¿Con cuántos colores podría rellenar las palabras que he querido dedicarte?
El tiempo, dada la condición efímera de mi existencia, es indeterminado en mí. A pesar de ello, han transcurrido algunas horas cargadas de una especie de ganas por conocer lo que podría pasar.
Te insinué el suceso de un beso. Al inicio creí que era un impulso cualquiera, que no necesariamente se da con quien sea, pero que a pesar de los matices que diga, en el fondo es sólo un impulso. Hoy día sé que el impulso es condición necesaria -pero no suficiente- para describir cómo es contigo.
En despedidas he prestado atención a tus labios: a veces uno podría sugerir que también tienen su lenguaje, y no estaríamos diciendo algo extraño. Así que esperaba alguna señal que más o menos me indicara si mis intenciones eran compartidas o no. No he visto algo. En cambio, he apreciado un movimiento que podría señalar como una especie de barrera: consiste en un cuasi giro, que te perfila de tal manera que yo no podría hacer nada.
Lo anterior es sólo una descripción que mis dañados sentidos hacen. De hecho están lejos de conocer las intenciones de todos: aunque aquí me interesan las tuyas.
Finalmente, no he de negar la atracción que supongo no había tomado en serio, y no sólo de tu piel. Sin embargo, estas líneas no son para hablar de ese asunto, sino sólo de aquella cuestión que la noche de ayer te desvelé un poco -de manera pésima, porque como habrás visto, igual soy un fracaso para enfrentarme a la verdad-.
Brainy is the new sexy.
M. Téllez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario