizá no-, pero tenemos fuerzas que superan a muchos, y nosotros tenemos ideas que jamás se les van a ocurrir a otros. Tenemos que hacer.
 Hay que correr hasta que los putos huesos nos duelan, o que la jodida mente sienta que ya no puede ir más lejos: hay que decirle a las mujeres que si estamos en su vida, es porque a lo mejor nosotros somos el ideal de 'hombre' que ya luego nunca tendrán: ni tendrán placer, ni tendrán atención ni letras genuinas que nosotros podemos dar. Así es en todo el sitio que podamos imaginar: y nos da mucha risa; aunque ellos puedan tener placer.
 Vamos a ir más lejos, no importa que debamos derramar lágrimas que no creíamos caerían algún día. Da igual. Sigamos adelante: ¡bien sabes que nosotros podemos dar lo que el resto no puede!

M. Téllez.

domingo, 19 de junio de 2016

Una bandera

"¿Aún sufres diciendo que no soy honesta?"

Hace un par de semanas -creo- te pedí que me mataras. No lo hiciste. Me fui, por fin. 

La pregunta del principio jamás la entendí: creo que tu maldito prejuicio acerca de que digo cosas muy raras -no imagino qué tipo de simplicidad escuchas a diario-, nunca te permitió acercarte a mis ideas, que muchas de ellas eran para ti. Tal pregunta ya no la respondí. Ni la responderé. 
 Por coincidencia -vaya que siempre hubo coincidencias-, alcancé a ver un retrato de ti con el puto policía -todavía me pregunto si hay policías que no son putos en este sentido que pienso-, en plena Ciudad: la que hace meses visitaste y que -como en varias ocasiones-, no se te ocurrió contarme para que pudiéramos vernos. 
 Hace un momento, en uno de esos ratos de placer que suelen aparecer en la oscuridad, dentro de alguna sociedad secreta, tuve un chispazo de una imagen tuya: me dio asco. 
 No hace mucho, mientras cargaba retratos de algún trabajo, recordé las instantáneas que me llegaste a enviar: me dieron lástima. Rememoré que me dijiste que ya no me las mandarías, porque me iba a aburrir. Te respondí que no era así, que me gustaba tu onda: mentí. 
 Es interesante que una alma jodida tenga elementos de perspectivas que podemos denominar 'profundas', pero igual seguías aburriéndome. Insistiré en que eran buenas instantáneas, pero tú eres problema. Quizá siempre lo seas. Y ahora que lo pienso, tu caso se presenta en otras personas.
 Ignoro si alguno de esos días fue significativo de verdad. Me parece que olvido más elementos a diario: un alivio. Para ti, sólo -si a caso algo fue significativo- el pasado es rasgo que más o menos queda. Para mí, el pasado es lo que quiero aniquilar.

M. Téllez.

viernes, 17 de junio de 2016

Me gusta

Me gusta cuando, sin planearlo, tú y yo comenzamos a caminar juntos. También me gusta mirarte de reojo y darme cuenta de que decir 'me gusta' es diferente a 'me gustas'. y que realmente no sé a qué única 'cosa' refiera esa última oración. 
 Me gusta que me hagas preguntas, que te rías de mí, que supongas muchas cosas que me hacen sentido. Me gusta cómo entras a escena, entendiendo tú misma lo que sientes y concluir algo como: al carajo, lo haré. Me gustan tus ademanes, tus sonrisas con distintos matices: malicia, ternura, gracia, sorpresa. 
 En alguna ocasión comencé a dudar si realmente eres así siempre. Me detengo en este asunto: en primera instancia no parecías el tipo de persona que cuenta sus inquisiciones más profundas, luego parecía que sí. Así que cuando -líneas arriba- dije que dudaba si realmente eres así siempre, fue respecto a si de verdad revelas tus inquisiciones porque son ciertas o se trataba de algún truco para jugar con mis pensamientos o, especialmente, con mis acciones. No tengo una respuesta y también me gusta: ya que quisiera descubrirlo poco a poco.
 Me gusta imaginar que esto podría ir ocurriendo lentamente. Me habían acusado de ser bastante 'directo', de que mi sed de conocer un verdadero rostro y corazón podía asustar a las mujeres. Mamadas. Sin embargo, aceptando o no que de hecho tenga tal sed de la que se me acusa, no tengo prisa -al menos por ahora o al menos no tanta- en involucrarme más en ti, y que tú te involucres en mí. 
 No he pensado en tus labios ni en lo que podría sentir al acariciarte. Me gusta más sólo dejar el hueco en la imaginación de la posibilidad de que en algún momento podría pasar, y me gusta dejar el mismo hueco para saber qué implica que tú me sientas.
 Me gusta saber que todo esto es sólo especulación, que en cuestión de un minuto se puede ir abajo. Y me gusta porque al menos sé que aquella máquina fría e impasible en la que me seguía convirtiendo, tiene todavía algunos elementos receptores que aún -más o menos- sienten. 
 Me gusta creer que me escribirás en la mañana, y que en unos días podremos caminar juntos sin planearlo, sólo como si nuestros pasos nos llevaran por mera atracción -del tipo que quieras-. 

M. Téllez. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Acabó

"Esto fue por los recuerdos. Esto no es amor."

Le conté a un amigo soldado que estaba ganando terreno en la batalla. Qué tontería. Estoy muerto. 
Llegué a creer que mis fuerzas iban a ser suficientes: pensé que era sencillo disparar y atacar recuerdos distantes que me favorecieran para encender pasiones actuales. Qué imbécil.
Aquellos días siempre estuve armado, quizá distraído, nervioso y temeroso: pero me enlisté decidido. Qué patético.
El whisky me hizo aterrizar las fuerzas: pide que te asesinen o que te sigan motivando. 
 No fui asesinado por ti ni tampoco motivado. Simplemente estoy muerto: fuera de batalla. Me he quitado los grados y una vez que arrojé la placa, la busqué para escupirle: qué puto engaño ha sido todo esto. Volvieron mis ganas de matarte, de destrozar cada elemento de cada recuerdo y de cada imagen con colores que nunca había visto. Pero, estoy muerto y es obvio que no me quedan fuerzas ni para jalar un gatillo. Jódete tu sola. 
 Veo una pregunta que sugiere preocupación por mi muerte: seguro es una broma. Jamás he entendido qué le debe importar a un indiferente la situación del otro: ni siquiera es pensable tal caso. No eres pensable, eres nada: y puedo agregar que te detesto. Aún no siento el rencor que quisiera, 'te detesto' es una oración que por el momento no tiene referente, aún admitiendo que supiéramos qué clase de status ontológico podría tener el 'detestar'. 
 Para la guerra tenemos a muchos, y tú estás para la paz, como llegué a creerlo. Mentiras. 
Jódete tu sola. 

M. Téllez.

Desnudez

Durante varios días había visto tu título: me llamó la atención. Y cuando un título me seduce, sin duda quiero avanzar con el contenido. Sé que no iba a defraudarme.
 Una tarde, entre el cúmulo de ideas y el clásico cansancio causado por lo habitual, que también veo en otros -aunque jamás lo sospechen- y que por alguna razón me llega a interrumpir, fui invitado a un cuartel de artista. O no sé si de artista... Digamos que sí. 
 Al entrar, vi cuerpos desnudos plasmados en papel fotográfico: mujeres modelando en su radiante desnudez. Las partes privadas de su anatomía eran captadas: no hablemos de las miradas. Sin embargo, ahí no termina la sorpresa: aquel título que llamó mi atención era una modelo. Quedé sin palabras, intentaba no mirar tanto el retrato de tu desnudez, pero no lo conseguía. ¿Cómo? Si la piel -como he insistido en muchas ocasiones- representa la tortura o, bien, el deleite del enamorado, ¿qué me dices de la desnudez? No había nada que decir: sólo quería mirar. Y también quise encontrarte en algún pasillo de nuestros laberintos: quería averiguar qué diferencias sustanciales podría yo sentir en contraste con lo que vi en aquel cuartel. Lo sigo pensando por momentos. 
 
M. Téllez.
 

viernes, 10 de junio de 2016

Tu acento

Empujado por el vino, tus miradas -que ignoro si contenían alguna pretensión o sólo fueron espontáneas-, pasó por mi mente el seguirte a alguna habitación y comenzar con los placeres que no son sólo míos.
 Tenías -o tienes- todas las variables que me gustan de alguna ecuación: la piel, el acento, la voz, la mirada, la presencia y esa complexión que me he dado cuenta, siempre me mata. Estaba maravillado. Quizá no es tan bello como yo mismo creo, porque sentí un poco de vergüenza por mi ebriedad,  específicamente porque mi voz no se sostenía, aunque mis pensamientos fueran firmes, una verdadera lástima lo que expresaba y cómo lo expresaba.
 Aquella escena donde tú estabas a mi espalda, donde sentí tu cadera cerca de mi nuca, fue el placer de la noche que se quedó conmigo, incluso hasta este momento cuando te escribo estas líneas. Recuerdo otra escena donde sentí parte de tu dorso e imaginé engancharte con mis brazos... pero creo que tal escena jamás pasó. Menos te abracé.
 Te entregué una nota que ya no recuerdo su contenido, sólo sé que expresé mi interés por ti, mi gusto por tu acento y quizá señalé una sugerencia para salir y verte de nuevo. No has llamado. Supongo que no pasará nada. He concluido -y no sólo por ti- que la gente no está hecha para la sinceridad. Alguien podría decir que quizá sí la haya pero que no he dado en ese lugar: una especie de consuelo bastante extraño. Mi conclusión es firme y no implica otra cosa más que eso: la gente no está hecha para la sinceridad.
 Ha quedado pendiente un mensaje. La última carta en la mesa.

M. Téllez.

sábado, 4 de junio de 2016

De la guerra

En distintos trabajos distinguimos qué es lo que somos: guerreros, 'huevones', 'tranquis', necios, 'arwenderos', etc. Pero esto es una guerra, y quienes comprenderán las siguientes palabras son soldados. Y eso es lo que somos: soldados.
 Libramos distintos enfrentamientos: mujeres, hombres ignorantes, hombres decadentes, en una sola palabra, humanos perdidos. Cualquiera podría decirnos que nosotros también estamos perdidos por ser soldados y pelear, pero precisamente ahí radica nuestra diferencia: peleamos. 
 La guerra, quizá más interesante, es la que se libra con el licor. Nuestros artefactos contienen líquido que es nuestra munición. Obviamente no la desperdiciamos con cualquiera, y pasa lo mismo que con un golpe que tiene que ser certero o cuando alguien se queda con una sola bala: hay que más o menos intuir en qué momento se debe emplear. Otra cosa pasa cuando tenemos municiones de sobra, ahí también radica el nivel del soldado, pero esa discusión es una tontada.
 Les decía de la guerra. Pues sí, una vez que se entra en el campo de batalla, no podemos rendirnos, a menos que realmente el cuerpo lo demande y la batalla no sea tan crucial. De hecho, parece que aún no tenemos batallas cruciales, sólo son enfrentamientos para ganar terreno, que ni siquiera sabemos si tiene sentido ganar, pero que nosotros creemos que igual y sí. Una mamada.
 Ahora, no he de negar que la pólvora de nuestras armas me ha hecho daño, y no necesariamente físico ni mental, es otro tipo de daño. Ni siquiera sé si sea daño. Sólo sé que parece que poco a poco, el estar peleando cada vez más, no sólo usando armas, sino de plano el estar en los enfrentamientos que ya conté, causa desapego de los que no son soldados: parece que tienen miedo a la violencia, cuando de hecho, hoy día, eso es lo que más o menos gobierna. 
 Si te hablo con un arma en la mano, es porque tengo confianza contigo. Si te invito a disparar conmigo, a iniciar otra batalla en otras tierras para querer gobernar, entonces eres ya compañero de viaje. 

M. Téllez.

viernes, 3 de junio de 2016

Sin

Comienzo a hacer mía una intuición: esto sólo fue ilusión de joven, y aunque pasaron los años, seguí con esa ilusión creyendo que se añejaba de manera favorable: a lo mejor sólo he estado conservando cenizas de tu cadáver en todo este tiempo.
 Una imagen en vivo me hizo palidecer, tartamudear, dudar y querer abandonar el trabajo. Fue tu imagen.
 Un mes ha sido suficiente para desperdiciar no sé cuántas horas del día y de la madrugada por ti, por tu voz, que aunque me dijera o no algo, según la visión que tenía de mí mismo, no es para que algo tan normal me robara atención. Pero me robaste no sólo pensamientos, sino latidos y suspiros. Me quitaste un trozo de vida.
 Estoy perdido, caminando en un suelo tan oscuro que ni siquiera alcanzo a distinguir hasta dónde llegan mis pisadas, ni siquiera sé si hay vacíos o depredadores esperando a que dé un mal paso. Sigo caminando. 
 He llegado a creer que ni un par de botellas de oporto me podrían aconsejar en este momento. He llegado a creer que ya no hay más para mí. También he creído que no son estos días los primeros en los que comienzo a morir: quizá hace poco más de un par de años ya había fallecido. 
 Me pregunto si todo esto fue un autoengaño. Parece que así es. Mi propia mente me jugó una estrategia que no esperaba. Igual no hay que olvidar que yo soy mi mente. 
 No sé cuántas botellas basten, y realmente no quiero saber una respuesta ni que me digan un número aproximado: yo estaré terminando una por una, hasta la última gota de ese elixir que consuela, que calienta las ideas y luego les da vueltas para que entiendas de qué se trata tu maldita condición. 
 Congelo una imagen, y aquí estando solo, con el trabajo y más paja de labores, enfrente de una botella maldigo mi condición: piensa otra imagen congelada, porque es lo único que podrás tener.

M. Téllez.

miércoles, 1 de junio de 2016

Del corral

Mientras estoy me siento observado. Tengo vista panorámica en el escritorio, pero eso no implica nada más que eso: me observan a mis espaldas.
 Es curioso saber que diez personas más están en este lugar aquí. ¿Ellos quiénes son? ¿Amigos? ¿Colegas? ¿Sólo cuerpos?
 Me siento el invasor: robo el internet de los colegas. Así es esto.
 Soy el número impar, como debe de ser. Ignoro si siempre debo llegar así, pero no importa: así he sido, la condición con el alcohol.

M. Téllez.