Confieso que tu violencia de amor me acelera el corazón porque me siento en riesgo. Me veo como una presa fácil ante el predador que a priori ha ganado.
En mi viaje, tomé un libro y comencé una lectura. Más al estilo de leer una novela que de ser detallado. No podía concentrarme. Decidí respirar, acomodé el separador por si acaso y le presté atención a la música que sonaba en los auriculares. No podía concentrarme: una parte de mi cuerpo estaba electrificada, y así como algunos creían en la electricidad animal, yo la estaba experimentando.
Tus besos, tu pedirme que esperara el siguiente transporte, tu mirada y tu presencia hacían todo y me provocaban tanto. Sin embargo, ese 'tanto' no se compara con las caricias que posteriormente comenzaste a lanzarme. Comencé a gritar: ¡Seeñoor! Y tú sólo te reías. El predador jugaba con su presa. Y me gustaba.
Seguías con tus caricias y me supe vencido. Decidiste dejarme irme vivo, o al menos yo creía que estaba vivo: quizá tú sabías algo que yo no.
En mi viaje, el no concentrarme y saberme electrificado: supe que fue consecuencia de tus caricias lanzadas. Mis piernas no respondían y, yo, la presa, quería que mi predador terminara ya con mi vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario