¿Egoísta?
Actualmente nos tratan de
convencer de que “el otro es tan importante como yo”. Esto parecía yo aceptarlo
sin cuestionamientos y parecía saber cómo conducirme ante la vida. Pero un día
me di cuenta de que a veces actuaba respetando la existencia de los demás
honestamente y otras tantas actuaba así en un afán de parecer buena persona.
Hasta aquí parecía un tanto tolerable mi modo de proceder ante la vida pero un
día me di cuenta de que este sentimiento de empatía —que debe existir
idealmente para todos los demás seres humanos que no son yo—, para algunos (muchos) casos no existía; es decir, hay ciertas
personas a las que no les puedo dar importancia ni preocuparme por ellas, ni su
destino. Antes me llenaba de pesar esto ya que me sentía una persona sumamente
egoísta y, entonces, trataba de mentirme a mí misma y me forzaba a condolerme
por todos los demás. Pero un día en clase de Filosofía Política llegaron
preguntas que el profesor tiró al aire y
me hicieron sentir menos preocupada por no entristecerme a causa de la mala
suerte de los otros. Él dijo: “Ahora nos están vendiendo el argumento de la Otredad, es decir, que el otro es tan o
más importante que yo, pero ¿de
verdad tengo que preocuparme por él? ¿Él se preocupa por mí?”
Y sí, estas preguntas tal vez
fueron como un salvavidas. Mi modo de actuar se torno en acciones que no
despertaban culpa en mí y parecía que los autores de la Ilustración satisfacían
con argumentos mis dudas. Locke, por ejemplo, decía que las leyes nacieron en
un afán de protegerme a mí y a mis posiciones Para lograr subsistencia y buen
orden en el estado de naturaleza,
es indispensable que la ley de naturaleza se cumpla, por esta razón, cada
hombre tiene derecho de castigar a los transgresores de dicha ley en la medida
que sea violada. Entonces, se castigará según los dictados de la razón y la
conciencia y las penas serán proporcionales a la transgresión. Así, es la única
forma en que un hombre puede tener poder sobre otro. Esta ley natural es una reguladora universal pues abarca a todos los
hombres.
Todo que transgreda la ley se estará apartando de la recta norma de la
razón, de los principios de la naturaleza humana; se convertirá en una criatura
nociva pues ha renunciado a seguir los mandatos de la razón y será una amenaza
para los demás hombres. Cuando ésta cometa alguna injuria, habrá una persona
que sufra el daño como consecuencia de esta transgresión. En este caso, quien
sufra el daño tendrá derecho de castigar y un derecho particular de buscar
reparación de quien le ha causado el daño. El agraviado será el único que podrá
perdonarlo.
Esto se debe al derecho de
autoconservación, es decir, al derecho que tiene cada hombre de castigar el
crimen a fin de prevenir que no vuelva a ser cometido. Cada quien posee este
derecho en virtud de su derecho de conservar a toda la humanidad y de hacer
todo lo que estime necesario para lograr este propósito. Así, cada hombre tiene
el derecho hasta de matar a un asesino para evitar que otros cometan la misma ofensa.
El transgresor se convierte a sí mismo en una bestia salvaje, como si fuera un
león o un tigre, y como tal, debe ser destruido. Entre estos peligros los
hombres no pueden vivir y nunca encontrarán seguridad. Así, el hombre podrá
castigar, en el estado de naturaleza, cualquier otro infringimiento menor de la
ley.
Sería ideal que los hombres sancionaran siguiendo sólo los mandatos de
la razón, pero se encuentran en él el amor propio y la pasión y deseo de
venganza, los cuales hacen que actúen en favor de sí mismos y que castiguen más
fuertemente a los otros, causando confusión y desorden. Debido a que las
pasiones hacen que se viole la ley natural,
se sale del estado de naturaleza necesariamente para evitar todo exceso e
injusticia sobre los otros. Será necesario el consentimiento de cada uno de los
miembros del estado de naturaleza para creación del gobierno civil y
posteriormente de un estado político.
El gobierno civil y el estado político son necesariamente creados para
evitar que las pasiones del afectado lo lleven a castigar con mayor rigor a
quien lo afecta y no siguiendo los mandatos de la razón. Así, es un estado
civil se establecen sanciones iguales para todos.
Todo esta teoría del surgimiento del estado político respondía la
necesidad de entender el porqué del estado. Si nos damos cuenta, surge en un
afán de protección no hacia el otro, sino hacia mí. Se acepta la entrada de un
agente regulador dado que no se quiere que existan excesos a la hora de
castigar las faltas de los otros pero tampoco quiero que me castiguen a mí
excesivamente. Todos cuidan lo suyo y confían en que el agente regulador cuidará
del buen funcionamiento del estado. Así, se aseguran las posesiones de cada uno
en una dinámica egoísta para que exista tranquilidad en cada persona que
constituye la ciudad.
Me sigo preguntando si es que es malo ser egoísta. Y las preguntas tiradas al aire por mi profesor siguen martilleándome la cabeza en ocasiones.
Ixchelt Hernández
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