¿Polis?
Estaba pensando hace algunos días
sobre el desempleo en el país. Sucede que la mayoría de los habitantes supone
que conseguir un título universitario facilita el proceso de búsqueda y obtención
de trabajo. Parece que terminar una carrera universitaria garantiza una mejor
calidad de vida y una mayor cantidad de ingresos, así como una estabilidad
personal y social.
Cada vez hay más aspirantes para
ingresar a la educación media superior o superior, cada vez hay más carreras
demandadas, cada vez hay más egresados —ni siquiera creo que estén todos
satisfechos con la carrera elegida o que estos egresados sean todos igualmente capaces
de desempeñar alguna función en su rama— y también cada vez hay menos puestos
disponibles. Sucede que las empresas escogen siempre al que parece “el mejor”
de entre las masas: ya sea el que maneja algún o algunos idiomas, el que tiene
mejor presentación, el que tiene mayor facilidad de palabra, el que tiene
horarios disponibles… Tal vez hasta prefieren al que parece que pedirá o se
quejará menos.
Siendo el campo de empleo reducido
para los jóvenes egresados, muchos de ellos terminan laborando en algún puesto
que ni siquiera tiene relación con lo estudiado. Y no se diga de los que
tuvieron (tuvimos) la idea de estudiar alguna carrera “innecesaria”. Esas a las
que se va a hacer nada. Y claro, el problema de estas carreras es que no te
enseñan a ser una máquina obrera, sino a tomar conciencia de tu condición
humana. Pero, ese es ya otro tema.
El problema es que nos han
vendido la idea —y la compramos— de que el universitario será siempre mejor que
alguna persona poco instruida. Que el “Licenciado” es el que sabe y los demás
son sus súbditos. Que ser técnico es malo y que sólo estudian carreras técnicas
los que son poco inteligentes, tienen necesidad de trabajar rápido o
conformistas. Y algunos otros, que corren con mejor “suerte” y obtienen el
trabajo, terminan siendo profesionistas frustrados o inconformes con el
ambiente laboral al que pertenecen. No son felices ni de una ni de otra forma.
No sé qué pensaría Platón al
observar esta “sociedad” que intenta hacer a todos los ciudadanos buenos para
sólo una cosa, abandonando los demás puntos importantes para el buen funcionamiento
de este organismo vivo llamado la sociedad. No olvidemos que en la República, se plantea una manera
adecuada (y tristemente utópica) para la conducción de una polis. En ella, cada habitante hará lo que le toca por naturaleza,
me refiero a que cada persona tiene tendencias naturales hacia algo. Cuando un
individuo realice eso que tiene marcado por naturaleza en lo que es bueno, será
un bien para él.
Para esto, es necesario que se
tenga especial interés en cada uno de los habitantes: “todo gobierno, en cuanto
gobierno, no considera el bien sino de
aquello que es gobernado y atendido por él.” 344c El gobierno no deberá pensar
en su beneficio ya que su felicidad está depositada en la felicidad de cada uno
de sus habitantes, causando un crecimiento colectivo. Así, el gobernante habrá
de descubrir las capacidades de casa uno y propiciarlas. Lo más importante para
esto es la educación y la instrucción, ya que éstas producen buenas naturalezas
(424a).
Siendo cada habitante feliz,
tendremos una polis feliz y justa, ya
que según Platón en 433b, justicia es el hacer cada uno lo suyo, esto entendido
como la posesión y la práctica de lo que a cada uno es propio. Obviamente, cada
ciudadano, al ser por naturaleza en cada cosa, será valorado y respetado por
los demás y nunca humillado por practicar alguna actividad, dado que gracias al
trabajo individual se da el buen funcionamiento de los engranes sociales.
Si se entendiera esto, habría
menos discriminación hacia labores que necesitan “menos instrucción” y
entenderíamos que cada quien es importante en su papel, entonces, habría mayor apertura a trabajos ciertamente necesarios y poco valorados. Creo en Platón cuando concede una mayor felicidad obtenida por los individuos al hacer lo que les gusta. Y, por supuesto, habría
un interés de ver qué es lo que sabe hacer cada quien y con base en esto,
ayudar el estado mismo a instruir al individuo para pulir sus capacidades
naturales, logrando que sepa hacer lo suyo y además, que lo haga bien.
Ixchelt Hernández
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