Little cometa y pequeñas freckles intergalactics of you. |
miércoles, 30 de noviembre de 2016
martes, 29 de noviembre de 2016
Te vendo cultura
Hoy supe de la existencia de un sujeto bastante peculiar. Quizás lo llegues a ver si usas la línea del metro que va de Universidad a Indios Verdes. Este personaje vende discos de un documental que se llama 'La corporación' -o algo así-.
Digo que es bastante peculiar porque su actitud es 'retadora', aunque él crea que dice 'verdades' -quién sabe qué noción de 'verdad' tenga en la cabeza-. El disquillo que vende, según él, habla del asunto de los transgénicos, aunque posteriormente comienza a lanzar un discurso del tipo: 'el capitalismo salvaje, por medio de las industrias explotadoras y sin escrúpulos hacen que todo esté jodido, y tú que nunca te informas, haces que el país no salga adelante.' ¿Y cuál creen que es el remedio, la piedra filosofal para que la gente sea crítica? Exacto: comprar por veinte pesos su disco.
Dentro del discurso que él dice -que ya caractericé-, también habla del internet y del mal uso que, según él, le damos todos. En efecto, él ya salió de la matrix y se sube a vender cultura para que, nosotros los legos, descubramos la verdad.
Algo muy curioso es que también habló de Peña Nieto -por eso es peculiar, el hilo conductor eran los típicos lloriqueos de un ciudadano promedio que habla porque tiene boca-. Y señaló algo más curioso: ustedes critican a Peña Nieto pero tampoco han leído más de un libro al menos en un año. Para terminar con la caracterización y pasar a mis críticas, se defendió frente a posibles ataques de los usuarios del metro: su actividad no es ilícita, ya que está respaldado por el artículo 5° y 6° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos -él sólo dijo la 'constitución', pero damos por hecho que no se refería a la constitución de su barrio aunque él no lo haya dicho-.
Ahora comienzo mis críticas para este personaje. La más intuitiva: no parece razonable intimidar a los usuarios con gritos, burlas y dando por hecho una teoría de la vida buena, es decir -recurriendo a lo que dijo del uso de internet-: ¿quién dice que es 'mejor' usar para 'x' o para 'y' el internet?
En segundo lugar, supongamos que su cometido de quitar vendas de los ojos a los usuarios del metro sea verdadero, ¿de verdad es racional -entiendo racional de manera estrecha (fines-objetivos)- creer que con un disco la gente será crítica, el país cambiará o habrá más justicia? Pienso que creer algo así es ni siquiera tomar más o menos en cuenta alguna teoría política, como la republicana clásica o la liberal contemporánea -donde, evidentemente, se habla de virtudes cívicas-.
Tercero -que toma parte de la segunda crítica-, si es verdadero su cometido, ¿por qué no mejor decirle a la gente que el video que vende ya está en internet? Digo, lucrar con cultura -que quién sabe qué es eso pero él lo decía, así que uso el término por comodidad- no parece algo justo en una sociedad democrática justa. Dado que yo no lucro con nada y aunque no tengo intenciones de ser salvador, le doy el link a la gente del video que vende este personaje: https://www.youtube.com/watch?v=Bkr-paaAYJ8
Seguro que ya ayudé a cambiar al mundo: y no me pagaron veinte pesos.
Por último, me resulta controvertido que recurra a refugiarse a dos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: el quinto y sexto. ¿Por qué? Pienso que con el sexto es suficiente, y se debería especificar -para fines prácticos- sólo el primer párrafo -aunque este también es controvertido- que dice:
Articulo 6o. La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado.
A mi juicio, es controvertido porque no es difícil imaginar un escenario donde la manifestación de ideas sea un ataque a la moral, y obviamente esto es controvertido por la siguiente pregunta: ¿cuál moral?
Ahora bien, el artículo quinto del mismo documento dicho señala esto -igual en el primer párrafo-:
Artículo 5o. A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo líticos. El ejercicio de esta libertad sólo podrá vedarse por determinación judicial, cuando se ataquen los derechos de tercero {sic}, o por resolución gubernativa dictada en los términos que marque la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad. Nadie puede ser privado del producto de su trabajo, sino por resolución judicial.
Como lo veo, la piratería no es una actividad lícita, entonces la conclusión es obvia.
Finalmente, este personaje se burló de una persona que leía la biblia. Comparto el rechazo por la religión, igual que mi rechazo por las enchiladas rojas, de ahí no se sigue que sea correcto burlarse de las prácticas ajenas: no dañan a terceros -creo que si leo la biblia enfrente de ti no te estoy dañando (obviamente hablo de un daño normativo e interesante, no psicológico)-.
Me da gusto que nadie le haya comprado discos, dar la espalda a los irrazonables es una buena herramienta. Ahora bien, que quede asentado que no estoy criticando totalmente el trabajo de las personas, hasta aquí me dediqué sólo a criticar de manera formal asuntos que este personaje señaló y que, como cualquier persona, yo puedo criticar racionalmente. Mis pensamientos en torno a cuestiones más profundas como la situación de personas que se ven obligadas a trabajar en la piratería y asuntos relacionados, no tienen nada que ver -y ni siquiera los expuse- con lo mencionado: para ello ocuparía hablar de lo que podría defender que debería ser.
Bibliografía
Para los artículos constitucionales, Ver., https://www.juridicas.unam.mx/legislacion/ordenamiento/constitucion-politica-de-los-estados-unidos-mexicanos
M. Téllez.
lunes, 28 de noviembre de 2016
domingo, 27 de noviembre de 2016
Me quedaré con él
"Por eso quisiera hoy ahogarme en el licor
para olvidar la traición de una mujer"
Diario de un borracho.
A diferencia de él, yo no me juntaba con nadie por conveniencia. Mucho menos con tal de acercarme a ti. De hecho, tu andar tan presumido me hacía detestarte. Pinche morra -decía.
Yo sé porqué se fijó en ti: tenías un cuerpo que estaba en su punto. No conozco el significado verdadero -si es hay tales cosas- de esa expresión, pero la aplico en el sentido de que nada que a un hombre que sea atraído por los pechos de una mujer y la más o menos marcada cintura de la misma no pudiera no desear. Me atrevo a decir que nunca te querrá por tu pensamiento. Sí, a mi juicio, eres ingenua, dedicada y exaltas tus sorpresas, lo cual es lo que hay en tu pensamiento. Pero él, él es aburrido, tal vez directo, pero aburrido y todo un castillo de arena lo puede pisotear sin reparos. Tu pensamiento es un castillo de arena.
El alcohol me hace creer que puedo complacer a toda mujer, y como exalto mi sentir, no me importan sus creencias ni sus experiencias: estando sobrio sé que por el contenido de sus creencias y de sus experiencias, no me importarían tampoco.
A veces el alcohol es el único factor por el que desperdicio palabras, y a veces me molesta. Todos los demás desperdician palabras estando sobrios: una pequeña diferencia. Desperdicié palabras contigo.
No quiero saber de dónde surge la seguridad para decir cosas tipo: me quedaré con él. A diferencia de muchos, me sé bastante mortal y sé que la justificación de lo no observado o de conocimiento de hechos futuros no puede ser obtenida de manera absoluta. Tú afirmas con seguridad. Quisiera que te destrocen por presumir certezas que sólo reflejan ignorancia.
Quédate con esas afirmaciones, quizá tú ya no tienes más que ofrecer a los asuntos intelectuales. Considero que las intenciones intelectuales influyen en el vivir cotidiano, hasta lo más trivial. Dado que los asuntos intelectuales influyen en lo cotidiano, si digo que ya lo cotidiano será jodido para ti, es por aquello de que ya no tienes que ofrecer nada en lo intelectual.
M. Téllez.
viernes, 25 de noviembre de 2016
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Dios o mi bienestar
Conozco a personas que me desean más fe en Dios a que tenga salud, o alguna otra cosa que nunca estará en sus manos pero que siempre se dice como gesto de amabilidad.
Jamás he entendido a los adultos y su fanatismo por lo religioso. Por fortuna -para mí- no me he topado con jóvenes creyentes, a lo sumo he leído comentarios básicos que luego salen por la tradición, como: gracias a Dios, primeramente Dios y ese tipo de expresiones vacías.
Tampoco entiendo cómo es que esas personas creyentes pueden criticar a los políticos, a sus maridos que desean a la mujer de su prójimo, a los mentirosos, etc. No lo entiendo porque es evidente que, siguiendo sus creencias, Dios los creó, y aunque pequen, basta con arrepetentirse, ir con el padre religioso de confianza, decir que hemos pecado mientras nos damos unos golpes en el pecho, y cumplir con la cuota de rezar unos cinco minutos. Así las cosas, los creyentes deberían rezar por los políticos, narcotráficantes, niños en pobreza, personas damnificadas por desastres naturales, etc. Y aquí es donde no comprendo si es mejor rezar o que ayuden.
No he entendido la importancia de bautizar a un bebé y 'marcarlo' desde antes que tenga juicio para que forme parte de su tradición. Si creemos que esto es correcto, no vería diferencia con un niño que se cría en una familia racista.
No estoy en contra de los religiosos, ni de Dios -a Él sólo me gusta trolearlo-. Pienso que cada quien decide cómo perder el tiempo y en qué gastar sus pensamientos. Y si es así, no tenemos porqué querer convencer a otros de algo tan importante y delicado como creer en seres metafísicos. Sin embargo, parece que esto es igual que como la música banda o de reggaetón: todos critican esos géneros en memes y cosas por el estilo, pero se saben algún tema, porque en algún momento alguien se las recomendó. Y así son muchos: se andan con críticas pero realizan acciones que son más o menos aceptables socialmente, en determinado grupo. Esta actitud no señalo que sea incorrecta, pero tampoco es comprensible cómo es posible criticar cierto grupo y de repente hacer esas prácticas.
M. Téllez.
Seguridad
Me gustaría estar seguro de que no te pasará algo malo cuando nos despedimos. Me gustaría que esta ciudad, y el Estado de México -supongo que lo mismo sería para otros estados-, fuera lo suficientemente segura para no sentir esa especie de duda por tu bienestar.
Sí, es probable que para algunos esté exagerando. Pero, el caso es que esto es consecuencia de lo que importas para mí. No creo que tenga que ver con ser una especie de madre/padre protectora, es tan llano y simple: sólo quiero que estés bien.
Nunca es fácil señalar un rasgo importante cuando amas a alguien y que no caiga en la visión de ser ridículo o cursi. Se quiere exponer algo concreto donde parece que todo está manchado por un sentimiento que no permite cosas serias. Y yo estoy contra ese tipo de creencias: sé que hay gente sensata que lo logra, y que lo que expresan, tanto es concreto, serio, como también con matices de amor.
Es una obviedad decir que no podré cuidarte siempre: tengo que dormir, ir al baño, quizá cuidar a mi madre cuando esté enferma, qué sé yo, muchos escenarios donde no se cumpla eso. Sin embargo, mientras esté en mis manos y en mis recursos humanos, vas a sentir efectos de mis cuidados.
M. Téllez.
Leer no te hace razonable
El título de esta entrada es una obviedad. Sin embargo, como ocurre con muchas de las obviedades, no las tomamos en serio. Y en este caso, los lectores son quienes no la toman en cuenta.
Recuerdo un caso que el filósofo mexicano, L.M. Oliveira, nos puso en una de sus clases de Ética en la FFyL. Yo iba en segundo semestre. Discutíamos el utilitarismo de S. Mill. Veíamos la onda de Mill cuando hace una especie de división entre placeres altos y bajos -ahora no recuerdo el apellido exacto de los placeres, pero es la idea-.
La pregunta era más o menos: ¿ustedes creen que esos placeres altos sean realmente los correctos y no los bajos? Imaginen que una persona va a escuchar en un escenario caro una orquesta interpretando alguna pieza clásica, pero esa persona es pedante, irrazonable, etc. Ahora imaginen a un padre que no conoce nada de música clásica, pero que lleva a su hijo a un estadio de futbol porque el sueño del niño es ver a sus ídolos, ¿esto es menos correcto -por el asunto de placeres- que aquel que va a la ópera?
Pienso que como este caso, se dan un montón. Y esto es una obviedad, también. Muchos creen hoy día que leer es una especie de trabajo elevado, hecho para personas cultas -que quién sabe qué sea eso-, para racionales y que no se dejan manipular por otros medios de comunicación. Esto es falso.
Es falso porque de nada te sirve leer -no me importa si es a Coehlo o cuestiones de física cuántica, filosofía política, o al Marqués de Sade- y ser irrazonable. Aquí estoy dando por supuesta una tesis que, como lo veo, también dan por supuesta esos que describí líneas arriba -los cultos-: que leer te hace conocedor, y parece que si eres conocedor, entonces tomas elecciones correctas, no eres un lego.
Mi queja tiene como base casos empíricos que tú has visto, seguramente. ¿Cuándo no hemos visto a los que van leyendo en el metro y cuando es ocasión para que ceden su asiento a quienes lo ocupan, no lo hacen? Pienso que ceder el asiento es de las acciones poca demandantes que podemos hacer. Ya sé que como estudiantes vamos cansados y que también tenemos trabajo de medio tiempo, que nos desvelamos por estar viendo nada en facebook y por ello no dormimos bien, etc. Pero es una de las pocas acciones demandantes de corrección moral que podemos hacer.
El otro caso que causa demasiada extrañeza es cuando el metro se encuentra saturado de personas -cosa rara- y tenemos al lector de tiempo completo, poniéndonos el libro en la cara. No es exageración imaginar que una hoja nos corte una mejilla. Apenas vi un caso de esto, el joven iba leyendo "El legado de Homero", y frente a él, otro joven no sabía dónde acomodar su rostro para, si de por sí ya se está apretado en el metro, no sufrir más por un libro.
Leer no nos hace razonables, en caso contrario, sabríamos cuándo guardar el libro. Finalmente, parece que se idolatra más el cuerpo del libro que de lo de él podamos sacar provecho. No pretendo ser un purista de la lectura y señalar cuáles libros son los buenos, porque no tengo licencias para hacer eso -y quién sabe quién las tenga-. Pero, si vamos a comprar el paquete de 'leer te hace culto', deberíamos, al menos, pensar qué nos está aportando lo que procesamos.
M. Téllez.
martes, 22 de noviembre de 2016
Quería ser músico pero ...
"Quería ser músico pero no tengo la habilidad de tocar la guitarra y mantener el equilibrio en el camión al mismo tiempo."
Hoy es 22 de noviembre y se celebra el Día de Santa Cecilia quien es reconocida como la patrona de los músicos por lo que también hoy se celebra el Día del Músico. Es por eso que me gustaría hablar sobre la profesión y labor de todos los músicos.
Como algunos sabrán una gran parte de mi vida está dedicada a la música, por eso en este día quiero hablar sobre algunas experiencias a las que me ha llevado la música y qué es lo que me han hecho pensar sobre el papel que tiene el músico hoy en día.
Quisiera comenzar diciendo que mi experiencia como músico profesional es muy corta, será de a penas dos años, sin embargo en este breve tiempo he notado que el papel del músico es sumamente importante para la sociedad. Recuerdo que cuando estaba estudiando música la vida profesional del músico se me aparecía demasiado bella, era pensar que estaba estudiando algo que me gustaba, que después podría ejercerlo como profesión o como una forma más de mi vida, que podría ofrecer algo que la gente buscaba en la música, ya sea escuchar, aprender, encontrar en refugio emocional y, además de eso, poder encontrar un ingreso económico.
Sin embargo cuando terminé mis estudios musicales no todo fue tan bello. Cuando sales de la escuela (y creo que esto sucede en cualquier carrera y profesión) te das cuenta que tu única labor era aprender, ser responsable con tareas, trabajos y ya, nunca te dicen que existe un gran mercado al cual te debes integrar por medio de la competencia, y en el caso del músico la competencia pocas veces tiene que ver con la musicalidad y el talento.
De las primeras cosas que recuerdo es que para poder tener un espacio en el marco profesional de la música tenías que estar 'bien posicionado', en otras palabras, tener alguno que otro recurso que te ayudara a ser reconocido ante otros músicos, ya sea el nombre de tu profesor, el de tu escuela, el número de los discos que has grabado, gente con quien has colaborado, etc, etc. Pero resulta que yo no contaba con ninguna de estas cosas que fuera suficiente para poder tener un espacio en el marco profesional de la música. Podría presentar mis credenciales, decir el nombre de mi maestro y de mi escuela, pero después venía la parte incómoda con preguntas como: ¿Y cuántas veces has grabado? ¿Con quién has tocado? ¿Dónde te has presentado?
Obviamente carecía de muchísima experiencia en escenarios, en estudios de grabación, en colaboraciones y los escenarios en los que había tocado no cumplían muchas expectativas, en otras palabras, aún estaba muy inmaduro para poder incorporarme a un ámbito profesional de la música. Esto me llevo a buscar proyectos donde pudiera incorporarme e ir ganando experiencia, en esta búsqueda es cuando me enfrenté a lo que es, para muchos, el primer paso de la profesionalización de un músico, que es tocar a cambio de nada.
Y es justo este tema el que quiero detenerme a analizar porque, como una vez lo noté, puede que no tenga experiencia y me encuentre en un proceso de formación, pero ¿en realidad el papel de un músico es tan distinto de cualquier otra profesión para que su proceso de formación sea tan intrincado?
Una de las primeras cosas que noté al adentrarme en este proceso era que pocas veces el trabajo de un músico será reconocido por aquellas personas externas a la música e incluso, algunas veces, por sus propios colegas.
Muchas veces te das cuenta que al estar frente a un escenario, que no sea el de tu escuela donde tus familiares y amigos te van a ver, te pone en situaciones incómodas y muchas veces no sabes ni siquiera cómo enfrentar esta situación, y no me refiero a que puedas tocar o no, ya que eso lo debes hacer de una u otra forma, a lo que me refiero es que muchas veces no sabes qué proceso se necesita para estar frente a un escenario donde las personas se reúnen para ver tu trabajo y que, además de eso, lo respeten y te paguen, porque, a fin de cuentas, el tocar frente a un público es tu trabajo y, como cualquier trabajo, debe ser respetado y bien pagado.
Entonces, ya cuando estaba dando aquellos 'primeros pasos' en el mundo profesional de la música me encontraba en situaciones a las cuales no sabía cómo enfrentarlas, no por cuestiones musicales, que es un tema aparte, sino por aquellas situaciones que nunca había pensado al estar inmerso en el mundo musical. Algunas de ellas eran: ¿Cómo puedo tocar en 'x' escenario?, ¿Con quién voy a tocar?, ¿Cómo puedo hacer que la gente me contrate?¿Me van a pagar?, ¿Debo cobrar?, ¿Cuánto cobro?, ¿Por qué la gente pide ese repertorio?
Te encuentras en una situación donde la música queda en segundo plano, al momento de estar en el mundo profesional de la música nadie te dice que, antes de poder entrar a trabajar, además de tener un nivel como músico, también debes de conocer cómo y cuál es el mercado de la música. Exacto, la música, como cualquier otro producto, tiene un mercado específico el cual se puede dividir por géneros y hasta por instrumentistas.
Te das cuenta que no es lo mismo, profesionalmente, tocar en un grupo de rock, que en una orquesta, que en un trío o en un grupo versátil. Cada uno de estos ensambles tiene público distinto y, por lo tanto, tiene mercados distintos que deberá conocer el instrumentista. Por eso también cada músico debe conocer en qué mercado puede entrar o no, porque no es lo mismo, dentro del mercado musical, ser saxofonista que ser violinista o guitarrista. Cada uno de ellos tiene distintas posibilidades para ejercer su profesión, el saxofonista fácilmente encontrará un lugar en algún ensamble de jazz, el violinista en una orquesta y el guitarrista en algún grupo más versátil desde el rock hasta acompañando a un cantante.
Ahora, todo esto tuve que aprenderlo al momento de estar arriba del escenario, te das cuenta que como músico estas ofreciendo tus servicios y tus clientes, que siempre será el público, te exigirán lo más que puedan. Pero, lamentablemente, muy pocas veces las exigencias de tu cliente encontrarán afinidad con las tuyas. Muchas veces sucede que como músico uno se propone hacer lo mejor que sabe, que es tocar e interpretar, pero tu cliente lo único que quiere es tener a alguien que amenice sus eventos, que esté de fondo en algún evento, incluso muchas veces tomas el papel de 'adorno' para que el clienta pueda lucirlo en su evento con sus pares, esto sucede en todos los géneros y tipos de ensamble que existen, desde orquestas hasta grupos de música versátil. Y estando en este punto llega el momento en el cual te preguntas ¿esto es hacer música? ¿me hacen caso? ¿qué estoy haciendo?
Llega el momento en el cual te preguntas si la labor de un músico es solo tocar para sus clientes de la forma que sea y como ellos lo pidan. Cuando noté esto realmente me desanimé, estaba en una situación que poco tenía que ver con lo que imaginé alguna vez que era la vida profesional de un músico.
Fue entonces cuando pensé que el papel del músico en la sociedad no podría ser el de un adorno o un producto que pudiera ser consumido de manera idéntica a cualquier otro en el mercado. Pero las cosas a las cuales me enfrentaba cada vez me hacían pensar lo contrario. Notaba que además de la poca importancia que el público ponía a la música y a los músicos, el respeto y reconocimiento que se le daba a ellos era muy deplorable.
Sobra decir que el papel del músico en México es conocido por tener muy pocas ganancias económicas!exacto¡ en México es uno de los trabajos peores pagados, pero no estoy hablando de casos donde la cantidad de dinero que se le ofrece a un músico por sus servicios sea ridícula, sino que muchas veces se le exige al músico que termine pagando los gastos por presentarse.
Con las ideas absurdas de que: «un músico hace algo que le gusta, es fácil lo que hace y que es algo que cualquiera puede hacer», a las personas se les hace fácil exigirle a un músico que toque gratis, a cambio de una comida o con un sueldo miserable, a fin de cuentas “le gusta y nada más toca su instrumento”. Y es que parece que el hecho de que un músico disfrute de su trabajo lo hace objeto de exigencias tan absurdas como trabajar gratis.
Así es como noté que el papel que tiene un músico pareciera ser el de una simple rockola que está a disposición de los caprichos de los clientes y que, además, puede hacer su trabajo gratis o a un bajo costo. Ante horrorosa escena no podía quedarme de brazos cruzados esperando adaptarme a este tipo de trabajo profesional de un músico. Y es que por más que pensara y buscara algo en lo cual pudiera encontrar o aparejar la idea que tenía de la labor de un músico, encontraba que hasta las orquestas, que pueden tener mayor libertad musical, siempre estaban a disposición del cliente, se toca lo que pidan y ya, pocas veces se puede dar un repertorio que pueda explotar las habilidades musicales de la orquesta (aunque sé que podría encontrar opiniones distintas de mis colegas que trabajan en orquesta).
Sin embargo, ante este situación en la cual me encontraba pude entender que muchas veces, aunque el músico pueda tener todas las habilidades musicales necesarias y la mejor intensión de hacer música, el cliente será quien tendrá la última palabra. Pero creo que es aquí cuando el músico debe tomar “al toro por los cuernos” y mostrar que no es una simple rockola,debe mostrar que el papel que juega en la sociedad es mucho más importante que el de tocar, adornar eventos y cobrar medianamente bien.
Creo que el músico debe hacer notar, como profesional que vende sus servicios, que su labor es algo más personal y, me atrevo a llamar, intersubjetivo. Creo que debe tirar aquellos prejuicios del público que ven en el músico alguien que cumplirá sus caprichos, y debe hacer crecer la idea de que un músico trabaja con lo que muy pocas profesiones lo hacen, que es con la proyección de emociones, con el sentir a través de la música. Un músico lo puede tener claro, sabe que alguna pieza puede exigirle una interpretación muy emocional, muy fuerte, y eso es lo que debe proyectar al público. Pero para eso el público debe estar dispuesto a ver en el músico alguien que podrá proyectar emociones desde su instrumento y que, por lo tanto, también exigirá de él la comprensión y conexión necesaria para hacer que el trabajo del músico esté completo.
Por último puedo decir que, con todas aquellas cosas a las que me he enfrentado como músico dentro del marco profesional, no debemos espantarnos o negar el lado meramente comercial de la música porque, para bien o para mal, así es, no podemos cambiarlo y poco depende de los músicos hacerlo. Pero podemos hacer una labor más personal con nuestro público y hacerles ver que nosotros no ofrecemos ni vendemos un catálogo de música que pueden pedir a diestra y siniestra, sino que nosotros ofrecemos hacerle sentir, entender, experimentar y vivir por medio de nuestro trabajo, tal vez no sea lo que buscan, pero es lo que un músico debe hacer y es lo que la música, sobretodo, hace por si sola.
Leonardo Ponce
Leonardo Ponce
lunes, 21 de noviembre de 2016
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Dilataciones en el tiempo voy a confeccionar
para que ya no hagas desastres nena,
para evitan que todo arda
[...]
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domingo, 20 de noviembre de 2016
La ingeniería genética en la música
Esta es una respuesta al texto de mi colega M. Téllez Ingeniería genética y música, donde aborda una problemática planteada por el filósofo Michael Sandel referente al cometido que podría tener (o ya tiene) la ingeniería genética en la música y sobre el papel que tienen las nuevas tecnologías en el desarrollo actual de la misma.
Cada vez nos cuesta menos pensar que llegará el día en el que se podrán realizar mejoras genéticas antes del nacimiento. Podremos ver a futuros padres emocionados por poder elegir de todo un catálogo de habilidades aquellas que crean más adecuadas e importantes para que su hijo pueda estar predispuesto a ellas y las pueda desarrollar de manera exitosa para su vida. Basta notar que muchas personas que ya son padres o están próximos desean con tanto anhelo que su hijo tenga (o hubiera tenido) cualidades físicas específicas o que destacaran en alguna actividad deportiva,artística, intelectual o, incluso, que tuvieran actitudes concretas desde que nacen. Así que ni siquiera nos sorprenderá que sea un hecho que las personas quieran modificar a sus futuros hijos cuando la ingeniería mecánica les pueda ofrecer un catálogo de habilidades y cualidades físicas que puedan «mejorar».
Pensemos en el caso de la modificación genética que podrá surgir en el terreno artístico. Sería una especie de mejora en las habilidades musicales de las personas, un oído más desarrollado, una noción del ritmo más adecuada, etc., en cuestiones físicas podría tratarse de un buen desarrollo de las cuerdas bucales, en el caso de los cantantes, y en el caso de los instrumentistas podría ser el desarrollo de manos o brazos más adecuados para el instrumento que podrían tocar. Pero esto sería concerniente a la modificación genética pre-natal, es decir, serían «mejoras» para que en el futuro las personas pudieran desarrollar habilidades artísticas de manera rápida y sencilla dando como resultado grandes artistas o eso es lo que se esperaría.
Sin embargo actualmente existen otras formas de «mejorar» el desempeño de las personas inmiscuidas en el arte para que puedan realizar sus actividades de una mejor manera, hablamos de aquellos casos donde los músicos toman “beta-bloqueadores”, como lo expone M. Téllez en su texto, para tener un mejor desarrollo en el escenario, la principal función que tienen estos fármacos es la de mantener el pulso cardíaco estable y evitar sobresaltos del mismo, dando como resultado a quien lo consume un estado de quietud, lo cual se traduce para algún artista, o para nuestro caso, para un intérprete, como una forma de poder dejar de lado los nervios o cualquier factor de estrés que pudiera afectar la interpretación del acto artístico en el escenario.
Y es este caso en el cual Sandel ve una problemática por el papel que juega el intérprete al realizar su acto artístico, pues plantea que el hecho de que un músico consuma “beta-bloqueadores” puede resultar un acto de «trampa» o de cuestionamiento sobre la virtud artística que pueda tener el intérprete. Sin embargo debemos preguntarnos ¿Recurrir a fármacos para evitar o disminuir los grados de estrés y de nerviosismo que alguien pueda tener frente a un público es hacer 'trampa'? Me cuesta trabajo pensar que sea así.
Normalmente la formación de un estudiante de música toma en cuenta el trabajo frente a escenarios, hay materias totalmente prácticas donde se ensambla junto a otros compañeros y al final del curso se realiza un concierto frente a un público. Y en lo que respecta a la formación 'informal' o fuera de las aulas de una escuela de música, siempre se tiene contacto con un escenario y con un público, muchas veces, diverso. ¿Qué quiero decir con esto? Que la formación de un músico, sea académica o no, siempre está relacionada con el factor escenario y público.
Pero sucede muchas veces que a pesar de la constante relación con los escenarios un músico puede presentar casos de extremo nerviosismo y estrés al encontrarse en uno, entonces, según el caso expuesto, resulta 'tramposo' que un músico consuma beta-bloqueadores para poder controlar su sistema y tenga un mejor desarrollo en escenario. ¿Pero esto realmente afecta su desempeño artístico?
Pensemos un ejemplo concreto, imaginemos que un gran violinista sufre pánico escénico y afecta de manera directa su interpretación al momento de estar en el escenario. Por la fama que tiene e incluso por los discos que ha grabado se sabe que es un virtuoso, no se puede dudar de su excelencia artística, sin embargo al estar en un escenario se desploma y no puede tocar el violín sin que su arco tiemble sobre las cuerdas o sin que desafine muchas notas, entonces, ante este ejemplo, podríamos cuestionar si el consumo de beta-bloqueadores resultaría una trampa como lo afirma Sandel. Y, puntualmente, podríamos preguntarle si es que el violinista pierde parte de su arte o se hace 'inválido' por el hecho de consumir dichos fármacos.
Me parece que el hecho de que Sandel afirme que el ser un buen músico implica controlar cosas como el pánico escénico, como lo menciona M. Téllez en su escrito, es una declaración que muestra la poca intervención en asuntos artísticos. Pues si un músico (o cualquier artista escénico) tiene problemas el enfrentar problemas psicológicos frente a un escenario y puede afrontarlos con la ayuda de fármacos para evitar que su participación se vea estropeada muy poco tiene que ver con asuntos artísticos y más con cuestiones técnicas e incluso de estilo.
Basta con pensar en la gran cantidad de artistas que han enfrentado el pánico escénico recurriendo, no a beta-bloqueadores, sino a drogas; o en los casos donde el artista, para confrontar estos problemas, hacen de su misma participación la forma en la cual pueden vencer sus miedos escénicos. Y es por eso que pienso que el cuestionamiento de Sandel se encuentra en un lugar más técnico que artístico. Es más fácil pensar que un músico de jazz o de rock suba drogado al escenario que un violinista de alguna sinfónica o un cantante de ópera.
Además, pensando en aquellos 'puristas del arte', que sacrifican y arriesgan todo para que el arte sea Arte, ¿en verdad sería mejor prohibir el consumo de beta-bloqueadores a los artistas aunque esto implicara que no pudiéramos escuchar un concierto de Bach tocado por un virtuoso con pánico escénico?
Respecto a este primer caso diría que la intervención genética o de fármacos que ayuden a un mejor desarrollo de los artistas está inmiscuido en temas meramente técnicos. Se podrá lograr que las personas no tengan pánico escénico o que desde niños tengan grandes habilidades musicales, pero esto, a fin de cuentas, solo ayuda al procedimiento. Estar mejor adaptado a las situaciones a donde nos lleva el arte (escenarios/instrumentos) es solo una cuestión técnica, el momento en el cual una persona prueba que es un artista es cuando refleja, con lo que hace y no cómo lo hace, lo que su sensibilidad y su pensamiento han creado de una manera libre y directa para las demás personas.
Tomando el segundo caso que se refiere a mejoras técnicas dentro del ámbito musical, M. Téllez expone el ejemplo de las salas de concierto y en específico de las óperas. Se entiende que la ópera, y la música en general, no se puede prestar tan fácil a una relación armoniosa con las nuevas tecnologías, que van desde la amplificación del sonido hasta la añadidura de sonidos nuevos.
Sin embargo esto no es nada nuevo en la música, desde siglos pasados se ha dado una evolución y una relación de la música con las nuevas tecnologías que muchas veces no ha sido percibida. Simplemente podemos pensar que desde el surgimiento la música la evolución de los instrumentos ha ido acompañándola, hoy en día podemos ver en las salas de conciertos que en muchos conciertos de guitarra clásica se hace uso de amplificadores para los solistas, pues el sonido de una guitarra no basta para competir contra toda una orquesta. Por otro lado podemos ver que los instrumentos se han ido 'renovando': antes las flautas eran de madera, ahora son de metal, antes los instrumentos de cuerda frotada usaban cuerdas hechas con tripa de gato, hoy se usan cuerdas de distintos materiales y así como estas modificaciones han surgido otras más que, aunque no sean tan específicas como la añadidura de micrófonos, han estado presentes a lo largo de la historia.
Ahora, hablando del canto operístico y la añadidura de la amplificación sonora por medio de micrófonos. Me parece que la idea de que la amplificación sonora 'ensucia' o 'degrada' la labor artística de los intérpretes y 'arruina' lo que es la ópera, entendida como la exaltación y lucimiento de la voz humana, es una idea que, como el caso anterior, esta centrado en cuestiones técnicas.
Es verdad que existen salas de conciertos donde la añadidura de estas tecnologías resulta problemática, pero esto es porque la construcción de dichas salas ha sido pensada para eso: para la realización de conciertos acústicos, específicamente para orquestas, coro, solistas, cantantes, etc. Detrás de una sala de conciertos existe una gran labor arquitectónica que se encarga de elaborar un lugar con una acústica perfecta para que no sea necesaria la añadidura de estos elementos a la sala y no por que esta tecnologías 'ensucien' o 'dañen' la labor artística, sino porque se busca dar a los espectadores una calidad acústica distinta. No es que se rechace el uso de estas tecnologías, es solo que se busca una experiencia acústica con la construcción de salas pensadas para ello.
Además, podemos pensar en aquellos casos en donde la música orquestal no contaba aún con estas tecnologías y, a pesar de eso, se busca una forma en la cual se pudiera ampliar el sonido, muchas veces porque la obra musical lo requería, como en el caso de las obras de Wagner, o porque los espacios en lo cuales se realizaban los conciertos no eran lo suficientemente adecuados para dar un concierto y se recurría a reforzar la orquesta con un mayor número de músicos.
Tomando esto en cuenta debemos pensar que la música y las nuevas tecnologías no representan ninguna forma de contradicción y tampoco existe un problema en la relación de ambas, incluso en la música académica se usan estas tecnologías con buenos resultados y buena aceptación. En el caso del canto operístico, y en general de la música orquestal, el uso de micrófonos puede ser de gran ayuda para solucionar muchos problemas que surgen a causa de escenarios en espacios abiertos, número de músicos o incluso, como sucede con obras contemporáneas, resulta necesario la añadidura de estas tecnologías.
A manera de conclusión podemos decir que la relación que tiene la música con los avances científicos es benéfica, además la ayuda que otorgan las mejoras tecnologías ha sido muy bien tomadas por la música. Por las cuestiones de mejoras genéticas queda mucho por discutir, sin embargo, al estar hablando de un arte resulta muy complicado pensar que bastará la intervención genética para crear artistas, podemos imaginar que podrían existir personas que tuvieran un buen desarrollo artístico, que pudieran tocar un instrumentos desde pequeños, que pudieran pintar grandes cuadros, etc. pero ¿el arte se reduce a pintar, tocar, escribir, actuar o bailar como un experto?
Me cuesta mucho trabajo pensar que la ingeniería genética podrá crear artistas, creo que podría crear grandes expertos en algún arte, pero para crear artistas no basta con saber tocar o bailar muy bien...
Leonardo Ponce
Accidentes consecutivos
Han tenido cuarenta y cinco accidentes consecutivos. Por eso es que no pueden hacer tareas sencillas.
Su vida no es fácil, lo sé. Desde que despiertan ya traen la ropa puesta, no pueden tardar más de cinco minutos en desayunar ni tampoco otros cinco minutos cepillándose los dientes y aseándose. En seguida hay que trabajar. Desde hace cuarenta y cinco días que tuvieron su primer accidente o contratiempo, no importa si no es una lesión física o psicológica: llamemos accidente a no tener tiempo.
Luego del primer accidente, viene el segundo, el tercero, el cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo, décimo primero, décimo segundo...
Desde un momento, que es cuando se da el accidente, no pueden hacer nada -ni cagar- en las próximas 24 horas: imaginar que se tienen 30 minutos libres es impensable para ustedes. Hay accidente, ¿¡Qué puta parte no se entiende!?
Luego de esas 24 horas, se extiende la cuarentena y son 48, luego 72 horas en donde, como todos sabemos, no hay posibilidad para pensar ya no sólo en 30 minutos libres: en 10 minutos.
Accidentes consecutivos. A cada minuto, cada cuarto de hora, cada hora, ¿su vida?
Yo lo entiendo, porque sé que hay personas que están muy mal en el mundo.
Accidentes consecutivos... ¿Durante toda su vida?
M. Téllez.
sábado, 19 de noviembre de 2016
Una sonrisa
Lidiar con un lego, necio y algún otro adjetivo que quieras sumarle a ese espécimen de cobarde que he tenido la fortuna de conocer en estos meses, y luego convivir con los demás cuerpos que aún no sé si sabrían qué es lo mejor que pueden hacer si les doy un arma, ensucian más lo que ya está permeado de porquería: la vida.
Es un lloriqueo sustentado en la suposición de que esa gente hace uso de la razón: si fueran más o menos racionales, no harían estupideces. Hacen un montón de estupideces: la conclusión es obvia.
Me dibujaste una sonrisa. Tal vez debería decir: trazaste una sonrisa mía con tus manos.
Un acto sencillo, pero terriblemente contundente y hermoso. En medio de las calles, esquivando al viento, y a los autos, sonreí por ti. Aquel trazo ha sido la creación que más me ha sorprendido de las experiencias que tal vez he vivido. Fue como una especie de consumación, donde no ocupaste de un argumento ni de algo parecido: llanamente me plantaste un gesto.
Todavía en las calles, se nubló mi vista. Me sentía tranquilo por unos segundos. La noche era mía.
M. Téllez.
viernes, 18 de noviembre de 2016
jueves, 17 de noviembre de 2016
Inciertos
Uso lentes. Estoy escribiendo sin lentes. Me pregunto si dentro de diez años esto me afectará. Me pregunto si dentro de diez años estaré vivo. Y me cuestiono porqué es que sigo vivo todavía.
Te quiero, y aunque mis críticas hacia lo jodida que es la vida, mi desesperación por saber qué hay de eterno, mis ganas de firmar con energía en un punto donde converjan todas las miradas en algún segundo siguen, sé que esos juicios no tienen que ver contigo: me haces tanto bien que te quiero.
Fuerzo mi cerebro para lograr sentir mi sangre. Hasta ahora sólo he sentido la urgencia que desprenden mis pulmones: ocupamos abrigo, y veo que su grito es color gris, casi blanco: blanco nieve: tanto frío en mi interior. Porque hace frío.
Desde hace unos días que mi interior quiere expulsar palabras en forma de canto: pero las circunstancias no nos dejan ser libres. Puto mundo. Pinche vida. Se me ocurre cómo reírme de Dios, pero sólo pienso.
Si dejo algo, sé que no será para los básicos, así siempre pasa con quienes son semilla, pero de aquellas que se excluyen de la industria de los tiempos: decadentes por no tener nada interesante: se puede tener algo interesante y saberse decadente.
Me preparo para saberme humano unos segundos. No pasará. Las lágrimas han dejado de existir en esta maquinaria hace un tiempo: incluso sé la fecha de caducidad exacta.
Son un producto que pueden volver a estar en venta: o eso creo. Seré productor, pero no adivino. Seré escritor, pero no indulgente. Tendré finalidad, pero aún no encuentro mi comienzo.
M. Téllez.
miércoles, 16 de noviembre de 2016
Ingeniería genética y música
Hoy día una frase muy sonada es: la
ciencia avanza muy rápido. Es tan dicha que no se le toma importancia. Lo que
quiero hacer en este escrito es plantear un problema que genera el ámbito de la
manipulación genética –asociada al nombre de ‘bioingeniería genética’- al campo
del estudio filosófico de la moral –la ética-, y finalmente expondré un caso
que llamó mucho mi atención.
Michael Sandel, un
filósofo estadounidense, tiene un gran libro –Contra la perfección, la ética en la era de la ingeniería genética-
donde expone distintas problemáticas que suscitan los avances de estudios en el
área de la genética. Aquí quiero centrarme en la problemática, tal vez, central
de ese libro: ¿qué razón moral tenemos, si es que la hay, para rechazar las
mejoras genéticas?
Una pareja de lesbianas
quiere tener un hijo. Ambas personas son sordas, y quieren que su hijo sea
también sordo. ¿Por qué? Porque están convencidas que ser sordo no es una
discapacidad, sino un estilo de vida, tal rasgo forma parte de su identidad. Sharon Duchesneau y Candy McCullough acuden a
una institución donde se trabaja con este tipo de asuntos: manipulación
genética para hacer que el hijo tenga determinados rasgos (Sandel, p.1). Sharon y Candy
obtuvieron lo que querían: un hijo sordo. La pregunta interesante es: ¿es
incorrecto moralmente diseñar y traer al mundo a un hijo sordo?
Otra pareja quiere
tener un hijo. Esta pareja colgó un anuncio en el Harvard Crimson (Sandel, p.3), donde se buscaba a una donante de óvulo: pero no
cualquier donante, debía medir 1.77mts, atlética, no tener antecedentes de
enfermedad en su familia y haber obtenido una nota alta en el SAT –superior a
1,400-. Se ofrecieron 50,000 dólares para la donante. ¿Es correcto moralmente
buscar traer un hijo ‘mejorado’ al mundo?
Los casos anteriores
los plantea Sandel al inicio de su libro (Sandel, p.1-5). Y la pregunta sigue latente: ¿es
correcto alterar genéticamente a futuras personas? Parece intuitivo para
algunas personas, a menos que tú digas lo contrario y expliques tus razones,
que no es correcto traer a una persona con discapacidad. Sin embargo, ¿por qué
creemos que sí es correcto traer a una tal que posea mejores capacidades?
No hay duda de que
abrazamos las terapias génicas: intervenir en la genética para ayudar a una
persona a superar una enfermedad. Pero, ¿abrazaríamos las terapias génicas para
mejorar las habilidades de una persona? Si sí, ¿por qué? Si no, ¿por qué? Estas
preguntas son las que surgen en el examen filosófico en el campo ético por los
avances de la ingeniería genética.
Ahora bien, Sandel
plantea distintos ejemplos en determinados casos reales: clonación con gatos,
mejoras en humanos en su musculatura, memoria, altura y la selección de sexo.
Posteriormente pasa a poner ejemplos en asuntos de atletas. Y entre estos
casos, habla de la práctica musical, y este es el caso que quiero exponer.
En el ámbito de la
música clásica, hay intérpretes que toman ‘beta-bloqueadores’ para superar su
pánico escénico. Una vez que ingieren tal medicamento, disminuye su ritmo
cardiaco, baja el efecto de la adrenalina y sus manos no les tiemblan. La
objeción a esta práctica es obvia: eso es hacer trampa, el ser un buen músico
implica controlar esos miedos. Quienes defienden el consumo de
beta-bloqueadores, argumentan que ingerir ese medicamento no influye en ser un
gran violinista o pianista, sencillamente elimina un factor para que los
intérpretes puedan mostrar sus verdaderos dones musicales. La pregunta en este
debate, Sandel la plantea muy bien y lo citaré: “¿Es la ecuanimidad ante un
auditorio repleto una virtud intrínseca de una gran interpretación musical, o
es meramente incidental? (Sandel, p.58)
El segundo caso, dentro
del mismo campo musical, es acerca de las mejoras mecánicas en lugar de
farmacéuticas. Las salas de ópera, como lo narra Sandel, han comenzado a
implementar la instalación de sistemas de amplificación de sonido. Para
algunos, tales medidas ensucian y degradan lo que la ópera realmente es: la voz
humana, en la ópera, debe llegar hasta el rincón de la sala donde se presente.
La pregunta es: ¿abrazar o no las nuevas tecnologías? Hay quienes sugieren que
pueden coexistir ambas prácticas: una que preserve la ópera clásica y otra que
funcione con amplificación. La cuestión a esta alternativa es: ¿realmente
pueden coexistir ambas prácticas sin que algo resulte ‘dañado´?
Así las cosas, mi
pregunta es hacia los músicos: ahora que hay avances en la ciencia y que
afectan también a las prácticas artísticas tales como la música, ¿se deben
abrazar los productos que la ciencia nos da o no? ¿Por qué?
M. Téllez.
Bibliografía:
Sandel, Michael, Contra la perfección, la ética en la era de la ingeniería genética, {Trad. de Ramón Vilà Vernis}, Marbot Ediciones, España, 2007.
domingo, 13 de noviembre de 2016
Predador
Confieso que tu violencia de amor me acelera el corazón porque me siento en riesgo. Me veo como una presa fácil ante el predador que a priori ha ganado.
En mi viaje, tomé un libro y comencé una lectura. Más al estilo de leer una novela que de ser detallado. No podía concentrarme. Decidí respirar, acomodé el separador por si acaso y le presté atención a la música que sonaba en los auriculares. No podía concentrarme: una parte de mi cuerpo estaba electrificada, y así como algunos creían en la electricidad animal, yo la estaba experimentando.
Tus besos, tu pedirme que esperara el siguiente transporte, tu mirada y tu presencia hacían todo y me provocaban tanto. Sin embargo, ese 'tanto' no se compara con las caricias que posteriormente comenzaste a lanzarme. Comencé a gritar: ¡Seeñoor! Y tú sólo te reías. El predador jugaba con su presa. Y me gustaba.
Seguías con tus caricias y me supe vencido. Decidiste dejarme irme vivo, o al menos yo creía que estaba vivo: quizá tú sabías algo que yo no.
En mi viaje, el no concentrarme y saberme electrificado: supe que fue consecuencia de tus caricias lanzadas. Mis piernas no respondían y, yo, la presa, quería que mi predador terminara ya con mi vida.
Traductor
En su momento no quise ni siquiera derramar lágrimas bajo la lluvia: la clásica imagen extraña para ocultar un sentimiento. Uso esta imagen porque por un momento la tomo en serio, pero ni siquiera eso quise hacer cuando me rompías el corazón durante esos meses de invierno.
Ya no me acuerdo si fue en este año cuando todavía salíamos. Te acompañaba a buscar libros a la Vasconcelos. Era bastante extraña nuestra situación, podíamos hablar de distintos temas, sean triviales o interesantes, pero algo nos molestaba entre nosotros. Yo no sé qué me molestaba de ti, sólo sentía un berrinche y te gritaba con la mirada. También recuerdo que llegar a la biblioteca no era problema, el asunto del regreso era otra tontería: te preguntaba si querías que te acompañara. Como quieras- respondías.
Recuerdo un mensaje explícito: no me hables cuando estés ebrio. Yo sabía que sentías que me burlaba de ti o que quería esa diversión propia de un borracho de esos extraños. Para mí representaba una verdad de la que no podía escapar: aún estabas en mis deseos profundos.
Citando a ese cantante español: A mí modo, dí todo lo que fui. Siempre quise, de alguna manera, que tu camino no fuera complicado, y aunque nunca supe bien si yo iba adelante o sólo era una ilusión -como ahora creo que es con todo-, me importaba que tus experiencias fueran buenas.
Todo esto es poco menos que un montón de cenizas, donde el viento ya sopló muchas veces. Así que esto debe ser producto de la tos que ese polvo me pudo haber causado. Me gusta que sonrías, y aunque es evidente que nunca sabrás de estas líneas, ocupaba hacerme el tonto y decir que el viento sopla muy fuerte y que aún así las cenizas están en el aire.
Nada tiene sentido. Menos tu sonrisa: todo es una figura literaria patética.
Sé que si yo hablo de cenizas y si tú eres sensata, te acordarás de mí porque soy traductor de mangas.
Ya no te marqué estando ebrio, y claro que no lo haré. Pero sí seguiré ebrio.
M. Téllez.
Te miro tan de cerca que te emborronas y diviso la suerte, escondida tras dos ojos que conocen el dolor, pero lo olvidan. [...] A.S |
Mesa en Querétaro I
Lo que haré a continuación será exponer lo que ocurrió en una mesa del Coloquio de Filosofía que se llevó a cabo en Querétaro a principios de octubre del 2016, en el cual participé como ponente. Contaré de manera muy suscitante de qué hablaron los dos compañeros que estaban en la mesa conmigo, y como el lector verá, no será una narración muy precisa, sino que lo haré según lo que aprecié. Me daré la libertad de contar de manera no tan académica. Es probable que esto pueda ser mal visto dentro de las reglas que llega a tener el gremio académico de filosofía. Comienzo con las reglas del gremio y luego ya daré inicio a lo que ocurrió en el Coloquio.
Hay algunas reglas dentro del mundo académico de la filosofía, por poner un ejemplo: es mal visto que quieras publicar un artículo en algún sitio criticando a algún profesional de la filosofía que no sea tan bueno, de hecho, criticar a uno que es visible que es malo. No te da puntos de hombría hacer eso, podríamos decir. Así las cosas, creo que como contaré la mesa en Querétaro, puede que no me dé puntos de hombría, pero por ahora no es cosa que me interese, además de que creo que tales asuntos son más como una cascarita de fut en la calle que jugar en algún estadio. No es que no le tenga respeto a los lugares, si es que vamos a creer en esas cosas: realmente veo mi juego en relación con los demás y entonces me veo capaz de hacer las críticas razonables y picaronas que estén en mis manos: tampoco cayendo en lo burlesco ni asuntos así, dado que sí creo en el fair play.
Un compañero habló de una especie de defensa de los monopolios, especialmente en relación con el Estado: un monopolio del Estado. Si no rememoro mal, este compañero es de Querétaro. En el extremo de la izquierda en la mesa, un compañero habló de la gratuidad en la Universidad, él es de Morelia. Yo hablé de la cuestión '¿Tenemos una obligación moral de obedecer al derecho independientemente de su contenido? ', y bueno, soy de la CDMX.
No ahondaré en lo que dijo el compañero de Querétaro, puesto que, según a mi entender, usaba conceptos que no definió con claridad, además de que -y esto quizá sea más por mi ignorancia que por otra cosa- no quedó claro cuál era su intención o finalidad de defender un Estado mínimo. A decir verdad, lo único que pude más o menos intuir es que hacía una exposición â la Nozick del Estado.
El compañero de Morelia fue, a mi juicio, bastante claro y expresó de manera precisa qué quería decir: la gratuidad en la educación, al menos enfocada en la Universidad, es un derecho, pero no se sigue que nunca deje de ser gratuita. ¿En qué casos dejaría de ser gratuita? Su tesis era que debe dejar de serlo cuando se trate de alumnos irregulares: bajas calificaciones, promedio bajo, mal desempeño, etc. En la discusión posterior que se llegó a dar luego de las participaciones, también aproveché para interrogar al moreliano, siempre con afán de querer saber hasta qué punto resisten las conclusiones. La pregunta que ahora recuerdo fue algo como: si es el caso que fundas la gratuidad en el individuo, ¿no crees que deberías tomar en cuenta algo de su psicología? Es decir, alguien puede ir reprobando asignaturas tal vez porque tiene problemas graves: su hermana fue secuestrada, asesinaron a su padre, y este estudiante trabaja medio tiempo para sostener a su familia. La repuesta del compañero de Morelia fue que no, ya que daba por hecho que si logras llegar a la universidad, es porque ya eres algo así como 'maduro'.
M. Téllez.
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