sábado, 15 de marzo de 2014

¿Qué es el hombre como tal?


La importancia de responder esta pregunta viene con el fin de la ética, pues al responder qué es el hombre, se hace posible establecer valores universales fijos, es responder cuál es la manera de actuar correcta. La pregunta es una cuestión de vida y de muerte, pues el espanto es que el hombre muere, aunque quizás es de mayor espanto encontrar que el hombre vive, pero entonces ¿qué es el hombre como tal? “La pregunta sigue sin resolverse, porque nadie tiene suficiente autoridad para dar una definición única y universal del hombre como tal, pero el problema entonces es que si no se define este concepto, nunca podrá plasmarse en una ley.”[1] 
El hombre como hombre, es un ser que oscila entre la fragilidad y el poder, para los griegos cretenses oscila entre Zoé (vida infinita) y Biós (vida finita). Cuando el hombre pregunta ¿qué es el hombre? él mismo se niega y se afirma, se ve envuelto entre la mesura y lo orgiástico, entre lo justo y lo injusto, entre la suavidad y la violencia, entre la vida y la muerte. “Platón rompe con el misterio orgiástico e instaura una primera experiencia típica de la responsabilidad”[2] ya con una carga encima llamada responsabilidad, no hay duda alguna de que ya existe en ese mismo hombre la moral, es decir la autoconciencia de lo bueno y lo malo.
Mientras el hombre se pregunta todo esto, se ve acechado por “otros” hombres y protegido por otros más, (y a veces por los mismos), lastimado y curado, liberado y esclavizado. El hombre tiene Poder para cualquier opción y al darse cuenta de dicho poder, ya sea en él mismo o en otro, vuelve a preguntarse ¿qué es el hombre como tal?
Responder la pregunta, va a determinar al hombre en su “estar-en-el mundo, en el tiempo, “presente vivo”, “mundo de vida”, el estar-en-el-lenguaje.” El lenguaje abrirá el horizonte ante el cual la humanidad hablante dará sentido al mundo, en el que van a sobresalir los “otros” con los que tenemos que convivir en el lenguaje y desde el lenguaje. Se abre una comunidad de habla, sin embargo ese horizonte se ve negado a varias personas que no podrían entrar en dicha comunidad moral y que por lo tanto no tendrían consideración alguna.
“Se ha definido al hombre como un ser racional capaz de formar parte de una comunidad que además puede comunicarse con ella a través del lenguaje, pero esto excluye a quienes no tienen esas características de la categoría hombre, y entonces se hace un grupo aparte de los hombres, el de los excluidos, entonces definir al hombre por el lenguaje da como resultado que la definición sea excluyente y no universal.”[3]
El hombre se ha empeñado en atribuirse una cualidad especial que lo distinga de los animales, la de la razón, quizás porque “si la razón no puede generar el poder, se debe afirmar que el poder tiene la razón, aun si no es la mejor”[4]  y el poder parece siempre estar del lado de “nosotros” ( los dueños del discurso) en vez del de “los otros” (donde están los excluidos, los enmudecidos ya sea por la naturaleza o por el dolor, la violencia o los males actuales de la sociedad)[5]. El problema no es el hombre singular sino los hombres, pues irremediablemente están condenados a interactuar los unos con los otros.
Kant afirma, en la dialéctica trascendental que el interés de la razón está contenido en tres preguntas: 1) ¿qué puedo saber?; 2) ¿qué debo hacer? y 3) ¿qué me está permitido esperar? En el fondo, esas tres preguntas se reducen a una, ¿qué es el hombre?[6] Cualquier respuesta será problemática y difícilmente absoluta.  Todos, cada día nos hacemos cuando menos una de esas preguntas, especialmente ¿qué debo hacer? La cosa se complica todavía más cuando agregamos elementos como la libertad y la dignidad, la primera es trascendental porque depende de La ley. La segunda es una idea de lo incondicional y absoluto en cada sujeto: 
“como persona, es decir, como sujeto de una razón moralmente práctica, el hombre está por encima de todo precio; en efecto, como tal (hombre noumenal) no puede ser estimado únicamente como un medio para los fines de otros, ni siquiera de los suyos propios, sino como un fin en sí, es decir, que posee una dignidad (un valor absoluto) que obliga al respeto de él mismo a todas las otras criaturas razonables, y que le permite medirse con toda criatura e esta especie y estimarse a sí mismo en pie de igualdad.”
En efecto, concederle a cada individuo estas características es de lo más razonable, no obstante y aunque no es nada desdeñable, no responden a la pregunta ¿qué es el hombre? Y como no lo hace, no es posible plasmarlo como algo fijo, universal y fuera de dudas. Aun así la política lo plasma en la ley (la constitucionalización de los derechos humanos),  apoyándose en un escalón que nunca se construyó, lo que trae como consecuencia una ley sin poder, ineficaz y en muchos casos un bonito adorno de lo que llamamos Democracia.


[1] Morales, Cesáreo, ¿Qué es el hombre como tal?, Revista del centro nacional de derechos humanos, año 2, número 7, 2008, p. 83.
[2] Ibíd., p.87.
[3] Ibíd., p. 83.
[4] Ibíd., p 92.
[5] Vid., ibíd., p. 93.
[6] Vid., ibíd., p.96.

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