viernes, 3 de junio de 2016

Sin

Comienzo a hacer mía una intuición: esto sólo fue ilusión de joven, y aunque pasaron los años, seguí con esa ilusión creyendo que se añejaba de manera favorable: a lo mejor sólo he estado conservando cenizas de tu cadáver en todo este tiempo.
 Una imagen en vivo me hizo palidecer, tartamudear, dudar y querer abandonar el trabajo. Fue tu imagen.
 Un mes ha sido suficiente para desperdiciar no sé cuántas horas del día y de la madrugada por ti, por tu voz, que aunque me dijera o no algo, según la visión que tenía de mí mismo, no es para que algo tan normal me robara atención. Pero me robaste no sólo pensamientos, sino latidos y suspiros. Me quitaste un trozo de vida.
 Estoy perdido, caminando en un suelo tan oscuro que ni siquiera alcanzo a distinguir hasta dónde llegan mis pisadas, ni siquiera sé si hay vacíos o depredadores esperando a que dé un mal paso. Sigo caminando. 
 He llegado a creer que ni un par de botellas de oporto me podrían aconsejar en este momento. He llegado a creer que ya no hay más para mí. También he creído que no son estos días los primeros en los que comienzo a morir: quizá hace poco más de un par de años ya había fallecido. 
 Me pregunto si todo esto fue un autoengaño. Parece que así es. Mi propia mente me jugó una estrategia que no esperaba. Igual no hay que olvidar que yo soy mi mente. 
 No sé cuántas botellas basten, y realmente no quiero saber una respuesta ni que me digan un número aproximado: yo estaré terminando una por una, hasta la última gota de ese elixir que consuela, que calienta las ideas y luego les da vueltas para que entiendas de qué se trata tu maldita condición. 
 Congelo una imagen, y aquí estando solo, con el trabajo y más paja de labores, enfrente de una botella maldigo mi condición: piensa otra imagen congelada, porque es lo único que podrás tener.

M. Téllez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario