miércoles, 21 de diciembre de 2016

Cuando entro

Cuando entro a tu perfil de FB o de TT me vuelvo el más cauteloso. Siempre evito que el cursor esté cerca de los botones de 'like' o 'share'. Se dice fácil, pero no. 
 Voy bajando -o subiendo, según como se mire- tu tl e intento hilar la historia de tu vida. Desenmarañar lo que no dices, encontrar la idea con imágenes, comentarios y emoticones. Me olvido por un momento de ti y sólo estoy en abstracto con las imágenes: las veo todas iguales. Los mismos emoticones. Comienzo a fastidiarme. Pero dejo de olvidarme de ti. Continúa la búsqueda.
 ¿Qué se supone que quiero encontrar? Quién sabe. Tampoco sé para qué entro a los perfiles. A veces es interesante ver las carnes de las mujeres que se aprecian en sus fotos. Creo que esa pérdida de tiempo se quedó en el Hi5. La vieja escuela, dirían algunos. Es curioso que cuando viajo en metro y, sin querer -siempre he detestado a las personas que van mirando el celular del otro-, la mayoría está viendo sólo las fotos de alguien. ¿Qué hay de maravilloso en fotos genéricas? A veces siento que sólo le falta a esas personas estar con la boca abierta, su baba escurriendo y los ojos medio desorbitados: sería la imagen concreta de lo que creo que son. 
 Pero yo soy cauteloso cuando entro a tus perfiles. A veces uno encuentra terribles noticias: fotos con tus ex novios. Y alguien supondría que debería frenar la investigación, pero no, uno continúa. Los momentos ridículos los imagino replicándolos con algún matiz distinto contigo. De nuevo vuelve mi duda acerca de las fotos: ¿qué nos hacen? 
 Alguna vez pasa que aunque se es cauteloso, se sale un 'like' o algo. Son los segundos más graciosos para algunos: hasta dónde hemos llegado. 
 Ya no quiero hilar nada. Quiero escuchar todo de la voz viva y lerda de las personas. 
Sorpresa: parecen desnudos sin sus filtros ni sus hashtags. Adiós, memes y gifs. Las historias ya no saben sin poder etiquetar a alguien. Sorpresa: no saben hablar. 
 ¿Cuánto crees que durará? 

M. Téllez.

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