"¿Aún sufres diciendo que no soy honesta?"
Hace un par de semanas -creo- te pedí que me mataras. No lo hiciste. Me fui, por fin.
La pregunta del principio jamás la entendí: creo que tu maldito prejuicio acerca de que digo cosas muy raras -no imagino qué tipo de simplicidad escuchas a diario-, nunca te permitió acercarte a mis ideas, que muchas de ellas eran para ti. Tal pregunta ya no la respondí. Ni la responderé.
Por coincidencia -vaya que siempre hubo coincidencias-, alcancé a ver un retrato de ti con el puto policía -todavía me pregunto si hay policías que no son putos en este sentido que pienso-, en plena Ciudad: la que hace meses visitaste y que -como en varias ocasiones-, no se te ocurrió contarme para que pudiéramos vernos.
Hace un momento, en uno de esos ratos de placer que suelen aparecer en la oscuridad, dentro de alguna sociedad secreta, tuve un chispazo de una imagen tuya: me dio asco.
No hace mucho, mientras cargaba retratos de algún trabajo, recordé las instantáneas que me llegaste a enviar: me dieron lástima. Rememoré que me dijiste que ya no me las mandarías, porque me iba a aburrir. Te respondí que no era así, que me gustaba tu onda: mentí.
Es interesante que una alma jodida tenga elementos de perspectivas que podemos denominar 'profundas', pero igual seguías aburriéndome. Insistiré en que eran buenas instantáneas, pero tú eres problema. Quizá siempre lo seas. Y ahora que lo pienso, tu caso se presenta en otras personas.
Ignoro si alguno de esos días fue significativo de verdad. Me parece que olvido más elementos a diario: un alivio. Para ti, sólo -si a caso algo fue significativo- el pasado es rasgo que más o menos queda. Para mí, el pasado es lo que quiero aniquilar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario