martes, 6 de enero de 2015

Dejar los pantaloncillos cortos para usar los grandes.

¿Qué separa a los niños de los hombres?

En una sociedad claramente machista como la mexicana, uno supondría que se tiene bien claro y definido lo que separa a unos de los otros. No obstante al mirar con atención resulta interesante tomarse unos momentos para repasar sobre estos límites en la masculinidad. Muy probablemente uno de los límites que separan a los hombres de los niños en la sociedad mexicana esté estrechamente ligado sin más ni menos que al sexo, más específicamente la vida sexual de los hombres. "Uno es más hombre mientras más mujeres se coja" seguramente esta declaración no les es extraña. Sin embargo reducir la masculinidad a un mero conteo de parejas sexuales implica que todo aquel que desea ser reconocido como un hombre, tenga como primordial objetivo coger y no una vez, ni con una sola pareja sino que para mantener dicho estatus debe coger mucho y con varias parejas, mientras más; mejor.

Si esto es así, todo el país, en especial las zonas marginales están repletas de hombres jóvenes y centrándonos en estas zonas (pero no de manera exclusiva) se aumenta un factor adicional, la popular práctica del sexo sin condón "pa sentir más chido" lo que por supuesto conlleva a una probable paternidad muy precoz en la que más que ver a Hombres guiando niños, vemos a niños jugando a guiar a otros niños. Mucho se puede discutir sobre el tema, pero quizás sea suficiente para buscar la raíz de la hombría en otro lado que no sea el sexo, ni merece la pena tratar de encontrarla en los autos y los músculos, estos no son ni serán nunca la raíz de la hombría.

El sexo, los autos, los músculos y demás pueden ser deseables, pero de ninguna manera son factores decisivos a la hora de hablar de Hombría, hacerlo resulta en una hombría pusilánime y personalmente de guiñapos.

Algo que escuché y que me parece más sensato es "la palabra" en el sentido de cuidar lo que se habla, puesto que emitir un juicio es comprometerse. Sin duda hay una gran diferencia entre un niño que no cumple su palabra y un adulto que tampoco lo hace, salta a la vista que tendemos a ser más indulgentes con los niños y que nos resulta desagradable y francamente desesperante tratar con alguien que no cumple sus acuerdos.

Aquí me parece pertinente hacer notar que con respecto a conseguir sexo, muchos coincidirán en que la manera más popular de hacerlo es por medio de la seducción, atribuyendo otro factor adicional a la hombría. Un hombre tiene que ser seductor. Pero curiosamente la definición de seducir es "engañar con arte y con maña", con frecuencia (si no es que siempre) engañar conlleva prometer algo que no tenemos la intención de cumplir, dar a la mentira apariencia de verdad, "inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas". Esto chocaría abiertamente con la visión de que un Hombre es aquél que cumple su palabra si no fuera porque dejamos de lado la maña. Es el arte de la maña lo que permite ser un seductor y un Hombre de palabra al mismo tiempo, o al menos lo que permite presentarse para "efectos prácticos" como ambos.

Proveer de una definición que le de significado a la hombría es una tarea monstruosa para este pequeño artículo, pero si bien el hacer valer la palabra de uno, es un atributo que no excluye de ninguna manera a la feminidad, personalmente pienso que un Hombre (lo que sea que esto signifique) sin palabra no es más que un tipo con pito.

M.J.R.M.

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