He tenido ganas de asesinarte con mis letras. Hace unos minutos leía "Analogía" de este mismo blog: la relación entre aborto y fidelidad. Recordé que algunos comentarios detrás de cámaras me contaban que estaban de acuerdo con esas conclusiones. Regularmente soy escéptico cuando la gente acepta mis conclusiones: no hay que ser experto para saber que es fácil aceptar una fórmula o regla de razonamiento, pero cuando alguien te hace caer en cuenta de tales reglas, o los razonamientos que aceptabas teóricamente te acorralan, entonces ya no es tan lúcido aceptar aquellas conclusiones.
Pasaba por mi mente la frase de un cantante español: Estabas advertida, puta desagradecida. La obsesión te precipita y la caída siempre es lo peor...
¿Cómo es que alguien no puede controlar pensamientos? Mejor dicho, ¿cómo es que alguien no puede ser razonable y entender que se está siendo necio y rídiculo cuando algo ya ha ocurrido? No estoy negando la fuerza de lo que llevamos dentro, porque seguramente todos hemos sido necios. Sin embargo, si tanto nos jactamos de razonabilidad y de conocernos o hacer frente a obstáculos: ¿por qué andar mendigando algo que -consciente o inconsciente- creemos nos hará sentir mejor? ¿Por qué no nos enfrentamos al puto dolor de una vez?
Rencor en potencia. Sin embargo, estoy agotado para poder lanzar golpes que tirarían a cualquiera. Puede que esté mintiendo, el aire de quienes somos un mal siempre mueve. En cambio, reconozco lo que ocurre en mi interior y sería poco racional herir a esos que les falta entender que el dolor realmente siempre está con nosotros. Es gracioso, porque mi sonrisa de tonto ha surgido. Por las noches, aunque suelo ver cómo se manifiestan aquellos legos de los que hablo -y que en ocasiones deseo maldecir que qué puto asco haberlos conocido-, unas líneas tibias, recuerdos suaves y sensuales me cobijan: y espero ansioso el día siguiente. Se trata de una melodía que apacigua lo que causaría tu muerte.
M. Téllez.