sábado, 22 de febrero de 2014

"La comprensión del sujeto humano en la cultura antigua"

Mondolfo, Rodolfo, La comprensión del sujeto humano en la cultura antigua, Buenos Aires, Eudeba, 1968.

La tesis principal del texto es que los griegos son un punto de mediación entre la falta de conciencia personal del hombre y la subjetividad infinita como certeza pura de sí mismo. Los griegos habían afirmado el dominio del espíritu en relación con la naturaleza, es decir, ya no es la naturaleza la que responde al hombre sino que es el hombre el que se cuestiona y se responde a sí mismo (es a esta luz es que surge la filosofía en Grecia). No obstante el espíritu griego se desprende directamente de la naturaleza por lo que no es un espíritu absoluto, libre y que descansa en sí mismo a la manera de Hegel, sino que aún está adherido a lo natural, es por eso que se expresa de manera objetiva. Pero lo humano contemplado en la Grecia antigua no es la interioridad subjetiva, sino la exterioridad objetiva del devenir social, la conciencia valorativa que cada uno tiene de sí mismo, de sus obras, se basa en la honra que recibe de los demás. El conocimiento de lo humano, empieza como conocimiento objetivo exterior, pero implica necesariamente una subjetividad en acción, de la cual el sujeto griego tiene una conciencia instintiva y oscura. El hueco que queda en el desarrollo del espíritu griego, es decir, la inconciencia de la subjetividad que ya se filtraba en la construcción de algunos de sus conceptos (como lo hace evidente el autor cuando habla de los últimos poetas jónicos como Eurípides) viene a ser llenado por el cristianismo, donde el espíritu ya no se halla adherido a lo natural; sino más bien, presente y actual.
  Los griegos se dan cuenta con Platón de que lo más verdadero, lo universal, es la idea, pero esto lo conciben de la misma manera que a la naturaleza, como el objeto, como  lo otro, pero no como “el espíritu”, no como “EL” hombre. Más tarde con Aristóteles alcanzan el concepto de un pensamiento que se piensa a sí mismo, pero no se trata del pensamiento del hombre, éste aún pertenece al terreno de lo natural. Éste es el objetivismo antiguo contra el cual se levanta la modernidad con su lenta y gradual conquista del subjetivismo, del pensamiento, de la verdad y fundadora del humanismo puro.
   El pensamiento griego consideraba al hombre como individuo y especie, con todas sus acciones y pasiones, como un mero producto transitorio del proceso natural cíclico en el cual nace y muere constantemente. Por otro lado el cristianismo viene a romper con la idea del tiempo como algo cíclico y lo concibe de manera lineal y que tiende al infinito. El cristianismo en lugar de elevar al hombre hasta Dios, hace al propio Dios carne y lo hace bajar hasta el hombre, provocando que éste ya no sea espectador sino protagonista, es decir el cristianismo trae consigo el antropocentrismo.

   El cristianismo, ha sido un parte aguas para la noción de individuo, ha cambiado la manera en que los individuos se relacionan y la mentalidad de los mismos, independientemente de que los individuos sean o no cristianos, al menos en el mundo occidental los individuos no pueden evitar pensar en términos cristianos, los conceptos como “la libertad” y “la igualdad entre los hombres” difícilmente pueden evadir al cristianismo, y siguen tan vigentes que se siguen fundando democracias bajo estos dos conceptos.

M .J.R.M.

viernes, 21 de febrero de 2014

Bloody Mary

Fragmento de "Bloody Mary"

Ésta semana ha sido complicada, muchas emociones, mucha tarea, mucho de todo. Tenía pensado escribir sobre una persona que ha seguido moviendo cosas en mis emociones, en mis pensamientos, en mi vida. El problema es que me encuentro en un proceso de saber qué decir, es muy complicado, sé que haré ésta empresa, sólo que será otro día, no muy lejano. Por el momento, quiero compartirles la cita de una novela de L.M. Oliveira, titulada "Bloody Mary". La cita la pueden encontrar en la página 77 -de la novela mencionada-, comienza exactamente en esa página y dice:

"- Este palacete, mis queridos amigos, me inspiró amor por la filosofía y por la música como nunca antes había sentido, nada disfruto más por las mañanas que tirarme a escuchar en mi diván a Liszt mientras leo a Nietzsche y me tomo un vodka aderezado con pimientas negra y blanca. Claro que no puedo estar de acuerdo con todo lo que decía Nietzsche, pero en muchas cosas hay que darle la razón, por ejemplo: ¿Cómo? ¿Es el hombre sólo un desacierto de Dios? ¿O Dios sólo un desacierto del hombre?  Si mi hermana Isabel entendiera, tú la conoces, Mario -señaló a su amigo argentino-, si los seres humanos por fin entendieran que Dios es un invento de nuestros ancestros, un desacierto del hombre para explicar el universo y mitigar el dolor de la muerte, el mundo sería mucho mejor y todos seríamos más borrachos. El buen bebedor se sabe mortal y bebe porque entiende que no hay mejor modo de llevar la desgracia que borracho: ¡sacerdotes del mundo, cierren sus templos y abran un bar! Y tú, mujer -le gritó a Carmen-, sírveme otra copa."

