domingo, 16 de marzo de 2014

Celebremos a los seres tiernos y delicados.

Esto es con motivo del Día de la Mujer. Sinceramente soy pésima para recordar este tipo de fechas conmemorativas, así que no hablé al respecto de esto la anterior semana.

Partiré desde mi opinión hacia este día: es una patraña. Para comenzar, el mito de que la fecha se debe al incendio de una fábrica donde murieron cientos de trabajadoras, es falso. No sucedió en ese día, 8 de marzo de 1908 y más bien tiene que ver con las celebraciones estadounidenses para la mujer.
Ahora bien, esto no disminuye la tragedia de este hecho pero ciertamente la mitificación de esta celebración es interesante.

¿Qué celebra la gente este día? Lo que vimos en las redes sociales: el ser delicado, amoroso, valiente, cabrón porque puede todo sola, que da la vida.
¿No será que solamente alabamos a los estereotipos de género? La mujer que no encaja en esa descripción se ve relegada. ¿Qué hay de la mujer que no quiere ser madre? ¿De aquélla que no se queja cada cinco minutos de los hombres y que no los ve como un sexo opuesto, sino como seres humanos llanamente? ¿De aquélla que no se centra con fiereza en su vida profesional para verse aguerrida en un mundo dominado por los hombres? ¿Que no se siente la cosa más grandiosa por hacer las mismas cosas que los hombres pero subida en tacones? ¡Gran logro, eh!
La gente sigue apreciando a la humanidad de manera dividida: en penes y vaginas. La distinción es básica y por tener uno u otra ya somos parte de mundos distintos, según esto.
Seguramente estoy en contra de la discriminación en la misma medida que me fastidian las cursilerías de género. El Día de la Mujer ni siquiera está entendido desde un feminismo crítico, positivo; las mujeres se dedican a decir que son lo mejor de la creación y los hombres a enmielar las cualidades de la mujer abstracta, perfecta y cuasi divina. 
Sabemos que, efectivamente, el papel de la mujer en el mundo aún no es igualitario al del hombre. Pero lograr este equilibrio no se dará exaltando cada año al género oprimido, sino cada día pensarnos como seres humanos que tienen características fisiológicas distintas y que a final de cuentas la distinción hombre-mujer solamente es real en este ámbito.
Que la mujer no es la única que da vida, ni el hombre es el único protector, proveedor del hogar ni el único capaz de llevar a cabo cualquier labor. Todos tenemos la posibilidad de todo en nosotros, y deshacernos de los prejuicios de género es un paso esencial para que nuestra vida sea realmente libre.

Valencia.

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