Nessuno
Trato de rememorar aquellas palabras que emití cuando joven. A veces me cuentan lo que dije y no lo creo. No lo rememoro. Pero, como nos decía Hume, hay cuestiones que si las matizan adecuadamente, podemos rememorar. No sé si los compañeros psicólogos vean acerca de leyes de asociación de ideas; hay que darle mucho crédito a Hume. No somos espontáneos.
Alguna vez le dije a una chica que en algún momento amé: tengo problemas si me ven hablando contigo, si yo no te hablo o escribo, no me hables. En realidad ya me había cansado de ser un alma invadida. No hablé, era un chivato, no me juzguen: aún no sabía de ser razonable. Lo cumplió aquella señorita, no me escribía, no me hablaba. Me olvidé de esas palabras. pasaron 2 ó 3 meses. Se me hizo extraño que no me hablara, pero lo dejé así. Hasta que un día ella me habló. Platicamos normal. Hasta que le pregunté por qué no nos habíamos escrito antes o hablado, me contó lo que dije. Creo que ha sido lo más insensato que he dicho, a excepción -claro- de cuando uno se ve obligado a mentir para que lo dejen en paz: te mentí, nunca te quise, todo fue un juego. Déjame.
Deberíamos rememorar las palabras que hemos dicho, seguro algún discurso brillante nos ha salido. Y también una que otra patanería, sea el escenario que sea. Y una vez hecho esto, entender que no deberíamos prostituir palabras, es un enojo -de esos torpes- ver cómo la gente usa palabras con tal de que no haya silencio o con tal de lograr un fin y no necesariamente es retórica.
Sólo hay un riesgo -que creo- que podemos correr si analizamos nuestros discursos: vamos a querer silencio.
M. Téllez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario