Mi pluma y yo sabemos que es muy pronto para decir algunas cosas. O tal vez no. Quizá uno crea distintos asuntos porque hemos visto que la gente los cree: y no hay que olvidar que porque algunos crean 'x' es correcto, de hecho 'x' ha de ser correcto. Como sea, estar inquieto es común, y las palabras ocupan salir: aunque en ocasiones me quede sin ellas.
Es muy probable que ahora sea uno de esos momentos donde los pensamientos están dispersos y aunque uno logre atrapar alguno interesante, expresarlos es lo complicado. Se vuelve difícil por el anhelo de querer emparejar verdad y honestidad con lo que se siente: el exceso o la deficiencia me respiran en la nuca y me hacen tener cuidado. Es difícil.
Se me ocurre iniciar con una descripción: un suelo verde, tú y yo tendidos. ¿Qué sigue? Palabras por parte de ambos, algunos silencios breves, no necesariamente inquietos. Luego -y esto es una descripción meramente subjetiva-, ambos nos lanzamos y preferimos que el roce de nuestros labios sea nuestra comunicación. El diálogo aumenta de contenido: las caricias, los latidos y la respiración pasan a primer plano. Podría pensarse que todo es abstracto, y aún así lo experimentamos sensiblemente. A lo mejor ese tipo de comunicación es tan perfecto que logra implicar nuestros pensamientos de manera genuina.
El sol nos ha perseguido.
Descubrimos que el espacio es importante.
Hemos prestado atención al tiempo.
El sol nos persigue, intentamos ahuyentar sus rayos con nuestras manos: el espacio es nuestro por segundos.
M. Téllez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario