domingo, 2 de marzo de 2014

La autodeterminación.

La autodeterminación tiene un lugar preponderante en la agenda de los sabios de todos los tiempos. Filósofos, científicos, literatos y demás han coincidido que el forjarse a sí mismos es la meta que engloba toda su actividad como humanos.
Sin embargo, puede que esos términos nos suenen muy vagos. ¿Qué significa la autodeterminación? Podríamos llamarla la construcción de sí mismo, desechar la determinación inexorable del universo y afirmar, en cambio, la posibilidad y la decisión humanas.
El camino de la autodeterminación es arduo, así como es darse cuenta de que es posible. Diariamente vemos gente que se conduce fatalmente a la vida: hacen las cosas que hacen porque se trata de obligaciones externas, funciones incuestionables. Ir a la escuela por ir, o dejar de ir con tal de llevar la contraria a la sociedad son ambas decisiones lejanas a un sujeto que desea conducir su propia vida. Lo mismo en el caso de un trabajo (lugar de muerte de las ambiciones de la mayoría de los infelices ciudadanos, detrás de un puesto a donde no quieren pertenecer).
La autodeterminación no es solamente ser lo que queremos ser, tal como lo dice Pico della Mirandola en su Discurso sobre la dignidad del hombre, en el sentido de forjarnos acorde a nuestros deseos, sino que esto engloba además una actitud estoica frente al mundo. Un ser que se determina a sí mismo no se deja llevar por las vicisitudes externas como por un río, sino que logra anteponerse ante ello, reaccionando de la mejor manera posible a lo bueno y también a lo malo que le llega del mundo.
Ahora bien, el fin de la autodeterminación es definitivamente la felicidad. Solamente gracias a eso podemos acercarnos a la máxima aristotélica que dice que una golondrina no hace verano y tampoco un solo día de felicidad, ni aun una temporada, basta para hacer a un hombre dichoso y afortunado. La autodeterminación moderna es la autarquía clásica. En el ámbito postmoderno en el que nos desenvolvemos tiene asimismo correspondencia. Si bien ya estamos hartos de que se hable que ahora cada quien puede enunciar su verdad, podemos revertir este supuesto. Que cada quien construya su verdad, su realidad, a sí mismo. Que lo haga respondiendo a lo que le constituye interiormente, la única posibilidad de felicidad continua y segura. Que salga del trabajo y la rutina que le vuelve un ser insatisfecho y se asegure la felicidad en lo que anhela. 
No todos deseamos lo mismo concretamente, así que el mundo no es un lugar que represente únicamente una lucha de fuerzas. Cada quien aspira a algo distinto para sí, y así se dará cuenta el individuo que lo que sea el Otro no disminuye su ser. La inconmensurabilidad del ser humano es su condición pero no se da cuenta. Los sistemas sociales nos hacen apreciarnos como lobos voraces, todos en la esperanza de la supervivencia. ¿Es que acaso la vida humana no puede ser algo más? Los espíritus libres se mueven por el mundo mientras que los que esperan la felicidad en el otro y las cosas externas están atados a la causalidad. El otro y las cosas pueden satisfacernos, pero siempre serán fortuitas.
He aquí el sentido de la vida que la autodeterminación ofrece: sé quien quieres ser, vive como quieres vivir, manéjate desde tu interior al exterior. La autodeterminación es un camino de las virtudes. Es el manejo asimismo del punto medio: aprender a vivir lo corporal y lo espiritual, que al fin ambas cosas nos constituyen.


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