Mi respuesta la doy de antemano: no, y más aún, creer en una sustancia masculina o femenina real es el sustento de relaciones sociales inequitativas. Ya no nos es útil pensar de esa manera.
Judith Butler nos da una teoría que, a continuación, presentaré esbozada. El objetivo de tal teoría es deconstruir el sentido del género que ha posibilitado desde el machismo hasta el feminismo.
El machismo es la perpetuación de un sistema patriarcal, fundamentalmente violento. En nuestro discurso cotidiano, la mayor parte de las personas parece repudiar el machismo, ya sea porque realmente les parece aborrecible o por mero pudor.
El feminismo es la reivindicación de la mujer, un impulso (también con tintes violentos) que históricamente se justificó como el contrapeso de la masculino opresor.
Pero ambas posturas parten de algo fundamental y pocas veces puesto en crítica: existen hombres y mujeres. con características y capacidades emanadas de la masculinidad y la femineidad. Y realmente, ¿podemos afirmar que existe la igualdad de género partiendo de estos supuestos? ¿El feminismo abre posibilidades a la mujer, a la vez que perpetúa el esquema que intenta rebatir?
Pero podríamos pensar de una nueva manera: que los géneros,. el ser hombre o mujer, no son más que constructor sociales cuyo fundamento esencial está hueco-- de la fisonomía pene-vagina (y demás características corporales) no se sigue una sustancialidad.
Pensemos en nuestras propias conductas. Yo soy mujer e intento ser femenina en alguna medida. Uso brassieres, me gusta mi cabello larguito; en ocasiones me pongo blusas coquetas o hasta vestido. ¿esas conductas me son dictadas por la consciencia de lo femenino o por la presencia de mi vagina, mis pechos, caderas y demás?
Quizá hay un intermediario entre mi conducta y aquello que hago para corresponder con lo femenino (cuando me porto masculina, me siento con las piernas abiertas, digo groserías, me pongo ruda, la gente me ve feo. Yo me veo feo. No estoy actuando conforme a mi género).
¿Y cómo conozco eso- lo que me es propio como mujer y aquello que no me corresponde? Siguiendo a Butler, es a través de lo social y, fundamentalmente, en el lenguaje.
Como alguien dijo, lo primero que nos determina en el mundo social es un acto lingüístico (casi siempre por parte del obstetra): "es un niño" o "es una niña". Cuarto azul o cuarto rosa, cobijitas acorde al sexo del bebé. Balones o muñecas en Día de Reyes.
A simple vista nos parecen actos inocentes, naturales. Nenes con cochecitos y nenas con juegos de té. Pero en cada acto social-lingüístico de género reside una historia, un porqué: es el acto de perpetuación de un esquema.
Dicho esquema ha sido útil a la humanidad, como todos los esquemas que hacemos. Tienen un fin de supervivencia. Mas creo que ha llegado el momento de trastocarlo, puesto que ha perpetuado la violencia hacia el género,específicamente a las mujeres, una violencia que se alberga en la misma familia.
Quizá si levantamos el velo de lo que consideramos como hombre y mujer nos demos cuenta de las inconsistencias, de la fragilidad de esas nociones y tal vez no seamos tan severos la próxima vez que una chica tenga una novio o un hombre guste de maquillarse.
Porque todos tratamos de encajar (yo estoy escribiendo acerca de la falta de sustancialidad en el género y que es una suerte de ilusión emanada de un proceso social mientras tengo los ojos delineados y calzones coquetos). Y todos somos violentos cuando alguien rompe las reglas. Quizá, dándole vueltas a este asunto, podamos medir nuestras palabras y actos cuando pensamos acerca del género. Así como qué estamos esperando de una niña cuando le regalamos un nenuco el próximo seis de enero.
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