En su momento no quise ni siquiera derramar lágrimas bajo la lluvia: la clásica imagen extraña para ocultar un sentimiento. Uso esta imagen porque por un momento la tomo en serio, pero ni siquiera eso quise hacer cuando me rompías el corazón durante esos meses de invierno.
Ya no me acuerdo si fue en este año cuando todavía salíamos. Te acompañaba a buscar libros a la Vasconcelos. Era bastante extraña nuestra situación, podíamos hablar de distintos temas, sean triviales o interesantes, pero algo nos molestaba entre nosotros. Yo no sé qué me molestaba de ti, sólo sentía un berrinche y te gritaba con la mirada. También recuerdo que llegar a la biblioteca no era problema, el asunto del regreso era otra tontería: te preguntaba si querías que te acompañara. Como quieras- respondías.
Recuerdo un mensaje explícito: no me hables cuando estés ebrio. Yo sabía que sentías que me burlaba de ti o que quería esa diversión propia de un borracho de esos extraños. Para mí representaba una verdad de la que no podía escapar: aún estabas en mis deseos profundos.
Citando a ese cantante español: A mí modo, dí todo lo que fui. Siempre quise, de alguna manera, que tu camino no fuera complicado, y aunque nunca supe bien si yo iba adelante o sólo era una ilusión -como ahora creo que es con todo-, me importaba que tus experiencias fueran buenas.
Todo esto es poco menos que un montón de cenizas, donde el viento ya sopló muchas veces. Así que esto debe ser producto de la tos que ese polvo me pudo haber causado. Me gusta que sonrías, y aunque es evidente que nunca sabrás de estas líneas, ocupaba hacerme el tonto y decir que el viento sopla muy fuerte y que aún así las cenizas están en el aire.
Nada tiene sentido. Menos tu sonrisa: todo es una figura literaria patética.
Sé que si yo hablo de cenizas y si tú eres sensata, te acordarás de mí porque soy traductor de mangas.
Ya no te marqué estando ebrio, y claro que no lo haré. Pero sí seguiré ebrio.
M. Téllez.
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