miércoles, 16 de noviembre de 2016

Ingeniería genética y música

Hoy día una frase muy sonada es: la ciencia avanza muy rápido. Es tan dicha que no se le toma importancia. Lo que quiero hacer en este escrito es plantear un problema que genera el ámbito de la manipulación genética –asociada al nombre de ‘bioingeniería genética’- al campo del estudio filosófico de la moral –la ética-, y finalmente expondré un caso que llamó mucho mi atención.
Michael Sandel, un filósofo estadounidense, tiene un gran libro –Contra la perfección, la ética en la era de la ingeniería genética- donde expone distintas problemáticas que suscitan los avances de estudios en el área de la genética. Aquí quiero centrarme en la problemática, tal vez, central de ese libro: ¿qué razón moral tenemos, si es que la hay, para rechazar las mejoras genéticas?
Una pareja de lesbianas quiere tener un hijo. Ambas personas son sordas, y quieren que su hijo sea también sordo. ¿Por qué? Porque están convencidas que ser sordo no es una discapacidad, sino un estilo de vida, tal rasgo forma parte de su identidad.  Sharon Duchesneau y Candy McCullough acuden a una institución donde se trabaja con este tipo de asuntos: manipulación genética para hacer que el hijo tenga determinados rasgos (Sandel, p.1). Sharon y Candy obtuvieron lo que querían: un hijo sordo. La pregunta interesante es: ¿es incorrecto moralmente diseñar y traer al mundo a un hijo sordo?
Otra pareja quiere tener un hijo. Esta pareja colgó un anuncio en el Harvard Crimson (Sandel, p.3), donde se buscaba a una donante de óvulo: pero no cualquier donante, debía medir 1.77mts, atlética, no tener antecedentes de enfermedad en su familia y haber obtenido una nota alta en el SAT –superior a 1,400-. Se ofrecieron 50,000 dólares para la donante. ¿Es correcto moralmente buscar traer un hijo ‘mejorado’ al mundo?
Los casos anteriores los plantea Sandel al inicio de su libro (Sandel, p.1-5). Y la pregunta sigue latente: ¿es correcto alterar genéticamente a futuras personas? Parece intuitivo para algunas personas, a menos que tú digas lo contrario y expliques tus razones, que no es correcto traer a una persona con discapacidad. Sin embargo, ¿por qué creemos que sí es correcto traer a una tal que posea mejores capacidades?
No hay duda de que abrazamos las terapias génicas: intervenir en la genética para ayudar a una persona a superar una enfermedad. Pero, ¿abrazaríamos las terapias génicas para mejorar las habilidades de una persona? Si sí, ¿por qué? Si no, ¿por qué? Estas preguntas son las que surgen en el examen filosófico en el campo ético por los avances de la ingeniería genética.
Ahora bien, Sandel plantea distintos ejemplos en determinados casos reales: clonación con gatos, mejoras en humanos en su musculatura, memoria, altura y la selección de sexo. Posteriormente pasa a poner ejemplos en asuntos de atletas. Y entre estos casos, habla de la práctica musical, y este es el caso que quiero exponer.
En el ámbito de la música clásica, hay intérpretes que toman ‘beta-bloqueadores’ para superar su pánico escénico. Una vez que ingieren tal medicamento, disminuye su ritmo cardiaco, baja el efecto de la adrenalina y sus manos no les tiemblan. La objeción a esta práctica es obvia: eso es hacer trampa, el ser un buen músico implica controlar esos miedos. Quienes defienden el consumo de beta-bloqueadores, argumentan que ingerir ese medicamento no influye en ser un gran violinista o pianista, sencillamente elimina un factor para que los intérpretes puedan mostrar sus verdaderos dones musicales. La pregunta en este debate, Sandel la plantea muy bien y lo citaré: “¿Es la ecuanimidad ante un auditorio repleto una virtud intrínseca de una gran interpretación musical, o es meramente incidental? (Sandel, p.58)
El segundo caso, dentro del mismo campo musical, es acerca de las mejoras mecánicas en lugar de farmacéuticas. Las salas de ópera, como lo narra Sandel, han comenzado a implementar la instalación de sistemas de amplificación de sonido. Para algunos, tales medidas ensucian y degradan lo que la ópera realmente es: la voz humana, en la ópera, debe llegar hasta el rincón de la sala donde se presente. La pregunta es: ¿abrazar o no las nuevas tecnologías? Hay quienes sugieren que pueden coexistir ambas prácticas: una que preserve la ópera clásica y otra que funcione con amplificación. La cuestión a esta alternativa es: ¿realmente pueden coexistir ambas prácticas sin que algo resulte ‘dañado´?
Así las cosas, mi pregunta es hacia los músicos: ahora que hay avances en la ciencia y que afectan también a las prácticas artísticas tales como la música, ¿se deben abrazar los productos que la ciencia nos da o no? ¿Por qué? 

M. Téllez.  

Bibliografía:
Sandel, Michael, Contra la perfección, la ética en la era de la ingeniería genética, {Trad. de Ramón Vilà Vernis}, Marbot Ediciones, España, 2007.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario