La
autodeterminación tiene un lugar preponderante en la agenda de los
sabios de todos los tiempos. Filósofos, científicos, literatos y
demás han coincidido que el forjarse
a sí mismos es
la meta que engloba toda su actividad como humanos.
Sin
embargo, puede que esos términos nos suenen muy vagos. ¿Qué
significa la autodeterminación? Podríamos llamarla la construcción
de sí mismo, desechar la determinación inexorable del universo y
afirmar, en cambio, la posibilidad y la decisión humanas.
El
camino de la autodeterminación es arduo, así como es darse cuenta
de que es posible. Diariamente vemos gente que se conduce fatalmente
a la vida: hacen las cosas que hacen porque se trata de obligaciones
externas, funciones incuestionables. Ir a la escuela por ir,
o
dejar de ir con tal de llevar la contraria a la sociedad son ambas
decisiones lejanas a un sujeto que desea conducir su propia vida. Lo
mismo en el caso de un trabajo (lugar de muerte de las ambiciones de
la mayoría de los infelices ciudadanos, detrás de un puesto a donde
no quieren pertenecer).
La
autodeterminación no es solamente ser lo que queremos ser, tal como
lo dice Pico della Mirandola en su Discurso
sobre la dignidad del hombre,
en el sentido de forjarnos acorde a nuestros deseos, sino que esto
engloba además una actitud estoica frente al mundo. Un ser que se
determina a sí mismo no se deja llevar por las vicisitudes externas
como por un río, sino que logra anteponerse ante ello, reaccionando
de la mejor manera posible a lo bueno y también a lo malo que le
llega del mundo.
Ahora
bien, el fin de la autodeterminación es definitivamente la
felicidad. Solamente gracias a eso podemos acercarnos a la máxima
aristotélica que dice que una
golondrina no hace verano y tampoco un solo día de felicidad, ni aun
una temporada, basta para hacer a un hombre dichoso y afortunado.
La autodeterminación moderna es la autarquía clásica. En el ámbito
postmoderno en el que nos desenvolvemos tiene asimismo
correspondencia. Si bien ya estamos hartos de que se hable que ahora
cada quien puede enunciar su
verdad, podemos revertir este supuesto. Que cada quien construya su
verdad, su realidad, a sí mismo. Que lo haga respondiendo a lo que
le constituye interiormente, la única posibilidad de felicidad
continua y segura. Que salga del trabajo y la rutina que le vuelve un ser insatisfecho y se asegure la felicidad en lo que anhela.
No todos
deseamos lo mismo concretamente, así que el mundo no es un
lugar que represente únicamente una lucha de fuerzas. Cada quien aspira a algo
distinto para sí, y así se dará cuenta el individuo que lo que sea
el Otro no disminuye su ser. La inconmensurabilidad del ser humano es su
condición pero no se da cuenta. Los sistemas sociales
nos hacen apreciarnos como lobos voraces, todos en la esperanza de la
supervivencia. ¿Es que acaso la vida humana no puede ser algo más?
Los espíritus libres se mueven por el mundo mientras que los que
esperan la felicidad en el otro y las cosas externas están atados a
la causalidad. El otro y las cosas pueden satisfacernos, pero siempre
serán fortuitas.
He
aquí el sentido de la vida que la autodeterminación ofrece: sé
quien quieres ser, vive como quieres vivir, manéjate desde tu
interior al exterior. La autodeterminación es un camino de las
virtudes. Es el manejo asimismo del punto medio: aprender a
vivir lo corporal y lo espiritual, que al fin ambas cosas nos
constituyen.
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