M. Téllez.

Lucha de contrarios-complementarios

Lucha de contrarios-complementarios

Nos miramos en el segundo indicado, identificándonos inmediatamente, fue como una especie de reconocimiento. Desde ese momento, mis días no han sido iguales. Parece ser que con esa mirada, pudo penetrar en mis pensamientos con fuerza tal que ahora, al cerrar los ojos no puedo dejar de imaginar su rostro. Me he aprendido de memoria el sitio exacto que ocupan ojos, nariz, y boca en  su rostro. Incluso puedo decir que siento cuando una sonrisa se aproxima. La siento antes de que se muestre.

Llegó a acomodar todo, a darle orden al caos. Es esa persona que me ha demostrado que no importa cuánto tiempo estés con otra persona, lo que importa es demostrarle que es especial cada segundo que estás con ella. Él y sus grandes ojos que hablan con los míos. Él con su paso vagabundo. Él con su mano que encaja perfecto en la mía. Somos tan diferentes es muchos aspectos, me atrevo a decir que somos diferentes en casi todos, sin embargo, acontece en nuestra dinámica diaria esa “lucha de contrarios” que Heráclito mencionaba. Seguramente transpolaré la teoría heraclítea cosmogónica a una teoría amorosa forzadamente. Esos contrarios que en realidad no son tan contrarios, sino complementarios. La lucha de contrarios no es una batalla que al momento de tener lugar, origine destrucción sino una dinámica de complementación que da lugar a la génesis misma.

Para el filósofo de Éfeso, la lucha de los contrarios entre sí, lejos de ser una suerte de batalla en la unidad del Uno, le es esencial al ser mismo del Uno, puesto que el Uno solamente puede existir en la tensión de los contrarios. La realidad es una pero al mismo tiempo es múltiple esencialmente. Para que exista el Uno es necesario que sea a la vez uno y múltiple, es decir que posea “identidad en la diferencia.”[1]

Es decir que es necesario que existan estos contrarios para dar lugar a la Unidad: la lucha de contrarios comprendida como el proceso de la creación. En el fragmento 51, Heráclito pone en manifiesto la necesidad de estos contrarios para dar lugar a una unidad, al referirse al arco y la lira, plantea la conexión tal que actúa al mismo tiempo por caminos contrarios y es mantenida si y sólo sí la tensión se mantiene equilibrada exactamente a la otra, pues si ocurre que una de las tensiones opuestas se fortalezca en demasía, la armonía se destruye. La lucha de contrarios-complementarios posibilita el orden y el equilibrio. Son un ensamble, es decir, partes que funcionan en pos de un mismo fin.

Fr. 51 (de HIPPOL., Refut., IX, 9, 2)
[Y que esto no lo saben todos ni lo reconocen, se lo reprocha de la manera siguiente:] “No comprenden cómo lo divergente converge consigo mismo: armonía de tensiones opuestas, como [las] del arco y la lira.”

La armonía como lucha, realizada por la justicia, es la que irradia el orden mismo del mundo. Para Heráclito el cosmos “siempre ha sido y será fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas.” (Fr. 30) La importancia de los contrarios para este fuego eterno es grande, ya que el fuego, para seguir existiendo necesita pues, al haber intercambio hay una compensación mediante la cual el fuego gana lo mismo que cedió antes. Hay energía conservada y una equivalencia imperante en los intercambios de los contrarios.
El cambio produce cierto desorden y supone algún grado de irracionalidad, sin embargo, ese desorden e irracionalidad se resuelven en la unidad del propio cambio, considerándolo en conjunto. El principio de identidad de lo que es se da precisamente en el cambio, es decir que “lo que es” es “porque es cambio, y no a pesar de su cambio”[2], es decir que el cambio explica el ser.

Así, ese morir y renacer, la noche y el día, el hombre y la mujer, la salud y la enfermedad que siento cuando lo veo, es una lucha que se desarrolla tanto en mí como en él. Estamos dando lugar al nacimiento de algo que aún no sé cómo nombrar pero que es común a ambos y necesita de ambos para seguir existiendo.


Ixchelt Hernández



[1] Copleston, Frederick, “El mensaje de Heráclito” en  Historia de la Filosofía I – Grecia y Roma, [Trad. de Juan Manuel García de la Mora], 7ª ed., Ariel, Barcelona, 2004, p. 53.
[2] Nicol, Eduardo, “De la política a la Filosofía como concepción del mundo – Unidad y pluralidad.” en La idea del hombre, Herder,  México, 2004,  239.

domingo, 16 de febrero de 2014

Homo Aequalis

Dumont, Louis, “Homo aequalis”, Madrid: Taurus, 13 – 42 pp.

En su trabajo, Dumont básicamente propone explicar la sociedad en que vivimos (la individualista/igualitaria) mediante un contraste con las sociedades antiguas (holistas/jerárquicas). Es en la primera, en la cual el valor principal es el individuo, que cada hombre es una encarnación de toda la humanidad por lo tanto libre e igual a cualquier otro individuo; mientras que en la segunda el principal valor es el orden y la jerarquía, la sociedad es vista como un todo, de manera que resulta lo más importante, el autor la denomina como “holista”. Ahora bien el holismo implica la jerarquía establecida en la sociedad y frecuentemente deja de tomar en cuenta las necesidades de sus integrantes; por el otro lado la sociedad individualista implica la igualdad de sus miembros pero descuida las necesidades de la sociedad en conjunto. No obstante vemos que ni todas las sociedades holistas respetan su jerarquía en el mismo grado, ni toda sociedad individualista respeta la igualdad de sus miembros.

El texto resalta la importancia que tuvo el dominio cristiano sobre las sociedades europeas y que sirve para explicar cómo es que las sociedades holistas empezaron a desaparecer, pues es el cristianismo la primera religión en occidente que confiere un valor y una dignidad total a cada individuo, es decir que ante los ojos del Dios  cristiano todos los individuos son iguales fuesen reyes o esclavos.  El cristianismo, con ayuda del derecho da origen a una nueva categoría que es la de lo político (recordando que el concepto de lo político se basa en la relación amigo-enemigo). Lo más importante que tenían en común los pueblos europeos en el medioevo  era precisamente la religión, no obstante la figura del Estado se ve amalgamada con la figura de la iglesia. Es a partir del momento en que la jerarquía comienza a desaparecer que la relación entre individuos y autoridad se ve explicada como “Poder” lo que da lugar a un reordenamiento de la sociedad, así como la religión da pie a la creación de lo político, lo político a su vez dará pie a lo económico y a nuevos reordenamientos en la sociedad, sin embargo ninguno de estos cambios serían posibles sin la ideología provista por el cristianismo, es decir la del individualismo.


La visión ideológica del individuo como el valor supremo en la sociedad (provista por el cristianismo) está muy vigente y ha seguido aportando nuevos reordenamientos en la sociedad basados en ella, tanto es así que la creación de los derechos humanos es una consecuencia latente y derivada directamente de esta ideología.

M.J.R.M.

sábado, 15 de febrero de 2014

Muerte.

La muerte es un tema que me ha preocupado desde mi infancia. A los cinco años ya era evidente mi angustia hacia ello, cuando pedía a mis padres que por favor no se murieran.
Actualmente no he sufrido muchas muertes significativas, pero cada una ha sido muy dolorosa. Es un miedo que raya lo absurdo. Existen paliativos para calmar ese miedo: bien famosa es aquella argumentación que dice que cuando estamos vivos, no nos debe preocupar la muerte porque nos es ajena y cuando estamos muertos, ya no estamos ni somos, y la nada es también sinónimo de ninguna preocupación.
Pero es precisamente el ya no ser lo que, al menos a mí, me causa terror. Por temporadas pienso en ello, llegando a tener sueños tan vívidos de la muerte de mis seres más queridos que realmente me espantan e incrementan el sentimiento de angustia hacia ello.
Quizá el cese de la propia existencia me cause angustia, pero es sobre todo la pérdida de quienes amo lo que me da más miedo. No creo en el Cielo, el Infierno, ni cosa parecida. Quizá eso es peor porque no logro concebir que quien ahora amo, con quien convivo y que es una extensión de mi felicidad y mi tristeza llegue el día en que deje de ser. Esa persona son mis padres, qué injusta es la vida al tener que quitárnoslos cuando quisiéramos vivir menos que ellos. También lo es mi hermano, mi novio, mis mejores amigos, mi familia. A todos les digo que yo me quiero morir antes, porque soy tan egoísta que sé que no podría sobrellevar una pérdida de ese calibre.
Gracias a ello entiendo la necesidad de crearnos un Paraíso, un Más Allá donde esperará lo que había en este mundo, donde además todo es mucho mejor, porque sólo nos espera lo bueno. Sin embargo, yo dejé hace tiempo el dulce consuelo de la religión católica, donde fui criada, y no podría pensar sinceramente en la amable esperanza de que los que amo existan después de la muerte.
El ser humano siempre se ha sentido contrariado por la experiencia de la muerte del Otro. También por la propia, obviamente, pero la gran mayoría no ha podido comunicar nada al respecto. Sólo las largas agonías, y la experiencia de algo como volver de un infarto pueden arrojar alguna luz al respecto. En realidad, nadie puede saber qué pasa una vez que todas las funciones corporales han cesado. Digo, yo he decidido que la idea cristiana al respecto no me satisface, pero más no puedo decir. Mas ahora que sabemos que el concepto de alma humana probablemente no sea más que un amasijo de neuronas y funciones cerebrales, quizá nuestras esperanzas sean vanas al creer que algo equivalente sobrevivirá a la muerte del cuerpo.

De cualquier forma, espero no tener que enfrentarme a una muerte más. Que algo suceda en el tiempo o que descubran cómo mantenernos incorruptibles. Sé que la muerte es lo sucesivo a la vida y viceversa, en un ciclo infinito. En lo abstracto, tiene sentido. Pero cuando nos enfrentamos a los casos concretos, no lo entendemos. Y ni Hegel y su Filosofía de la Historia ni nada me hará comprender la muerte de quien amo en su caracterización vital. Quizá cuando esté enfrentándome a ello salga de su escondite la niña cristiana y vuelva a pensar que en el Paraíso está la respuesta.

Valencia.

Sábado

Sábado

De pronto tomé conciencia de mi condicionamiento social, es decir, me han enseñado a actuar o responder como cualquier gallina que pica un botón para que salga alimento.  Seguramente estoy exagerando, como siempre pero está situación hoy me causó un choque interno muy doloroso. Me descubrí actuando de alguna forma para no enojar a otra persona, dejando de lado mi situación como persona racional y con conciencia. De pronto me encontré teniendo miedo al ver que una llamada había entrado al celular, se desató una historia tétrica en mi cabeza a pesar de que estaba consciente de no estar haciendo nada malo.
Así nos sucede a muchos, a caso a todos. Se camina rápido para no llegar tarde al trabajo y entonces nos den un salario. Se llega a clase para terminar la licenciatura, encontrar (si bien nos va) un trabajo y luego nos den un salario. Estamos al tanto de otros para que otros estén al tanto de nosotros. No sé si esto sea triste o preocupante, tampoco quiero hacer un juicio al respecto. Lo único que considero necesario es el tome de conciencia.
Si haces esto y estás consciente, ya es tu responsabilidad. En cambio, si haces esto sin percatarte, actúas como dormido o como autómata. Sucede, quizá que parece la vida algo tan irrelevante que no vale la pena cuestionarse respecto a cosas que terminan siendo rutinarias y necesarias para funcionar adecuadamente y ser aceptados socialmente.

Esto dura hasta que la razón se impone; el despertar es duro. Es como cuando volteas a ver el sol y sientes que te quedas ciego un rato o, en algunos casos, para siempre. 

Ixchelt Hernández

viernes, 14 de febrero de 2014

Escapar

Escapar

Caminamos por las mismas calles, incluso hasta vemos a la misma gente en ocasiones; ya sabemos su rutina, es como la nuestra. Decimos las mismas cosas en escenarios similares. De vez en cuando, en momentos de lucidez, soltamos algún juicio que nos parece distinto de nuestra forma de ser. Una vez en dos meses. Despertamos y pensamos lo mismo que en la mañana anterior. Si dejamos un plan pendiente que no hemos realizado, pensamos que lo haremos. Quizás sí lo hagamos, quizás mañana.
  No todo es así. Ya hicimos cosas, quienes hemos hecho. Quisimos aprender alguna cosa, ya sea pintar, dibujar, tocar algún instrumento, ya lo logramos, nos sentimos satisfechos, y no es esto mediocridad, no pensemos tan banalmente todo. Ya exploramos cosas que tenemos aquí, en donde estamos, en nuestro pueblo si es pueblo, o en nuestra zona de edificios y luces. Ya aprendimos algún idioma, ya hablamos de los que nos apasiona en algunos lugares. En una sola palabra, ya cumplimos las metas que nos fijamos, ¿qué sigue? Yo no lo sé. Lo que sé es que me siento extranjero aquí, donde ya hice. O no digamos extranjero, digamos sencillamente que hemos realizado cosas que nos habíamos planteado hacer aquí, en ésta ciudad, en éstos alrededores, si ya hicimos, es como si ya no tuviésemos que hacer más aquí. Quizás venga algún aguafiestas a decir que aún hay cosas por hacer, lo dirá porque no sabe leer. Y no estoy siendo necio ni tampoco cierro los ojos, al menos no a las razones que él cree, si los cierro es a causa de la rutina, ya están agotados de esas imágenes.
  A lo mejor hay alguien que ve mis razones -las cuales no escribo tan explícitamente, al menos no todas- para decir que no hay más que hacer aquí. Y si no las ven, realmente da igual. Yo tampoco entendería las razones de aquellos que se quedan en algún lugar en donde nunca han hecho algo útil, ni por ellos ni por alguien más. Solamente siguen respirando porque según ellos es obligatorio hacerlo. No es obligatorio. La época no está para darse lujos en algunos casos. No está para que escapemos, o al menos eso parece. Pero, ¿y qué? La época exige filosofía reactiva en muchos aspectos, y algunos ni la teórica saben. Ya ni digamos filosofía, que quién sabe qué sea, sencillamente pensar, ley pragmática. Y si están con ánimos, ley moral.
  Hay que escapar, yo quiero irme. Estoy seguro que varios de ustedes también buscan de irse, y no para payasear o por típicos lloriqueos, sino porque influyen las paradojas de los fenónemos en nosotros. Paradojas que ya son nuestras rutinas. Rutinas que están aquí. No hay que estar aquí.
 
M. Téllez.

viernes, 7 de febrero de 2014

Núcleos sociales

Núcleos sociales

Si suponemos que conocer nueva gente es conocer nuevas redes sociales, entonces, cada persona es un pequeño núcleo social, el cual se extiende mediante interacciones personales para formar una cadena. Esto me lleva a pensar en mi desempeño social hasta ahora: Estoy a punto de cumplir veinte años y los últimos años —prácticamente desde que cumplí diecisiete—, me percaté de lo necesaria que es esta interacción con los otros —y no lo digo con afán de hacer una apología de la Otredad, ya que este discurso no me convence—. Todos nacimos dentro de la sociedad, esto es un hecho, es decir que a ninguno de nosotros se nos preguntó si queríamos o no formar parte de ella. Crecimos y conocimos un lenguaje usado por los miembros de esa comunidad, conocimos costumbres y tradiciones, formas de actuar para ser aceptado y hasta nos alimentamos de cierta forma.
Somos cada uno como una neurona que se conecta con muchas otras para lograr un adecuado funcionamiento de la polis o ciudad. Entonces, si la persona al estar activa socialmente —es obvio que tiene que tener vida necesariamente—influye en las decisiones de la ciudad, supongo que al haber estado activa algún tiempo y luego, de un día a otro dejar de estarlo, también influirá.
Así, al morir una persona, morirá necesariamente estas redes que se extendían desde ella hacia el exterior y las que venían del exterior hacia ella. Es probable que no influya tan fuertemente como lo hacía mientras estaba activo pero lo hará al estar ausente en muchos de los proyectos previstos antes de la ausencia.
La polis se torna entonces como un ente que adquiere vida a través de sus habitantes, los cuales colaboran. Al fallecer algunos de ellos, sus relaciones no desaparecen por completo, ya que se sigue recordando a aquel con el que se emprendería un viaje o un negocio. Esto no acarrea la muerte de la polis, sin embargo, parece estar siempre agonizante —pero no en el me refiero a que sea un estado previo a la muerte, sino a una lucha constante al nacer periódicamente nuevas redes también (quinta definición dada a agonía según la RAE: http://buscon.rae.es/drae/srv/search?id=USh15z4QwDXX2CAwhQUd)—.

Lo cierto, es que los que aún seguimos siendo partículas sociales, no dejamos de añorar a los que no están, tampoco nos dejamos de preguntar qué habría ocurrido si siguieran colaborando con la polis.

Ixchelt Hernández

Sentir y no dudar


Sentir y no dudar.
 
Hace unos días -el miércoles para ser precisos- fui a Morelia. La causa de mi viaje: quede en visitar a una chica que hace muchos años no veía. Quisiera ser un tanto detallista en ésta ocasión. Aunque claro que no contaré todo, eso requiere más tiempo.
   No es una chica cualquiera, tenemos una historia. Una historia que no solamente ella y yo vivimos, algunos amigos míos también estuvieron ahí -vivieron la historia indirectamente, podemos decir-. Pero de eso no hablaré. A ésta chica la conocí en el año 2008. Rememoro que nuestra amistad comenzó a concretarse por los meses de Julio y Agosto. No nos veíamos muy seguido. Prácticamente no nos veíamos -tampoco hablaré de los motivos por los que no podíamos tener citar como cualquier pareja podría-. A pesar de nuestra poca continuidad para salir, y por tanto vernos, platicábamos mucho y llevamos una relación bastante larga tomando en cuenta los factores a los que estábamos expuestos, como el no vernos, claro. La última vez que la vi, si no me equivoco, fue en el 2010. Después de eso, se acabó aquél noviazgo. Seguíamos hablando de vez en cuando, aunque hubo un tiempo en que yo dejé de escribirle. Total, para no hacer largo el drama que de hecho no tendrían porqué saberlo, hace no mucho le comencé a escribir nuevamente. Ella ha sido especial desde que la conocí. Y desde aquí, comenzaría a tener problemas si sigo la línea de discurso que en ocasiones trato de seguir, ¿cómo que -especial-? Por eso éste breve escrito lo titulé 'Sentir y no dudar'. Porque con casos similares he estado lidiando en éstos días. Ha sido el debate continuo que tengo con algunos amigos que les he contado ésta historia, y es el debate que tengo conmigo. Todavía no se ve muy claro cuál es ese debate, espero que en seguida se vea.
   No sabía si era adecuado ir a verla o no. Siendo estrictos, ¿por qué alguien viajaría 4hrs sólo por ver a alguien? El ir implica varias cosas aparte de tiempo, como dinero, disposición, voluntad. Y una causa - o motivo- muy fuerte. No entendía exactamente, tampoco, porqué pensaba mucho en ese viaje, y en ella. En mí ya no es común lloriquear por sentir algo a causa de otra persona. Mis escritos anteriores lo dejan claro, pienso en otras cosas. Pero ésta situación le ha dado un giro tremendo a lo que pienso. Le conté a algunos amigos sobre ésta situación, y prácticamente todos me decían que éste tipo de cosas no se deben analizar ni andarlas dudando tanto ni buscándoles una solución, me decían -lo que yo denominaría una frase de cereal- "Disfruta el momento". La denominaría así porque no me parece que tenga sentido eso. Una cosa es disfrutar el momento y otra ignorar todo lo que hay detrás de ese momento, y eso en ocasiones me importa. En fin, creo que ahora ya se ve más claro el porqué del título. No profundizaré más en esto, no hay porqué hacerlo.
   Realmente no sé sobre lo que denominan 'amor'. A veces creo que no tiene sentido moverse o actuar por eso. Mucho menos ilusionarse por cosas así. El punto es que yo viajé por una mujer especial para mí. El viaje duró prácticamente 6 hrs, y no me importó. Ni me importa. El caso es que últimamente he estado ilusionándome por ella. Dice una canción española "Voy buscándote en mis planes", he estado hilando mis acciones con dirección a ella. Sigo de necio queriendo intentar explicarme varias cosas, pero no lo he conseguido. A la conclusión que llego es que no quiero admitir que siento -amor- por ella. Porque ni siquiera sé qué sea eso. Y yo no quisiera mentirle. De lo que sí estoy seguro, es que quiero volver a verla. He pensado más en ella que en mi famoso gusto por la Filosofía Política/Ética. Me he olvidado hasta de que defiendo el ser razonable. Pienso más en aquello que sentí cuando la tuve cerca de mí. Es cierto que la extraño. Y no sé porqué siento tanto. No lo logro entender.
   Quizás lleven razón quienes me han dicho que deje de cuestionarme todo ese tipo de cosas. Y a pesar de que ignore muchas cuestiones, como las que acabo de mencionar, en éstos días me parece llegar a la conclusión de que en efecto podría intentar dejar de vacilar y admitir lo que en un principio dije no quería admitir.

M. Téllez.

Esta es una reacción a “Mis tetas y yo”, de Yael Farache.

Cuando leí ese artículo fue revelador. Tenía yo muchos prejuicios con respecto a esa parte del cuerpo. Como dice Yael Farache, la mujer siempre ve a sus chichis (diré chichis porque es una palabra alegre y muy mexicana) con vergüenza y nunca para sí misma.
Hasta hace poco tiempo yo caminaba con la espalda encorvada. Y cuando leí ese artículo, que coincidió con un momento de reflexión acerca de mi cuerpo, me di cuenta que era por vergüenza. Yo estudio Filosofía, en mi colegio hay más hombres que mujeres: no puedo darme el lujo de vestirme como si fuera fácil. ¿De qué otra forma, si no, me tomarían en serio intelectualmente hablando? Si te encorvas, el pecho no se te sale tanto. A eso agréguenle (ya lo saben quienes me han visto) que no soy precisamente la frondosidad ambulante. Así que me di cuenta que era ridículo.
Yo agrego que no solamente le tenemos miedo a nuestros senos, sino también a las caderas, las nalgas, las piernas. Todas, absolutamente, tenemos al menos alguna de esas partes lo suficientemente atractivas. Pero yo me escondía detrás de pantalones una o dos tallas más amplios, playeras aguadas. Hace seis meses no se me hubiera ocurrido salir de falda.
Y también es cierto que juzgaba. A veces incluso pronunciaba que tal o cual no se quería por vestir enseñando su cuerpecillo. Me justificaba con el clásico argumento, antes mencionado, de que tienes que hacerte respetar. Hacerte respetar implica el ser pura alma, dejar al cuerpo. Ocultarlo con fines racionales. Pero todo eso es mentira.
No es más que el acuerdo tácito, que tan bien explica Yael, entre las mujeres. Me fascinó la imagen del ocultamiento de las chichis como un desarme. Mostrar las tetas es alterar el orden social.
Quizá en los hombres esto no haga tanto eco. Eso es porque la parte preponderante de su cuerpo, sexualmente hablando, está oculta en sus pantalones. Les estorba a ratos, pero no es como si se presentara al mundo a cada momento. Además, lo sexual en el hombre está socialmente permitido. Está bien, esta cool. La eterna disputa en la sexualidad hombre-mujer. Él puede ser un gigoló, ella sólo una puta.
Pero las mujeres tenemos lo más sexualmente atractivo (en términos generales, claro) a la altura de las amígdalas. Están siempre ahí, resultan como carta de presentación. A veces poco importa el tamaño, si están ahí simplemente gustan y llaman la atención. Tenemos que lidiar con eso todos los días. Y con decir que ahora estoy aprendiendo a disfrutar la totalidad de mi cuerpo, no quiero decir que me agrade que me vean asquerosamente o que me torteen en el metro. Y, digan lo que digan, el porcentaje de hombres que sufre de eso es muchísimo menor al de las mujeres. Es que, vaya, un hombre puede ir sin camisa en la calle y no pasa nada. Pero una mujer que vaya más o menos vestida de forma (qué forma, si al final de igual) atrevida está dando permiso de que le metan mano. ¿Es así, o no?
Sigue habiendo mucha desigualdad en este ámbito. Me causa mucha curiosidad como el tema del cuerpo femenino es tratado a veces con tanta naturalidad y, al mismo tiempo, causa tanto morbo. Aún en un sola persona.
Las chichis, las caderas, las piernas, son formas. Formas exaltadas, pero formas al fin. Invito a todos quienes me leen, a las mujeres especialmente, a que disfruten de esas formas. Su cuerpo se ha acomodado de tal o cual manera. Acepten la forma, cuídenla, cultívenla haciendo ejercicio; además es saludable.
Lo más importante es sacar la vergüenza. Pueden seguir vistiéndose de playeras y pantalones aguados, pero que no sea por asco o temor. Que sea porque así quieren. Y si, de momento, se dan cuenta de que aman sus formas y desean mostrarlas, no tengan miedo. De diez mujeres, quizá nueve las juzguen negativamente. Pero quizá al menos a una le hagan pensar, aunque sea ligeramente, que mostrar su cuerpo simplemente por mostrarlo, no está mal. Así como el artículo de Yael me invitó a reflexionar acerca de algo primario, inmanente. Fundamental.

Valencia.


jueves, 6 de febrero de 2014

Más allá del bien y del mal.- De los prejuicios de los filósofos.


 En este texto, Nietzsche se pregunta por la causa del desear saber la verdad, pero no niega que el humano desee saber, el problema que plantea es ¿por qué la verdad tiene más valor que la no-verdad o la ignorancia, en dónde radica el valor de la verdad? Afirma que responder esa pregunta conlleva un gran riesgo, el de desbaratar la humanidad tal y como la hemos construido hasta ahora.
Pensar que cosas como la Verdad deben tener un origen propio y no uno derivado, que su origen es la cosa en sí, es el signo característico de los metafísicos de todos los tiempos. Quizás el valor de la verdad se debe únicamente a estar emparentada con los falso y lo malo.
La consciencia no es la antítesis de lo instintivo, de hecho afirma que la mayor parte del pensar consciente está guiada de un modo secreto por sus instintos y es forzada por los mismos a tomar ciertos caminos. Para Nietzsche el hombre de hoy es como es, porque ha otorgado una valoración más alta a lo determinado que a lo indeterminado, a la verdad que a la apariencia, sin embargo dicha valoración, es algo que simplemente hemos dado por hecho y parece que si en realidad estas cosas tienen tal valor debemos replantear las cosas para verificarlo, suponiendo que sea posible alcanzar juicios objetivos y que el hombre no sea medida de todas las cosas.
También hay que replantear la valoración que le hemos dado a los juicios falsos, considerando qué tanto favorecen y permiten la vida, me parece que Nietzsche se refiere aquí a lo falso como a lo engañoso, más específicamente al “mundo puramente inventado de lo incondicionado”[1].
 “Admitir que la no-verdad es condición de la vida: esto significa, desde luego, enfrentarse de modo peligroso a los sentimientos de valor habituales; y una filosofía que osa hacer esto, ya sólo con ello, más allá del bien y del mal.”[2]
Nietzsche acusa a los filósofos de faltos de honestidad y de sofistas, muy alejados de admitir que lo que llaman verdades son en realidad ocurrencias inspiradas en un deseo íntimo que defienden con razones rebuscadas posteriormente, esos deseos íntimos son en realidad instintos y “a cada uno de ellos le gustaría presentarse justo así mismo como finalidad última de la existencia y como legítimo señor de todos los demás instintos. Pues todo instinto ambiciona dominar: y en cuanto tal intenta filosofar.”[3]
Un filósofo, al hacer filosofía en realidad está dando un testimonio de quién es él, su moral le proporciona un orden jerárquico en el cual se encuentran sus instintos, sin embargo se niega a reconocer que en su obra están entrelazados los mismos. El problema es que también quiere inscribirle a la naturaleza una moralidad, queriendo crear el mundo Verdadero a su imagen y semejanza. Nietzsche caracteriza a la filosofía como “ese instinto tiránico mismo, la más espiritual voluntad de poder, de crear el mundo, de ser causa primera.”[4]
Nietzsche niega el instinto de auto conservación como el instinto básico de todo ser vivo y afirma que sólo es una consecuencia de la “voluntad de poder” que es aquél deseo que poseen los vivientes de dar rienda suelta al curso de su energía vital, es decir, que un ser viviente desea más el desarrollar sus potencialidades para la vida que la vida misma. Lo que me parece que está diciendo es que la voluntad de poder, no es una voluntad libre, sino que está regida en lo más profundo por los instintos. [5]
 “Y así como hemos de admitir que el sentir, y desde luego un sentir múltiple, es un ingrediente de la voluntad, así debemos admitir también, en segundo término, el pensar: en todo acto de voluntad hay un pensamiento que manda; - ¡y no se crea que es posible separar ese pensamiento de la «volición», como si entonces ya sólo quedase voluntad! En tercer término, la voluntad no es sólo un complejo de sentir y pensar, sino sobre todo, además, un afecto: y, desde luego, el mencionado afecto del mando.”[6]
Establece que en una misma volición actúan dos partes, la que manda y la que obedece, y como ambas parte somos nosotros, tendemos a olvidar engañosamente esa dualidad gracias al concepto “yo”, en suma el hombre cree con seguridad que voluntad y acción son de algún modo una sola cosa.
Nietzsche agrega también una crítica a la causa sui, es decir la causa de sí mismo, calificándola de la mejor auto contradicción excogitada en términos de causa y efecto, pues según él no hay “en sí” lazos causales, ni necesidad, ni ley alguna, sino que nosotros somos los únicos que hemos inventado las causas, la sucesión, la reciprocidad, la relatividad, el número, etc. Y añade que: “debemos servirnos de la causa y del efecto nada más que como de conceptos puros, es decir, ficciones convencionales, con fines de designación, de entendimiento, pero no de explicación.”[7]

M.J.R.M.



[1] Nietzsche,”De los prejuicios de los filósofos” en Más allá del bien y el mal, [trad. de A. Sánchez Pascual], Alianza, Madrid, 2007,p. 26.
[2] Idem.
[3] Ibíd., p.28.
[4] Ibíd., p.31.
[5] Vid., Ibíd., p. 41.
[6] Ibíd., p. 42.
[7] Ibíd., p. 46.